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Un inusitado despliegue llevó a cabo el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, con 73 funciones que superaron los 40 mil espectadores a lo largo del año. Bajo la enérgica dirección de Mauricio Wainrot, el grupo afianzó su accionar, copando espacios más allá de su sede, la sala Martín Coronado, trasladándose al Alvear y al Luna Park. La compañía inició el año con Carmina Burana, la obra que más satisfacciones deparó a Wainrot, su creador, que extendió sus funciones al doble de lo esperado. El segundo programa se presentó en junio en el Teatro Alvear y fue integrado por dos obras de jóvenes coreógrafos argentinos, Mariana Estévez y Carlos Trunsky, más la reposición de Purcell Pieces del holandés Nils Christe. Estévez presentó Apenas, una obra apoyada en lo visual, sobre música de Daniel Melero, que había sido estrenada en el Rojas y repuesta en el Festival Buenos Aires Danza Contemporánea el año anterior. Trunsky presentó Vals en vilo, sobre música de Péteris Vasks. En agosto aterrizó en la Coronado el francés Jean-Claude Gallotta con su obra Maman. Con iguales dosis de alegría y rebelión, este trabajador de la coreografía que gusta de ubicarse a la gauche de la gauche dio cátedra de flexibilidad y precisión desde una obra algo melancólica en su planteo (el rescate de memorias infantiles) y muy lúdica en su realización.
En octubre, el grupo volvió al Alvear, reponiendo La muerte y la doncella de Robert North y estrenando una obra del estadounidense David Parsons, Rise and Fall, y una de Wainrot, Ahora y entonces. Fue altamente placentero presenciar cómo Parsons juega con la síncopa y el contrapunto. Con Ahora y..., Wainrot abrió una veta más sensible, al abordar al mismo tiempo a Gorecki y sus sensaciones acerca del Holocausto. Capítulo aparte para Carmina Burana en el Luna, fundando un momento de expansión de la compañía que es de desear se prolongue en el futuro. El año cerró con El Mesías, otro gran hit de Wainrot.