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La necesidad de cambiar

Hay un lugar común en la obra de Albertina Carri: la necesidad de cambiar. De saltar de un género a otro, aunque siempre haya algunas temáticas comunes: el deseo de mostrar las cosas como suceden, el amor, las relaciones sexuales, la reflexión sobre la familia, sobre los padres. Antes de lanzarse a filmar, Carri había sido asistente de cámara de De eso no se habla, de María Luisa Bemberg, y de Silvia Prieto, la opera prima de Martín Rejtman. Su primera película fue No quiero volver a casa (2000), donde relataba la historia de dos familias de clase media-alta atravesadas por un asesinato. Ahí estaban los atisbos que luego crecerían, al menos en lo formal. “Es como un proceso natural. Imaginaba que iba a volver a la ficción. No quiero volver a casa la hice en cuatro semanas. Pero no fue de todos modos, una película chica.” Barbie también puede eStar triste (corto, 2001) sería más bien un ensayo, un melodrama de animación porno, protagonizado por el símbolo de la belleza: la muñeca Barbie, con relaciones sexuales por doquier. “Barbie tenía un presupuesto millonario para lo que es animación”, cuenta Carri.
Aunque anterior en su realización, Barbie... llegaría a los cines el mismo año que Los rubios (2003), ganadora como Mejor película argentina en el Bafici de ese año. En Los rubios muestra a través de fragmentos, fantasías, relatos y fotos, reflexiones sobre la ausencia de sus padres, desaparecidos durante la última dictadura militar. Allí, como en Barbie..., volvería a trabajar en parte la animación, con unos playmóbiles felices en un universo fracturado. Carri dice que aquello que siempre desea es llegar al momento del rodaje: “Me gusta movilizar la campaña. Cuando dirijo no tengo conciencia de que hay un ejército de gente que depende de las decisiones de una persona. Porque si no me agarra una paranoia que no podría sostener. Intento ser democrática en una estructura jerárquica”, dice.
Géminis (2005), que se estrenará probablemente en junio, aunque desde el 11 de mayo estará en competencia en la sección paralela “Quincena de realizadores” de Cannes, cuenta la historia de Meme y Jeremías, dos hermanos que se aman más allá de su vínculo sanguíneo. El amor se convierte en pecado y la intimidad de la pareja se ve empañada por la familia. O viceversa. Carri tiene claro qué tipo de cine no quiere: “No me gusta el cine conductista. No me gusta el que pretende hacer algo para provocar algo específico. No soy neorrealista, porque el cine es puro truco. Pero no me gustan los trucos que quieren provocar emociones. Es fácil trabajar con niños, porque es fácil faltarles el respeto”.

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