PSICOLOGíA › ESOS BREVES RELATOS QUE CIRCULAN ENTRE GENERACIONES

“No creas en los proverbios”

Los proverbios trasmiten –trasmitían– la experiencia entre generaciones y su caída es quizá la de la función paterna.

Por Andrés Barbarosch *

En un texto que se llama “El eco de los proverbios”, Theodor Reik cuenta que hay frases, proverbios que escuchamos en la infancia, que después olvidamos y que, ya adultos, vuelven a nosotros como si fuesen un eco de aquello que habíamos escuchado. Reik dice que el momento en que los proverbios reaparecen es más intenso que aquel en que fueron escuchados. Y cuenta cómo una vez, con sorpresa, recordó una frase que su abuelo usaba con frecuencia en discusiones que tenía con su padre y que los niños escuchaban. El padre y el abuelo discutían, el padre salía de la pieza y el abuelo decía: “Cuando estamos vivos, no nos dejan hablar; cuando estamos muertos, no podemos hacerlo”, y los chicos se reían. Mucho tiempo después, siendo adulto, recibió el eco de ese dicho, y pudo pensar entonces que en esa frase había una inteligencia, cuya guía era la pregunta sobre cuándo nos es dado hablar; cuándo podemos expresar nuestras opiniones.
En el proverbio, ese relato breve, se transmite una experiencia; se vehiculiza, entre las generaciones, un saber: esto señala ya la cuestión de la paternidad. Pero, también, en tanto el eco es más significativo que la frase escuchada, se ve afectada la temporalidad, el tiempo se muestra discontinuo, lo cual, como veremos enseguida, reenvía nuevamente a la cuestión del padre.
Walter Benjamin, en su texto “Experiencia y Pobreza”, recuerda la fábula del anciano que, en su lecho de muerte, les dice a sus hijos que en la viña hay un tesoro escondido: muerto el padre, los hijos remueven la tierra sin encontrar nada pero, prosigue el relato, a su tiempo la viña dio mejores frutos que nunca. El padre les había legado una experiencia: la bendición no está en el oro sino en la laboriosidad.
Otra vez se plantea la problemática de la temporalidad, entre la manera literal como los hijos entienden el relato del padre y lo que pueden reinterpretar, después, a partir de la cosecha; se produce una serie de retornos sucesivos, ubicada en esa dimensión de la paternidad. El proverbio ofrece la cuestión de la paternidad reducida a la dimensión de una frase, en una escena delimitada a posteriori por la temporalidad del aprés-coup.
Benjamin, a esta altura, se plantea: ¿quién, hoy, sabe contar una historia? ¿A quién le sirve de ayuda un proverbio? Relatos, proverbios son modos privilegiados de transmisión de experiencias a través de las generaciones: ¿quién dice hoy una palabra perdurable?
Benjamin escribió ese artículo en torno de la destrucción de la experiencia que, para toda una generación, produjo la Primera Guerra Mundial. La trasmisión de una generación a otra quedó en gran medida abolida con la Gran Guerra. El lo dice de una manera contundente: “Porque jamás ha habido experiencias tan desmentidas como las estratégicas por la guerra de trincheras, las económicas por la inflación, las corporales por el hambre, las morales por el tirano”. Se ha producido un corte, una destrucción en el sentido de la experiencia. Benjamin está frente a un borde: la Primera Guerra Mundial ha arrasado una cultura que él ve desaparecer ante sus ojos.
Giorgio Agamben, en Infancia e historia. Ensayo sobre la destrucción de la experiencia, conecta esta pérdida de la experiencia con el tema de la ciencia, y retoma la cuestión del proverbio para decir que, en la sociedad contemporánea, el proverbio dejó de existir y fue sustituido por el slogan, que define como un proverbio vaciado de experiencia.
