ESPECTáCULOS
La mirada de Plisetskaia
“Cuando yo tenía doce años, había visto a Maia Plisetskaia como Carmen, y me había quedado enamorado. En 1992, hice El reñidero, de Julio López, junto a ella. Fue un deseo que se hizo posible. Fue maravilloso encarnar esa historia de un terrible complejo de Edipo. En realidad, era lo que me había pasado a mis doce cuando Maia tendría cuarenta: un amor platónico entre el aspirante a bailarín y La Bailarina, con mayúscula. Ella fue la única persona que a mí me paró el movimiento con una mirada. En el primer ensayo, me di vuelta y cuando vi que me estaba mirando a los ojos Maia Plisetskaia quedé duro. Sabía que tenía que ir hacia ella, pero no me podía mover. Me dije: ‘Tengo que superar esto, tengo que estar a la altura’. Me dio mucha fortaleza artística, personalidad; no me volvió a pasar.”