ESPECTáCULOS › EL AUTOR DEL LIBRO DEFIENDE LA PELICULA

“La inhumanidad está de moda”

Por joachim c. Fest*

Respecto del film, algunos dirán que se trata de una imperdonable humanización, que es inadmisible que algunos personajes parezcan casi héroes, que los aspectos éticos y morales han sido completamente soslayados, que Fest o el productor Eichinger se despreocupan totalmente de ello. Son reproches banales; efectivamente, no tengo ningún precepto moral que impartir. Cualquiera que vea el film con sólo un poco de atención percibirá claramente las lecciones que su retrato imparte. Y si no lo percibe, yo no puedo hacer nada.
La tragedia que se desarrolla aquí está colmada de circunstancias y encrucijadas infelices, atroces e impresionantes, y es imposible no sentirse afectado. Es una historia increíblemente dramática que habla por sí sola. A la vez, diría que este final del Tercer Reich reúne, concentra y agudiza todos los aspectos que conformaron el régimen de Hitler. En ese sentido, no hay mejor introducción a la historia del Tercer Reich que la historia de su caída. Todo aparece ahí, como concentrado en una cáscara de nuez: el profundo nihilismo del régimen, la energía destructiva que desató; porque Hitler es en realidad la encarnación y el estallido multiplicador de una fantasía terriblemente destructiva. Y eso nunca se ve tan claramente como en esos últimos días; en definitiva, lo que se ve es esa atmósfera de feroz resentimiento concentrado en la figura de Hitler. Me parece, tal como lo digo en mi libro, que, para Hitler, si el pueblo alemán no era capaz de resistir esa prueba para la cual él lo había elegido, entonces también tendría que hundirse, y él haría todo lo posible para que se hundiera porque no merecía sobrevivir.
Ahí es cuando todo ese odio de Hitler se dirige contra su propio pueblo, y se produce la situación totalmente paradójica, difícil de creer para la mayoría, de que Hitler quisiera exterminar a dos pueblos: a los judíos, como todos sabemos, y, finalmente también a los alemanes, a su propio pueblo.
Siempre sentí que todo este escenario final tiene algo perversamente surrealista. Los líderes del régimen se mueven en un mundo que está completamente fuera de la realidad, que no tiene nada que ver con la realidad. Deciden sobre la entrada en acción de ejércitos que ya no existen; movilizan fuerzas, municiones, artillería, equipos, etc., todo lo que se necesita para la guerra, que ya no existe. Aislados completamente de la realidad, ya no saben qué es la realidad; la realidad la sienten los que la tienen que padecer y soportar afuera, en las calles: la población civil.
Esto lo he enfatizado más de lo que suele ser necesario, y me gané inmediatamente el reproche, para nada nuevo en Alemania, de parte de algunos críticos, de haber querido convertir a un pueblo de victimarios en un pueblo de víctimas. Eso es una gran estupidez. Me parece que cierta gente, que ha crecido en circunstancias privilegiadas, sin ninguna carencia, y que no tiene idea de lo que significa verse arrastrado a semejante situación, no comprende cómo el régimen llevó al abismo a miles y miles de personas totalmente inocentes, al margen de los nazis, de sus propios funcionarios y seguidores, líderes y subalternos. Las víctimas inocentes siempre son mayoría y este también es el caso. Me parece que, por lo menos, hay que reconocer que fue una desgracia para millones de personas, que no se puede decir simplemente que eventualmente lo merecieron. Eso es una nueva manera de ser inhumano. Es la falta de humanidad que está de moda en Alemania.

* Historiador, autor del libro Dentro del bunker de Hitler, una de las fuentes documentales del film La caída.

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