Miércoles, 28 de octubre de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mario Wainfeld
No todo es nuevo bajo el sol. El pueblo argentino siempre votó con discernimiento, intención y libertad. Y fue mudando sus preferencias según las circunstancias en base al ensayo y error.
El radicalismo inaugural ganó en Buenos Aires, “la provincia de Perón”. Graciela Fernández Meijide, mujer y militante de derechos humanos, estuvo a un pelito de ser primera mandataria provincial en 1999. La UCR fue dueña del territorio cordobés desde 1983 hasta ese mismo año. José Manuel de la Sota no nació gobernador de su distrito y debió sobrellevar varias caídas para conseguirlo. Santa Fe era justicialista imbatible, desde que sobrellevó la oleada del alfonsinismo. En 2007 el socialista Hermes Binner prevaleció en ese territorio, luego el socialismo revalidó dos veces. Hablamos de grandes distritos, la secuencia se replica en muchos otros.
La ciudadanía se pronuncia diferenciando los niveles comunal, provincial y nacional desde siempre. Basta con repasar los datos. Esto no niega hegemonías o preferencias durables, pero ayuda a dimensionarlas.
Hay “nuevos demócratas” que se extasían con el resultado del domingo, creen que los votantes se emanciparon o se esclarecieron porque una segunda minoría potente piensa como ellos. Están mal informados o son hipócritas o creen que la democracia equivale a sus opciones. Lo cierto es que esa misma población a la que recién endiosan y vituperaban ayer supo bien lo que hacía cuando legitimó al kirchnerismo en ejercicio y reeligió a su presidenta en 2007 y 2011.
La decisión ciudadana debe ser respetada y enaltecida siempre, agrade o no. El voto universal y obligatorio es una conquista y una premisa del sistema democrático.
Una de sus consecuencias es rediseñar escenarios cada dos o cuatro años. De nuevo, sucedió desde 1985 sin solución de continuidad. Claro que las consecuencias de las competencias para cargos ejecutivos son las más rotundas. El sistema funciona con oscilaciones, cambios de rumbo. Y con alternancia, no fijada por decreto ni por mandato de politólogos de laboratorio sino cuando los oficialismos dejan de conmover o imantar.
Lo antedicho ayuda a explicar que desde el domingo hay fuertes novedades, una realidad distinta bajo el sol. El voto las crea. Los diagnósticos o mapas previos se reformulan y exigen ser reinterpretados. El mayor protagonista de la democracia actúa en dialéctico conjunto, emite señales, resuelve, nombra a las autoridades de dos de los tres poderes del Estado.
Con los guarismos a la vista es forzoso repasar el cuadro político. El Frente para la Victoria (FpV) sigue siendo la primera minoría, pero con la menor diferencia y el menor total conseguidos en presidenciales desde 2007 y 2011. La oposición capitalizó los aprendizajes de antaño: se configuró de otro modo y alumbró una alternativa competitiva para la segunda vuelta. El PRO superó el estadio de ser un partido distrital, impedido de trascender la Avenida General Paz. Superó largamente las marcas de los adversarios de la presidenta Cristina Kirchner ocho y cuatro años atrás. Gestionará desde el 10 de diciembre las dos provincias más gravitantes, lo que también da un peso nuevo a sus derrotas por poco en Santa Fe y Entre Ríos. Como puro ejercicio de imaginación: si el jefe de Gobierno, Mauricio Macri, fuera batido el 22 de noviembre y se retirara de la política, su fuerza conservaría dos gobernantes con proyección nacional hacia 2019: Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, gobernadores electos.
El FpV mantiene un caudal notable tras doce años de rodaje. Gobierna la mayoría de las provincias argentinas, tiene quórum propio en el Senado Nacional y el bloque más nutrido en Diputados. Y, ya se dijo, salió puntero en las presidenciales.
Los cambios del electorado entre las PASO y los comicios del domingo le quitaron, empero, el favoritismo que venía trayendo. Sería hasta impropio hablar de pole position cuando la distancia se achicó, es corta y mermó el porcentaje de adhesiones.
Vuelta y vuelta: La experiencia comparada internacional, nacional y la de las provincias que tienen sistema de doble vuelta indica que en la mayor parte de los casos vence en el ballottage quien salió primero antes. Ninguna tendencia social es absoluta ni imperativa, menos ésta. Están en el extremo los espectaculares ejemplos de Jean-Marie Le Pen en Francia y Carlos Menem en Argentina: preferidos en primera vuelta pero cuyo techo no podía subir. Vale recordar cómo se recuperaron tras salir segundos Aníbal Ibarra versus Mauricio Macri en Capital (2003) y Fabiana Ríos versus Rosana Bertone en Tierra del Fuego (2011).
Nada está escrito en la piedra, entonces. Tampoco hay referencias concretas sobre cómo reacciona el electorado nacional, que jamás estuvo expuesto a una instancia similar.
Un cálculo rústico, que ya es sentido común, sugiere que la centralidad de la decisión recae sobre casi el 30 por ciento de los argentinos que se inclinaron por otras opciones. Y muy en especial en el 21 por ciento que eligió la boleta del diputado Sergio Massa.
Hay operadores intentando acercamientos o adhesiones de Massa o de dirigentes que lo acompañan. Hay consultores que, más allá de lo flojito que les fue en las encuestas previas y en las bocas de urna, ya sondean las preferencias de los votantes. Esta nota no especulará sobre su posible deriva lo que no es una renuncia para el futuro.
