Jueves, 1 de agosto de 2013 | Hoy
PSICOLOGíA › PSICóLOGAS EN UNA SALA DE DERMATOLOGíA INFANTIL
La autora da cuenta de “un nuevo abordaje” para enfermedades de la piel en chicos, que se desarrolla en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez: con la participación de las familias, se logra “expresar el malestar anímico ligado con la enfermedad somática”, lo cual permite “disminuir la medicación y evitar las reiteradas internaciones”.
Por Eva Rotenberg y Elena Stenger *
La sintomatología del niño refleja enfermedad en uno de los progenitores, en ambos o en la situación social, y es esto lo que necesita atención.
D. W. Winnicott
Tomás, de seis meses, padece dermatitis atópica, según los padres “desde el nacimiento”. Así lo cuentan en la sesión multifamiliar, y dicen que el bebé ya estuvo dos meses internado. La mamá habla muy ansiosa, mientras el niño, que tiene medias en las manos para que no pueda seguir rascándose, llora y se pasa las manitos por la cara y el cuerpo. La madre cree que es genético, dice que no lo puede relacionar con nada, que todo ha sido normal. Después, miembros de otras familias hablan de distintas situaciones y ella interrumpe: “Ah, a mí me pasó algo parecido: antes del parto, se nos incendió la casa y perdimos todo; tuvimos que mudarnos a lo de mis suegros. El parto fue normal pero me maltrataron mucho, estuve muchas horas con inducción y después estuve muy triste. Creo que era depresión, porque no podía levantarme de la cama. Me costaba ocuparme del bebé”. Cuando la madre pudo recordar y sentirse contenida y comprendida, el bebé se tranquilizó y dejó de rascarse.
Desde el 2011, en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez venimos desarrollando un nuevo abordaje interdisciplinario de la patología mental y de piel, junto con las médicas Ianina Mássimo y Silvia de Francesco del servicio de Dermatología, y gracias al apoyo de los jefes de los servicios de Salud Mental, Gustavo Finvarb, y de Dermatología, José Antonio Mássimo.
Organizamos sesiones multifamiliares: asisten madres y padres con sus hijos, bebés, niños o adolescentes con patología de piel; a veces vienen acompañados de otros familiares. Los niños y púberes presentan: vitíligo, psoriasis, alopecias, acnés severos; en la mayoría de los casos llegan con dermatitis atópicas. Por distintas razones, muchas veces la intervención psicoterapéutica con esta población hospitalaria se limita a una, dos o pocas consultas. En todo caso, dada la distancia que deben recorrer muchas de estas personas para llegar al hospital, pensamos en la importancia de valorar cada encuentro como una posibilidad única, en la que puedan lograr alguna ligadura psíquica con la enfermedad orgánica. Rescatamos así la “consulta terapéutica única” que efectuaba Donald Winnicott en Londres: él recomendaba “el aprovechamiento cabal de la primera entrevista” (Clínica psicoanalítica infantil)
Adaptamos este criterio a la práctica de la escuela para padres multifamiliar, creada por Eva Rotenberg sobre el modelo de psicoanálisis multifamiliar de Jorge García Badaracco. Este encuadre, que resultó innovador y efectivo para la patología mental severa en adultos, fue aplicado por Rotenberg a niños y adolescentes y se muestra muy efectivo también para la patología orgánica. Winniccott tenía una o más entrevistas con un niño; nosotros, en una hora y media, atendemos a un grupo multifamiliar.
En nuestra experiencia, aun en aquellos casos en que al principio no conectan la aparición de la enfermedad dermatológica con ninguna situación traumática o difícil en particular, al escuchar el relato de otras familias se produce la conexión emocional con el sufrimiento familiar o del niño mismo que lo expresa en su piel. En esos momentos especiales, todos los asistentes al encuentro multifamiliar advertimos, con asombro, que en casos de dermatitis atópicas, tan pronto la madre o los padres comienzan a relacionar sus pérdidas, angustias de muerte, duelos no elaborados, los niños se alivian y comienzan a dibujar y jugar.
Las dermatitis atópicas producen comezones de tanta intensidad que los niños no paran de rascarse; el permanente rascado impide al pacientito descansar, ni de día ni de noche, hasta producir en la piel lesiones que pueden infectarse. La familia se siente angustiada e impotente. Desde el punto de vista médico no hay una etiología clara. Su tratamiento médico comienza por la administración de pomadas dérmicas, que generalmente no producen mejoría; entonces se administran corticoides, y si no surten efecto, el paciente recibe medicación más drástica, que mejora la afección dérmica pero puede exponerlo a importantes efectos adversos.
A partir de la intervención psicoanalítica con este encuadre ampliado, constatamos que los niños comienzan a mejorar, lo cual permite disminuir la medicación y evitar las reiteradas internaciones. En un ámbito de seguridad y confianza emocional, tanto las familias como los niños llegan a expresar el malestar anímico ligado con la irrupción de la patología somática.
Winnicott utilizaba el “juego del garabato”, dibujando con el niño. En nuestro abordaje, los niños de distintas edades dibujan expresando su “sí mismo verdadero” y las situaciones de sufrimiento. Si los niños lo permiten, los dibujos son vistos por todos los asistentes y comentados e interpretados por las terapeutas. Esto suscita resonancia emocional en los demás.
Los dibujos de los niños sorprenden porque siempre expresan la problemática personal y familiar; y a medida que se logra la compresión de lo que trasmiten, se van modificando: adoptan características propias de la etapa evolutiva del niño, o expresan problemáticas todavía no abordadas.
