Miércoles, 28 de octubre de 2015 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Reflexionando a partir de la “teoría de los dos demonios”, Marta Riskin sostiene que, a diferencia de los enfrentamientos bélicos, la política requiere batallas que se juegan en el pensamiento y el corazón de cada persona y que la participación activa de ciudadanos comprometidos con el bienestar colectivo es la que nos aleja a todos del infierno.
Por Marta Riskin *
“Vicios son, ya se sabe, lo que se quiere.
Elegíos dos vicios, porque uno es demasiado.”
Coral del gran Baal, Bertolt Brecht
Alguna vez y en este mismo diario, Juan Gelman dijo que el objetivo de la teoría de los dos demonios es “colocar al pueblo entre dos violencias y quitarle toda la responsabilidad en relación a lo que ocurre”.
Así, quiénes fueron “derechos y humanos”, aceptaron autoincriminarse –”todos somos culpables”– y luego, exonerados con el argumento opuesto “nadie es culpable”; ni siquiera pueden relacionar su propia secuencia argumental con las “verdades socialmente reconocidas” invocadas por los criminales para eludir a la Justicia.
No es novedad que estos contenidos y estructuras lógicas, ofreciendo rendirse mental y emocionalmente a la metáfora binaria, continúan vigentes.
Tampoco que, bajo la superficie de los intercambios simbólicos subyacen huellas del formateo cultural hacia algún infierno fundamentalista, incluido el del mercado; ni que profundizando en la oferta cultural “demoníaca”, podremos identificar sus ejercitaciones más habituales: la fragmentación, la confusión y la desesperanza.
Los dos demonios son herederos de “Divide et impera”, lema que hizo su primera aparición literaria en La Guerra de los Judíos del historiador Flavio Josefo.
El escriba, de legendaria obsecuencia, adjudicó la estrategia a una fuente del siglo I (el cónsul Aulo Gabinio), aunque describió un conjunto de tácticas mucho más antiguas y montadas hasta hoy, sobre formatos y herramientas innovadoras.
En versión bélica sintética siempre se trató de incitar disputas entre las filas del oponente para mermar sus fuerzas antes de enfrentarlo.
El procedimiento se usa hasta en propagandas de gaseosas, pero las campañas electorales facilitan las oportunidades de observar el incremento de publicidades que responden al modelo y proponen imágenes tan prácticas como “voto útil vs. voto inútil”.
Sin embargo, constituye la base de los dos siguientes ejercicios.
Gregory Bateson estudió los desórdenes que sufren aquellas personas que reciben frecuentes mandatos opuestos simultáneos y se ven obligadas a responder a ambos sin poder expresar la contradicción. Halló que la paradoja se resolvía desarrollando síntomas esquizofrénicos y dificultaba la identificación de futuras contradicciones.
A medida que avanzaba en su teoría, descubría que se trataba de un paradigma de comunicación, cuyos efectos patológicos “dejan de ser asuntos de psicología individual y se convierten en partes de la ecología de ideas o sistemas de mentes.”
La paradoja del doble vínculo (o doble mensaje) es que la angustia que provoca el sometimiento sostenido a la confusión suele resolverse optando por soluciones mágicas para resolver graves conflictos y confiando en quienes ofrecen fórmulas maravillosas y carentes de sustento racional.
De lo contrario, (redundancias incluidas): ¿cómo podría creerse en un proyecto de supuesto cambio cuyas propuestas mutan al ritmo de las encuestas, prometiendo “dejar lo bueno y cambiar lo que haya que cambiar” o garantizar la paz en las calles extendiendo la violencia y la represión?
La primera tarea de los demonios es convencer al pueblo de que todo poder es negativo y ellos harán el sacrificio de asumir la dura tarea.
De forma paralela, la insistente y pertinaz recreación de conceptos en clave darwinista –el hombre lobo del hombre, el gen egoísta, el fin de la historia– exaltará la conveniencia de defender intereses exclusivamente individuales, o a lo sumo del propio grupo de referencia, motivando la renuncia a edificar “topos”, los sitios de sueños y utopías.
No es raro que el efecto social de estas construcciones sea la pérdida de esperanza sobre las construcciones colectivas.
Cuando el ciudadano resigna la defensa de sus derechos pierde toda oportunidad de hacer cambios significativos en su vida, en su cultura, en su país y ha justificado los peores gobiernos de la humanidad.
Alejar al ser humano de “...la única aventura real, la de la responsabilidad” (**), requiere aumentar sus miedos, las desilusiones y el escepticismo.
Cuanto más feroces y crueles sean los antagonistas, más funcionales resultarán para absolver a los ciudadanos de sus responsabilidades cívicas y sumergirlos en una actitud clientelar: “Yo necesito un Estado que...”, “Votaré al presidente que...”
La política, a diferencia de los enfrentamientos bélicos, requiere batallas que se juegan en el pensamiento y el corazón de cada persona.
La participación activa de ciudadanos comprometidos con el bienestar colectivo es la que nos aleja a todos del infierno.
* Antropóloga UNR.
** Imágenes del Bien y del Mal, Martín Buber.
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