Miércoles, 23 de abril de 2014 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Con motivo de cumplirse veinte años del inicio del grupo de realización audiovisual creado por parte de un grupo de estudiantes jujeños de antropología al calor de piquetes y marchas, Christian Dodaro reflexiona sobre el grupo y los caminos de la comunicación popular.
Por Christian Dodaro *
A veinte años de su creación debo agradecer al grupo Wayruro cada una de las discusiones y debates respecto del modo en cómo construir agendas propias desde y junto a organizaciones sociales y políticas. Cada vez que nos encontrábamos en alguna actividad, en alguna peña, en las universidades o en el chat charlábamos sobre el tema. Les debo muchas de las reflexiones que logré plasmar en mis trabajos de maestría y doctorado.
En el 2008 todavía pateábamos puertas y buscábamos el hueco desde donde producir acciones y formatos de comunicación popular. Un día yo estaba embroncado con la mirada de algunos intelectuales y su defensa de la independencia de los artistas. Con esas posiciones que suponen una especie de genialidad, de sensibilidad especial. Esas posiciones que cuando hablan de "arte político y sus tensiones", desde la celebrada contemplación distante, reproducen la perspectiva burguesa del mundo.
Ese día lo encontré a Ariel por chat. Cuando le conté sobre mi enojo me contestó:
--Nosotros no nos enganchamos chango, somos trabajadores de la cultura. La estética se va haciendo, surge de saber escuchar, de sentir con los otros. Y desde ahí vas armando el relato.
--Pero... entonces, la estética es una pregunta etnográfica.
--Je, está bueno eso. Puede ser. Pero no sólo para entender lo que el otro hace. Para trabajar junto con él y aprender juntos cosas nuevas.
Y claro, si no es ver vivir al otro, mostrarlo vivir. Y los relatos audiovisuales, cuando se hacen desde la comunicación popular, tienen por objetivo otra cosa.
Creo que la idea de pensar la estética como pregunta etnográfica nos permite construir con el otro formas de narrarnos y pensarnos. Podemos volver a interrogarnos respecto a dónde vamos; qué somos y qué hacemos con lo que dicen que somos. Podemos pensar un relato colectivo en el que la polifonía no sea regulada desde la edición. Por el contrario, la escucha y la empatía, con los tiempos, con los modos de narrar y de sentir del otro son las que permiten que el modo de montar y editar sean un constante aprendizaje colectivo.
Y así podemos decirle al poder y a sus voceros, que están siempre tan cómodos en sus lugares, lo que nosotros creemos que son. Podemos nombrar al poder, desarmarlo. Pero, más importante que eso, podemos armar entre nosotros nuevos sueños y deseos y realidades.
Mientras algunos hacen televisión copiando estéticas y formatos propios del modo en el que la burguesía se narra a sí misma, los Wayruro preguntan mientras caminan y piensan donde sus pies pisan.
Mientras algunos celebran su pretendida alternatividad los Wayruro construyen, de a pasitos y a pulso, alternativas junto a los compañeros de los barrios y poblados con los que trabajan. Pero, al mismo tiempo, trabajan buscando ocupar cada hueco y cada espacio que el Estado ofrece para la comunicación popular. Entienden el Estado como espacio de disputa. De alguna forma expresan y sintetizan el recorrido de la comunicación popular. Desde sus inicios a hoy han caminado desde la resistencia a la construcción. En esa senda está Wayruro, en ese camino está la comunicación popular.
* Doctor en Ciencias Sociales, UBA.
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