El encuadre del psicoanálisis multifamiliar nos resulta adecuado para trabajar aquellas zonas del aparato psíquico que no han tenido acceso a la palabra, y trabajar la trasmisión de lo traumático de padres a hijos: ésta, en tanto no pueda procesarse, enferma. “Este encuadre permite poner palabras a lo mudo, a la ausencia de metáforas en el lenguaje que se cosifica en la irrupción de la patología dermatológica y en otras enfermedades orgánicas, concretando en el cuerpo el dolor psíquico” (Rotenberg, Eva y Stenger, Elena: “Manifestaciones somáticas en la infancia”. Jornadas de Psicosomática, Asociación Psicoanalítica Argentina, 2012).
En nuestra observación clínica de la enfermedad dermatológica también corroboramos la conceptualización winnicottiana de falla ambiental. Sostenemos que “cuando falla la contención materna (paterna) en su función de transformación de las ansiedades, el cuerpo-continente del niño se manifiesta” (Rotenberg, Eva y Stenger, Elena: “Escuela para padres multifamiliarHospital de Niños Ricardo Gutierrez”: Jornada de Hospitales, Asociación Psicoanalítica Argentina, 2012).
Las enfermedades dermatológicas que observamos se encuentran ligadas a situaciones de sufrimiento familiar: duelos, pérdida laboral, sobrecarga de actividad de la madre, del padre o de ambos; ausencia de alguno de los padres; problemas en el vínculo de pareja: infidelidad, separaciones, enfermedad mental o física, mudanzas a repetición.
En algunos casos, como el que hemos presentado, la patología de piel se da en bebés que, no teniendo un yo capaz de elaborar pensamientos, tampoco cuentan con el yo materno para transformar las ansiedades, sino que tal vez, al contrario, las amplifica. El rascado compulsivo de la dermatitis atópica es producto de un exceso de carga emocional que no tiene otro modo de descarga, hasta que no se ponen palabras que permitan vivenciar el sufrimiento.
El bebé o niño pequeño no tiene posibilidades psíquicas para la expresión y elaboración de los sufrimientos psíquicos propios, menos aun el de las personas significativas de su entorno. Puede haber en el niño un excedente de excitación, no psíquica: en ciertos casos, corresponde a un trauma parental, traspasado de los padres al niño; en otros, hay contenido traumático que incumbe a la familia toda pero que el niño o adolescente no puede resolver ni procesar. El cuerpo es el medio privilegiado para expresar en clave orgánica aquello para lo cual todavía no hay capacidad de simbolizar. El cuerpo se constituye en “lenguaje que reemplaza la metáfora”.
La enfermedad aparece como expresión de los vínculos del bebé con la madre y el padre, o del niño o adolescente con la madre, el padre y los hermanos. En los encuentros de la escuela para padres multifamiliar, al abordarse la problemática de las relaciones duales y familiares, el alivio de los síntomas dérmicos puede ser inmediato.
El diagnóstico médico sirve muchas veces como “significante de la mirada del entorno, que devuelve una marca identificatoria muy fuerte, y alrededor del cuerpo injuriado se construye lo que hemos denominado identidad corporal: cuando alguien es nominado y hablado por y desde su enfermedad” (Rotenberg, E. y Vázquez, L.: “Trasplante de órganos”, trabajo presentado en la XVI Jornada de niños y adolescentes, APA).
Frecuentemente, la manifestación en el cuerpo expresa, por parte del niño o adolescente, una gran preocupación por algo que está sucediendo en su familia pero de lo que no se habla. Ana, una adolescente que consultaba por vitíligo, dotada intelectual y artísticamente, sufría acoso en la escuela por su obesidad y se encontraba al borde de un brote psicótico. En su familia había habido internaciones por problemas mentales severos y adicción a las drogas; ella había perdido contacto con su padre desde los tres años. Su sufrimiento y riesgo no eran registrados por su familia, numerosa, con dificultades de vivienda, con hijos que se convertían en padres adolescentes y nietos que la mamá de Ana intentaba criar como podía, con el consiguiente e involuntario abandono en el acompañamiento de esta hija. La convivencia en el hogar de varias generaciones –Ana tenía sobrinos de su edad– le producía confusiones y confrontaciones por la posesión de la madre-abuela. El dolor psíquico y el desaliento emocional se expresaban con la pérdida de coloración en la piel, afección dermatológica que se conoce como vitíligo.
La acción de las psicólogas, las médicas y también de las otras familias del grupo multifamiliar permitió rescatar a esta adolescente de un sufrimiento silenciado y no advertido, que sólo se manifestaba en su cuerpo. La madre comenzó a registrar la situación, pudo poner límites a sus hijos mayores y ocuparse de Ana, que la necesitaba. La terapeuta coordinadora se comunicó con la escuela, e incluso se pudo localizar al padre, con quien ella logró tener algún contacto. Como efecto de transformaciones emocionales tan positivas, unidas al tratamiento médico, comenzó a recuperarse la pigmentación de la piel. Una vez más se muestra que somos una unidad cuerpo-mente; lo que sucede en una de las áreas afecta a la otra.
* Texto extractado del trabajo “La ‘Consulta Terapéutica’ en la Escuela para Padres Multifamiliar en el servicio de Dermatología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez”, que fue presentado en el 21º Encuentro Latinoamericano sobre el Pensamiento de Winnicott.
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