Miércoles, 10 de junio de 2015 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Dos estudiantes de periodismo y comunicación social próximos a graduarse reflexionan sobre su profesión y los desafíos que les tocará enfrentar en breve. Paula Juknelis analiza lo que en su momento significó el Estatuto del periodista profesional y plantea la necesidad de actualizar la normativa.
Por Paula Juknelis *
Es momento de un despertar en los medios de comunicación. En los últimos años ha surgido la necesidad de debatir sobre las leyes que enmarcan a la profesión periodística y las falencias que presentan, entre ellas, la falta de un código de ética profesional y la tan esperada colegiación. Es inminente la creación de un espacio de diálogo constante entre los profesionales y las distintas empresas de medios, a fines de discutir el futuro del periodismo y los desafíos de los comunicadores. Esto sería de principal importancia no solo para los que llevan tiempo desempeñándose en el ambiente, sino también para aquellos estudiantes que se debaten sobre qué harán cuando se reciban. Todas las profesiones deberían contar con leyes que protejan sus derechos y resguarden sus intereses, pero que a su vez los incluya dentro de ciertos estándares éticos a cumplir.
La ley 12.908 establece la norma legal que define la reglamentación laboral-profesional para las actuaciones del periodismo, más conocida como Estatuto del periodista, dictado el 18 de diciembre de 1946 como manera de consolidar el decreto-ley 7618/1946 del 25 de marzo de 1944. Ahora bien ¿esta ley sirve de marco de referencia para el desempeño de esta profesión en la actualidad? En Argentina, a diferencia de otros países, no existen leyes que regulen a la prensa y que promuevan, entre otras cosas, la colegiación obligatoria. Nuestro Estatuto del periodista profesional no ayuda al ejercicio de esta función ni tampoco le da más accesos, sino que simplemente aplica ciertas normas que hacen a las características de la actividad, determinando los perfiles de los periodistas, la forma en la que se acreditan y establece algunos derechos. Sin embargo, existen muchos comunicadores que se desempeñan en tareas por fuera de cualquier protección legal. Los contratos con las empresas de medios terminan siendo más importantes que cualquier estatuto o ley, generando precarización o flexibilidad laboral y despidos injustificados.
Desde hace tiempo que los empleados de medios buscan contrarrestar ciertas carencias que refleja la actividad y resguarden sus derechos. La solución no se encuentra en pisotear aquello que se ha construido en este tiempo, sino de poner en valor otros puntos importantes de la profesión, relacionados a la autovaloración y a la dignidad del trabajo. En su momento, el Estatuto puso de manifiesto la necesidad de darle una contención legal a la tarea periodística, no solo para quienes ejercen la profesión, sino para el conjunto de la población. Hoy es el momento de actualizar derechos y deberes allí reconocidos.
Cuando se emitió aquella ley, las formas en las que se ejercía eran otras. A diferencia de hoy, había roles más definidos: reporteros, editorialistas, colaboradores permanentes. Ahora, un periodista debe estar capacitado para hacer varias cosas en simultáneo. La concentración de medios trajo aparejada la fusión de muchas empresas que, como recurso para reducir costos, optaron también por disminuir personal concentrando multiplicidad de tareas en pocas manos. Esto es, producir más, con menos fuentes de trabajo.
No hay que esperar cambios radicales. Las transformaciones empiezan desde uno mismo. Es necesario que también haya un despertar en cuanto a la forma de hacer periodismo. Hay que revalorizar las formas en las que se da la información, crear nuevos espacios de difusión y los poderes públicos deben ofrecer la posibilidad del acceso a los mismos.
Existe una profunda crisis entre los periodistas y los consumidores de medios respecto de la credibilidad. Motivos para esto sobran: la espectacularización de las noticias o la información como mercancía se ha transformado en uno de los ejes de esta problemática. También podemos nombrar al ingreso, cada vez mayor, de la política en la comunicación y el excesivo uso de noticias de agencias o de fuentes poco comprobables. Además, con la llegada de la digitalización, el periodista tuvo que mutar, lo que ofreció nuevas oportunidades, pero también dificultades y retos.
Es por eso que el nuevo periodismo deberá estar a la altura de todas las preguntas que se vayan encontrando en el camino, cuente con un apoyo legal o no. Si algo nos ha enseñado la comunicación, es que la palabra es una herramienta de poder y usarla con sabiduría demanda gran responsabilidad.
Esperemos que los futuros periodistas encuentren la forma de inspirar a la verdad. Hay quienes dicen que el periodismo como lo conocimos ya no existe, ha desaparecido. Será cuestión de renacer hacia otros horizontes.
* Estudiante de Comunicación. Univ. Nacional de Quilmes.
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