ESPECTáCULOS › “PACTO DE LOBOS”, UNA FANTASIA DE CHRISTOPHE GANS
Complots con aroma francés
Cine de acción con pelucas y trajes de época, este film narra la de la caza de un monstruo suelto en el patio trasero del reino de Luis XV.
Por Martín Pérez
Aunque el lobo se vista de seda, lobo queda. Y, a pesar de tanta peluca y tanto diálogo aristocrático, la reverencia de Pacto de lobos apenas si deviene en agachada. Porque poco hay de dilettante en un pretencioso menú que comienza y termina en la Revolución Francesa, pero cuya carne sólo es el pulp más engolado que haya dado el cine francés. Y largo, claro está. Demasiado, al menos, para un film que sólo quiere contentar a todos una y otra vez con su desfile de cháchara de corte, plebeyos asesinos, cultos papales y no tanto, poderes abusivos y libertinos humanistas y guerreros como héroes de la obra más descaradamente masiva que ha exportado el cine francés de El quinto elemento a esta parte.
Al ser presentada como una especie de cruza entre Matrix y El tigre y el dragón, el film de Gans sólo puede hacer el ridículo desde su puesta en escena de videojuego, y un contenido vacío pero rellenado de apuro y casi sin cocción por toda clase de paranoia de la historia, una que incluya sectas, manipulaciones y complots, secretos o no. Su trama es la de la caza de un monstruo suelto en el patio trasero del reino de Luis XV, y sus héroes son un explorador sabio y libertino y su ayudante iroqués, experto en artes marciales y también brujo en sus ratos libres.
Siempre al borde, Pacto de lobos asume tardíamente su esencia de comic bizarro, y se enrosca una y otra vez ofreciendo una amplia gama de personajes y también de escenas de acción que se repetirán de manera casi incestuosa. Cine de acción con pelucas y trajes de época, el film de Gans tiene un dulce para cada boca. Ofrece un erotismo light de canal de cable de trasnoche y no codificado, una dosis de new age iluminista y un desfile de freaks de todo tipo e incluso diálogos de telenovela barata. Su libertino protagonista tendrá una amante prostibularia interpretada por Monica Bellucci y un romance de alta alcurnia en el que sorprende Emilie Dequenne, premiada en Cannes por Rosetta. Como corresponde a su extensión, su bizarra trama tendrá todo el tiempo del mundo para dar una y más vueltas sobre sí misma, como corresponde a una película de explotación sin ninguna culpa. Y ése es, hay que conceder, el mejor de los elogios posibles para esta clase de películas.