La intervención de la comisaría 5ª de Wilde mueve a la curiosidad. En principio, las declaraciones de la superintendenta de Seguridad de la Bonaerense, Graciela Cunial, parecieran acudir en respuesta. Tres puntos se destacan de sus afirmaciones: primero, que aseguró que cuentan con “todos los elementos tecnológicos para chequear el horario de llegada” del patrullero. Segundo, que “habrá que verificar si los policías actuaron como indica el protocolo para estos casos o no”. Tercero que si se verifica que no actuaron como corresponde, están dispuestos a llegar “hasta las últimas consecuencias”.

Los elementos tecnológicos son el sistema que permite determinar exactamente el recorrido y la hora de cada patrullero. El “habrá que verificar” consistirá en contrastar testimonios de vecinos, las grabaciones al 911 y el relato del policía. No hace falta demasiado para completar ese punto. El punto que más curiosidad me da es el de “llegar hasta las últimas consecuencias”. ¿Cuáles son esas últimas consecuencias? Cito un caso con los tres puntos ya completos: la desaparición de Luciano Arruga. Se comprobó que los dos patrulleros asociados a la desaparición de Arruga estuvieron dos horas donde no debían estar. Se comprobó no sólo que el protocolo fue vulnerado, sino que lo fue adrede. Y también se anunció que se iría hasta las últimas consecuencias. Es decir, en el caso de Luciano, Granados reincorporó a los policías acusados. La respuesta de la Bonaerense a los vecinos de Wilde, ¿será la misma? Si es la misma, será un indicio de esas últimas consecuencias. Si no, habrá que preguntarse si el límite de las consecuencias se acerca o aleja de acuerdo con la capacidad de reclamo que tenga la víctima de la inacción Bonaerense.