Lunes, 10 de noviembre de 2008 | Hoy
MITOLOGíAS › LA PáGINA DE ANáLISIS DE DISCURSOS
Una reflexión sobre cómo en la lengua lo negro está manchado irremediablemente. La llegada al poder de Obama hace oportuno revisar por qué las hadas son blancas y las brujas se visten de negro. Y algunos apuntes sobre la profesión periodística, la responsabilidad de quienes trabajan en los medios y el necesario cuidado del lenguaje.
Por Jésica Tritten *
Si convenimos en llamar “logro” al hecho de que las últimas arremetidas periodísticas nos han obligado a muchos de los trabajadores de los medios a tener que recurrir al constante ejercicio de análisis de los discursos, el verdadero provecho de este desmenuzamiento del lenguaje massmediático reside en que muchos de nosotros nos hemos visto en la obligación de cuestionarnos profundamente el significado de nuestra profesión, una faena que –de la mano de la prístina posmodernidad– se creía ajena a cualquier teorización seria.
Indagar en esa búsqueda de sentido de nuestra profesión nos ha remitido, sin remedio, a volver a pensar los términos que muchos de nosotros repetimos tontamente hasta vaciarlos de sentido. Por ejemplo, en los últimos tiempos, redundamos sin cesar y hablamos en nombre de la ciudadanía y, en realidad, no sabemos muy bien a quién nos dirigimos o qué cosa queremos decir. Si de una buena vez por todas dejáramos de pensar la ciudadanía como un concepto y comenzáramos a pensarla en tanto proyecto político, realmente entenderíamos que nuestras actividades como trabajadores de los medios tienen una implicancia que va más allá del mero reflejo y están ligadas exclusivamente a la construcción de formas de nuestras realidades. Es decir, tendríamos que hacernos cargo de que somos protagonistas diarios de la constante intervención social y rendir las cuentas necesarias ante la sociedad por nuestros actos políticos cotidianos.
Los medios en general, pero la televisión en particular, la televisión pública, la televisión de todos, puede transformarse, por su lenguaje, por la forma directa en que se entromete en la vida privada, en una herramienta didáctica increíblemente seductora. El espacio audiovisual permite maravillosas formas de lectura de nuestras realidades. La televisión educativa no es exclusivamente la que narra con contenidos pedagógicos, sino que toda la televisión educa y, justamente por eso, debe comprometernos a trabajar con dignidad.
Afortunadamente, en este momento, los argentinos nos encontramos en un intenso debate para la urgente modificación de la ignominiosa Ley de Radiodifusión, pensada por genocidas, vigente desde la última dictadura militar. Esta es una oportunidad única de establecer un debate sobre los alcances formidables de los medios públicos al servicio de la transformación social. Para esto, es imprescindible el consenso de la sociedad a fin de que existan regulaciones que garanticen mayor democratización. Sólo si dejamos de pensarnos como un vago concepto y comenzamos a entendernos como protagonistas de nuestra vida política podremos generar estos anticuerpos contra la brutalidad del relato mediático de un país que no queremos para ayudar a construir el país que todos anhelamos.
* Directora de Contenidos del Canal Encuentro.
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