Lunes, 10 de noviembre de 2008 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Sergio Widder *
La crónica relata lo siguiente: Berlín, 10 de noviembre de 1938 - “Una ola de destrucción, saqueo y barbarie sin precedentes desde la guerra de los 30 años en Alemania, y desde la revolución bolchevique en Europa, arrasó sobre el territorio alemán hoy, cuando las cohortes nacionalsocialistas se cobraron venganza contra los negocios y las oficinas judías y las sinagogas, por el asesinato de Ernst von Rath, tercer secretario de la Embajada de Alemania en París a manos de un joven judío polaco. Todo comenzó temprano por la mañana, prácticamente en cada ciudad y en cada pueblo del país; la destrucción, los saqueos y los incendios continuaron a lo largo de toda la jornada. Multitudes silenciosas observaron lo que ocurría; la policía se limitó a dirigir el tránsito y a realizar arrestos masivos de judíos, según dijeron, “para su propia protección”. El fuego en las sinagogas fue meramente controlado, con el objeto de que no se expandiera a las construcciones adyacentes. Al anochecer no había ninguna tienda, café u oficina judía, ni tampoco ninguna sinagoga que no hubiera sido destruida, quemada o severamente dañada. Fue entonces que el ministro de propaganda, Joseph Goebbels, dijo: “El enojo justificado y comprensible del pueblo alemán ante el cobarde asesinato de un diplomático alemán en París por parte de los judíos se ha expresado extensivamente anoche. Las acciones de represalia se han extendido a lo largo de numerosas ciudades. Ahora pedimos que estas acciones cesen. Daremos una respuesta final a los judíos a través de las leyes y la normativa”.
Así reportaba el diario The New York Times del 11 de noviembre de 1938 los hechos que la historia conoce como “Kristallnacht”, la Noche de los Cristales Rotos.
El 7 de noviembre, Herschel Grynszpan, un joven judío de origen polaco de 17 años, había herido de muerte a Ernest von Rath, un diplomático alemán en París. Grynszpan actuó en represalia por la expulsión de su familia desde Alemania hacia Polonia. La reacción (que los nazis pretendieron hacer creer que fue espontánea) fue ese pogrom. La Kristallnacht constituye el punto máximo de la violencia contra los judíos en Alemania y en Austria en vísperas de lo que los nazis llamarían luego la Solución Final, el exterminio del pueblo judío.
Al atardecer del 9 de noviembre de 1938, a poco de conocerse la muerte de Von Rath, el ministro de propaganda Goebbels (con el consentimiento de Adolf Hitler) dio la orden de desatar la furia criminal contra los judíos. El saldo fue el asesinato de 91 personas, el arresto y deportación de unos 30.000 varones judíos a los campos de concentración de Dachau, Buchenwald y Sachsenhausen, la destrucción de sinagogas y el saqueo e incendio de tiendas y propiedades. Grynszpan fue arrestado, estuvo detenido en Francia durante casi dos años, pero se desconoce qué ocurrió después con él. Los judíos alemanes fueron señalados como responsables de la violencia y multados por los destrozos. La reacción del mundo fue muy tibia y de nada sirvió para detener la máquina asesina nazi.
Hoy, setenta años más tarde, resulta esencial reflexionar acerca de las lecciones históricas de la Kristallnacht y del Holocausto, la Shoá. ¿Hemos aprendido algo? Lo primero que creemos es que sí aprendimos: los regímenes democráticos han ganado terreno en el mundo, los regímenes totalitarios han disminuido en cantidad, los individuos se muestran más conscientes de sus derechos cívicos y humanos, y encuentran vías para expresarlos y hacerlos valer. No obstante, el fanatismo, la intolerancia, el odio, el antisemitismo, siguen vigentes, generan violencia y se cobran nuevas víctimas. El terrorismo, el fundamentalismo, el neonazismo son algunas de las formas actuales de manifestación de ese odio.
¿Hemos aprendido la lección? A poco de finalizada la guerra, América latina, y Argentina en particular, fue la tierra elegida por numerosos criminales nazis para escapar de la justicia. Eichmann, Mengele, Ante Pavelic, Erich Priebke, en Argentina, Klaus Barbie en Bolivia, Walter Rauff aquí, en Chile, son apenas un minúsculo ejemplo de una larga lista de protegidos. Recién a partir del retorno de la democracia en 1983, Argentina dejó a un lado su política de protección para colaborar con la Justicia. Desde entonces, la Justicia de este país extraditó a cuatro criminales nazis, y un quinto murió durante el juicio de extradición.
¿Hemos aprendido la lección? El presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, ya no sorprende cuando niega por enésima vez el Holocausto ni tampoco cuando convoca a la concreción de un nuevo genocidio con sus llamamientos a favor de “borrar a Israel de la faz de la Tierra”.
¿Hemos aprendido la lección? La Carta Orgánica de Hamas no sólo niega legitimidad al Estado judío, sino que refiere la existencia de una “conspiración judía para dominar el mundo”, tomando como prueba irrefutable un panfleto antisemita que vio la luz en los albores del siglo XX, en la Rusia zarista: los infames Protocolos de los Sabios de Sión.
Pese a esta enumeración incompleta, creo que hemos aprendido algo. Que aunque no se pueda erradicar el odio, estamos mejor. Apuesto a que somos capaces de construir mejores condiciones de vida para nosotros y sobre todo para el futuro.
Creo que hemos aprendido algo; tenemos posibilidad de construir alianzas, de trabajar juntos, distintos grupos que sufren actos de discriminación o son el blanco del discurso intolerante, entendiendo que cuando se ataca a una minoría, aun cuando indudablemente el blanco de un ataque específico sea una minoría determinada, comprendemos que la discriminación y la intolerancia pretenden destruir las bases mismas de la convivencia democrática. Como solemos decir, el antisemitismo no es un problema que afecta solamente a los judíos.
* Representante para América latina del Centro Simon Wiesenthal.
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