En La evicción del origen, Guy Le Gaufey comenta un slogan y un proverbio, en su tesis sobre las diferencias entre Freud y Lacan acerca de la concepción del padre. Localizada la manera en que la ciencia contemporánea altera el modo en que el padre era representado en la concepción clásica, se pregunta: “Uno de los grandes slogans de estesiglo, ‘la caída de la autoridad paterna en nuestras sociedades modernas’, ¿tendrá allí su origen?”. A lo cual responde: “Sí y no”. No, en tanto la decadencia de la autoridad paterna parece obedecer a razones muy diversas: desde el notable crecimiento de los aparatos del Estado a la sin precedentes equivalencia social de los sexos o a la evolución del derecho sobre las costumbres. Pero, también, sí: puesto que la ciencia contemporánea ha contribuido a poner en cuestión los supuestos sobre los cuales hacemos descansar nuestras creencias. Ese slogan, que por su nivel de generalidad resulta engañoso, encuentra en el movimiento del análisis las marcas discursivas de las cuales es efecto.
Para comentar la noción de excepción Le Gaufey cita el proverbio: “La excepción confirma la regla”. Menciona la revolución que Einstein produjo en la física, en particular por la caída de la noción de éter, que sostenía el orden físico anterior y, dentro de éste, conservaba un lugar de excepción. Le Gaufey quiere discutir la excepción como un modo de interrogar la cuestión del padre en psicoanálisis. Critica la manera como Sigmund Freud concibe el padre, y, en una segunda instancia, la manera como plantea la cuestión del sujeto.
El marco de la discusión es la lectura de Totem y tabú. La crítica se orienta a distinguir entre el padre como un ser único, indivisible, situado en el comienzo de la serie, y su sucesión, los padres, la sucesión de padres a través de las generaciones. Y critica la preservación del sujeto clásico, de un sujeto que existe previo a la marca, que, aunque recibe marcas, está afectado aún por su carácter sustancial. Desde este punto de vista la definición lacaniana del sujeto, como lo que un significante representa para otro significante, implica un giro y una novedad.
Le Gaufey se pregunta de dónde proviene la verdad del proverbio “la excepción confirma la regla”. Y contesta: de su connivencia con el régimen del padre y del sujeto clásico. La excepción es la del padre como elemento primero de la serie: el sujeto como una entidad que estaría allí desde siempre. Le Gaufey cuestiona la veracidad del proverbio. La excepción confirma la regla en tanto ella misma es relativa a la regla, en tanto el universo de la regla permite designarla como excepción. Ahora, si hubiera un sistema de reglas que comprendiera a su vez a la regla y a la excepción, entonces podría plantearse una excepción de la excepción: el planteo se haría infinito.
Otra manera de abordar la excepción es con respecto a quienes tienen un lugar de excepción, por ejemplo, el rey. Su situación excepcional no depende de un accidente sino de su esencia; el rey ocupa una posición de excepción, como el padre de Tótem y tabú en el comienzo de la serie. Pero, en tanto la excepción se ve reducida a su carácter relativo, el régimen natural cae; no puede situarse ya la naturaleza o esencia del padre o del rey. Y Le Gaufey señala que hablar de padre en psicoanálisis implica hablar de la excepción, ya que cada padre se relaciona con el orden de la excepción; pero se trata de excepciones sin jerarquía interna; no hay Padre (con mayúsculas) de los padres, como no hay excepción de la excepción.
¿En qué se diferencia un proverbio de un slogan? Tanto en el ejemplo de Reik como en el de Benjamin, el proverbio funciona como un símbolo, en el que la cuestión del padre está presente al tiempo que el ser del padre está ausentificado. Se reduce a una frase, a un texto, a algo que transmite una experiencia, donde se pone en juego el orden de la verdad, pero donde la presencia se ve limitada a una mínima apariencia.

* Extractado del trabajo “Proverbios, relatos y otras historias”, publicado en Entre el mito y la lógica, volumen colectivo (ed. Letra Viva) cuyos autores pertenecen a Ensayo y Crítica del Psicoanálisis.

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