Miércoles, 29 de septiembre de 2010 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Dos aportes sobre el trabajo periodístico, la agenda y la construcción del discurso. Lucila Bollo reflexiona a partir de los cambios que la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual introduce en cuanto a la aparición de actores en el escenario.
Por Lucila Bollo *
Hace ya un tiempo que algunos espacios mediáticos comenzaron a enfocar sus debates sobre ciertos temas que anteriormente no tenían lugar en los medios, por lo que nadie hablaba de ellos, ya que no formaban parte de ninguna agenda. Una de las cuestiones que justamente empezaron a circular en los últimos meses es la de la capacidad que tiene la prensa escrita de “marcar agenda”, haciendo referencia a la teoría de agenda-setting surgida en la década de los ’70, que estudia cómo los medios de comunicación influyen sobre la atención del público al priorizar determinadas asuntos, y a la vez dejan de lado otros. Así es como algunos diarios, principalmente los pertenecientes a las empresas monopólicas, construyen día a día la agenda mediática. Al seleccionar la información que más les conviene de acuerdo con sus intereses, son los que deciden qué es noticia y qué no. De esta manera imponen a sus lectores los contenidos sobre los cuales deben pensar y discutir. Y no sólo a los consumidores de noticias, sino también a los demás medios, que reproducen durante toda la jornada la información destacada en dicha agenda.
Junto con esta teoría también surgieron otras muy significativas que no suelen ser analizadas públicamente, como la de la espiral del silencio, propuesta por la politóloga alemana Elisabeth Noelle Neumann, en la que se explica cómo las personas tienden a callar y ocultar sus opiniones si sienten que no son acordes con las de la mayoría, y en algunos casos se ven inducidas a adoptar las de los demás por temor a quedar aisladas socialmente.
En este proceso los medios de comunicación cumplen un papel primordial a la hora de establecer cuál es la opinión predominante. Y muchas veces, en el empeño por brindar fidelidad al grupo empresarial al que pertenecen, imponen una idea y la hacen parecer más fuerte de lo que es en realidad, mientras que los que tienen una visión distinta parecen ser más débiles de lo que en verdad son. Es así como se intenta manipular los juicios de las personas sobre ciertos temas, creando una especie de consenso social que apunte hacia determinado lugar, en concordancia con el grupo dominante. El resultado es, según Noelle Neumann, una “ilusión óptica o acústica” respecto de la situación mayoritaria.
Esta teoría puede analizarse con claridad desde la perspectiva mediática actual de nuestro país, ya que estamos atravesando una situación bastante particular, en un marco de constante debate público favorecido por la polémica generada en torno de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que abrió el camino hacia un mayor pluralismo de ideas y facilitó la aparición de nuevas voces. Debido a esto, muchas de las cuestiones que antes se encontraban invisibilizadas por algunos sectores hegemónicos de poder hoy se dan a conocer y son el centro de atención en diferentes medios, principalmente los que avalan la aplicación de la ley. Todo esto da cuenta de las limitaciones de la espiral del silencio, ya que al no poseer una rigidez matemática para funcionar, en muchos casos puede romperse. Ahí es cuando salen a la luz diversas opiniones que antes se hallaban silenciadas por el miedo al rechazo, al no consensuar con las de los demás. Una vez rota la espiral, el grupo minoritario que se encontraba oculto y debilitado se hace fuerte, y aparece como un factor de cambio que es necesario para la evolución de la sociedad. De lo contrario, nos encontraríamos estancados, con temor a manifestarnos libremente si no pensamos como la mayoría, ya que no contaríamos con su aprobación y terminaríamos por reprimir nuestros puntos de vista. En consecuencia, acabaríamos siempre influidos por los arquetipos que el establishment intenta imponer, sin posibilidad de conseguir ningún progreso cultural que abra nuestras mentes hacia nuevas formas de pensar y de percibir la realidad.
El ambiente generado a partir de la sanción de esta ley, aprobada en octubre del año pasado, favoreció el surgimiento de estos nuevos espacios mediáticos, que garantizan una mayor diversidad de opiniones y, a la vez, nos brindan propuestas atractivas e innovadoras. Este nuevo clima de debate es sumamente propicio, ya que enriquece enormemente la capacidad comunicativa de la sociedad en la que vivimos, en tanto que nos permite conseguir una comunicación mucho más plural, dando lugar a la democratización de la palabra. En este sentido, la ley Nº 26.522 parece haber derrotado en el campo de batalla a la silenciosa espiral.
* Estudiante de Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM).
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