Jueves, 18 de mayo de 2006 | Hoy
Por G. L. G.
“Sodoma”, en Sade, es el espacio donde se realiza una práctica reversible que excluye la vagina y la reproducción. El ultraje al sexo de la mujer, la preferencia explícita de la sodomización entre hombres, muestra la expropiación para fines propios de lo que las mujeres relatan: “A los pies del trono había unas gradas sobre las que debían encontrarse los sujetos traídos para procurar calmar la irritación de los sentidos producida por los relatos”.
Las mujeres son advertidas: “A vosotras os corresponde discernir nuestros movimientos, nuestras miradas, nuestros gestos, aclarar su expresión, y sobre todo no equivocaros respecto de nuestros deseos. Supongamos, por ejemplo, que este deseo fuera el de ver una parte de vuestro cuerpo y llegarais torpemente a ofrecer otra: pensad hasta qué punto semejante error estorbaría nuestra imaginación y todo lo que se arriesga al enfriar la cabeza de un libertino que, supongo, espera un culo para eyacular y al que se le presenta estúpidamente una vulva. En general, ofreceos siempre muy poco por delante; recordad que esta parte infecta que la naturaleza sólo formó desatinadamente es siempre la que más nos repugna” (Las 120 jornadas de Sodoma). La cínica ironía de este párrafo se encuentra en el tono de las órdenes y se alterna con las descripciones de cuerpos, partes de cuerpos y actos que se realizan. Se le pide a Duclos, una de las narradoras, los máximos detalles para poder “juzgar la relación de la pasión con las costumbres y con el carácter del hombre”. La orgía es un laboratorio.
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