Sólo a cuenta cabe señalar que ese colectivo, que seguramente tiene varias vertientes internas difíciles de calibrar en una fuerza nueva, sostuvo a quien, según todas las previsiones, saldría tercero. Puesto de otra forma: no lo desesperaba que el gobernador Daniel Scioli ganara en primera vuelta porque en tal caso hubiera apoyado a Macri. Ni lo animaba un fervor oficialista, en espejo.
Sobre ellos, como sobre el resto de los votantes “disponibles” (con comillas y con perdón de la palabra) uno intuye que es más importante lo que rechazan que sus prosapias políticas previas.
Con otras palabras: lo que se medirá en menos de un mes es cuál es el techo de Macri o de Scioli. Su piso, acaso, ya quedó definido. Para ambos, es sugestivo pero no suficiente.
Las campañas que largaron la noche del domingo trasuntan el impacto del escrutinio. Optimismo en Cambiemos, cabildeos en el FpV.
Formulemos una hipótesis de trabajo: el que repuntó y mejoró puede seguir su diseño previo. El que cedió terreno, algo tiene que modificar. Claro que nada es fácil en menos de un mes. Pero es artículo de fe seguir remando, revisando, asumiendo que “el mundo” cambió.
El abecé y todo lo complicado: Los estrategas de campaña y los candidatos soportan un karma similar al de los directores técnicos de fútbol: cualquier contertulio de café o interlocutor causal “sabe” qué tienen que hacer. Sin embargo, la labor es peliaguda y el fracaso acecha a la vuelta de la esquina.
El manual básico, en la bolilla uno, contiene una enseñanza sencilla. Las disputas internas dentro de la campaña son goles en contra o algo peor. El FpV está rondando ese riesgo cuando algunos referentes se enzarzan en polémicas acerca de culpas o mala fe como causantes de la derrota en Buenos Aires. Además de egoístas y autocentradas, tales querellas constituyen una pérdida de energía, maná para los adversarios políticos o los medios dominantes, una garantía para dispersar o desalentar militantes o nuevos adherentes. Hacer lo que quiere el rival, he ahí lo primero que se debe evitar.
Si se saltea esa valla autoimpuesta, rebrota la complejidad de las decisiones. Los cambios de discurso, los énfasis en la pertenencia al kirchnerismo, las interpelaciones a los “otros” son simples para reclamar. O hasta para enunciar... Conseguir ser atendido es otro precio.
Este cronista ya comentó que no cree que haya existido, en el sentido que le otorga la leyenda, “el cajón de Herminio”. Una contingencia que da vuelta un comicio es una excepción estadística. Es todavía más raro que sea una movida de campaña. Hechos revulsivos puede haber. El atentado de Atocha que, se entiende, revirtió el resultado de las presidenciales españolas que ganó José Luis Rodríguez Zapatero es el ejemplo memorable entre otras cosas porque no hay taaantos.
Tampoco es verosímil que haya la inversa del cajón: la maniobra única que lleva al éxito. Con un largo camino ya fatigado es peliagudo imaginar movidas formidables o rotundas. Con esa precaución, el cronista intuye que Scioli tendría que repasar entre otras cosas qué no hizo o hizo poco desde que se lanzó. El manual le mostraría que “caminó” poco entre “la gente”, que no sostuvo muchos contactos cara a cara. Se privilegió lo que en sustancia es preponderante: la peregrinación por los medios, los actos con fuerza propia. Nadie puede suponer que en una sociedad de masas el recurso clásico del cuerpo a cuerpo alcance pero como siempre se trata de sumar de a uno tal vez valga la pena intentarlo.
Diferenciar y proponer: Diferenciar los dos proyectos es una estrategia central, intocable en sustancia. Por ahí es imprescindible condimentarla con la idea de comienzo de otra etapa. Es evidente, por lo pronto pero debe sumársele sustancia. Un eje poco transitado son las propuestas “de segunda generación”, esto las motivadas por los avances conseguidos. Mostrar que se avanzará en el rumbo ya demarcado, lo que no es autocrítica pero sí un modo de dar carnadura a la borrosa expresión “lo que falta”. Como mera idea que fue cabildeada en los comandos de campaña sciolistas, en doce años la educación avanzó en todo lo que es inclusión: más chicos en las aulas, más escuelas, universidades en toda la geografía nacional. Hay objetivos ulteriores o concomitantes en la lista de espera. La calidad, la retención, los niveles de graduación, la garantía de salida laboral razonablemente retribuida. Se construyeron hospitales públicos y salitas pero no se crearon uno o varios laboratorios públicos que produzcan medicamentos al costo. Ni hay retribuciones de buen nivel para los profesionales de la salud, de todas las jerarquías. Son, entre cientos temas concretos que aluden a problemas cotidianos, fuentes de trabajo, cuitas de todas las familias.
Ventajas y movidas: Los contrincantes se mueven.
Scioli, era también de libro, propuso debates con Macri, que aceptó. Mañana la presidenta Cristina Fernández de Kirchner hablará en la Casa Rosada.
La gobernadora electa María Eugenia Vidal anuncia que su primera acción de gobierno será citar a los gremios docentes. Es también un gesto de campaña: alertar a la población que se está ocupando de garantizar un comienzo de clases en fecha.
El politólogo Oscar Ringo Bonavena enseñaba que todos dan consejos pero cuando suena el gong quedan dos que dan piñas y las ligan. Con dos fórmulas, en una experiencia inédita, los candidatos son el núcleo de la disputa, la última decisión se toma contemplándolos. Ganar el centro del ring es, en buena medida, una prueba de su capacidad. He ahí un reto para los dos rivales que nadie puede suplir en el último round.
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