PSICOLOGíA › SOBRE “MILLION DOLLAR BABY”

“Tú eres mi luchadora”, dijo el padre

Por Daniel Braun *

En la película Million dollar baby, dirigida por Clint Eastwood, se destaca el tema de la filiación, factor normativizante que, contemplando la diferencia de los sexos y la sucesión de las generaciones, produce un lugar en la sociedad para cada individuo. No hay datos biográficos de Frankie; sólo sabemos que tiene una hija, Kate, que no contesta sus cartas desde hace años, y una oscura culpa que lo lleva a asistir cotidianamente a misa desde hace 23 años. Estudia gaélico, antiguo dialecto celta que se habla en Irlanda y Escocia: lengua de sus antepasados; se trata de una interrogación acerca del linaje, de la filiación en tanto operación de lenguaje.
Willy, su discípulo predilecto, lo abandona –como a su manera lo hizo Kate– y, de la mano de otro manager, se consagra campeón, utilizando todo lo que Frankie le enseñó. Este episodio metaforiza el lazo filiatorio como lo concibe Frankie: sólo ligadura, continuidad, en forma tal que deja de lado lo que el lazo tiene, al mismo tiempo, de discontinuidad. La sorpresa cuando es abandonado por Willy marca el momento en que comprende esa estructura paradojal: podrá entonces, superando el rechazo original, tomar como pupila a Ma- ggie, la camarera que quiere ser boxeadora, pero planteándole, al mismo tiempo, que luego de transmitirle su saber, la dejará ir, para que continúe su carrera hacia el campeonato con otro manager.
Maggie no se resignaba a su destino de propinas y anonimato: lejos de cualquier queja neurótica, quería ser campeona mundial, ganar un millón de dólares. Un significante insiste en su discurso: llama boss a Frankie; para ella es el jefe, el que la puede ayudar a avanzar en esa dirección.
Cuando Maggie intentó comenzar a pelear con otro tutor, prematuramente y con resultado desastroso, Frankie intervino para ayudarla: fue entonces interpelado por el árbitro –representante de la ley en el ring– sobre qué lo autorizaba a intervenir, y contestó: “She is my fighter”; ella era su luchadora. Maggie relata que el padre usaba esa misma palabra para referirse a ella. Así, Frankie produjo una suerte de adopción.
En un momento ulterior, él le regalará la bata verde –color emblemático de su origen– con el extraño nombre “Mo Cushla”; misterioso, puro sonido, ella lo acepta complacida. Con ese nombre, cuyo significado no le revela todavía, se hace famosa y recorre el mundo peleando.
El le ha donado un nombre: actuando retroactivamente sobre los tiempos anteriores, han construido, él con su donación y ella con su aceptación, un lazo filiatorio de características diferentes al que Frankie tenía con Willy –y quizá con Kate–. En el espacio que va de boss a Mo Cushla, un lazo que filia y afilia, un lazo que transmite y se transmite.
Al final, cuando nadie quiera saber nada del deseo de morir de la luchadora, sólo Frankie la escuchará y, habiendo aprendido algo más sobre el lazo que los une, la acompañará hasta el final.

* Psicoanalista. Extractado del trabajo “La chica del millón: filiación y transferencia”.

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