Las instituciones neuropsiquiátricas suelen presentar un particular ordenamiento espacial donde los pacientes más cronificados, con muchos años de “depósito” en la institución, están ubicados en las salas “del fondo”. Hay que internarse en la institución para llegar a verlos. Los profesionales casi no llegan, ya no reciben visitas, son los últimos en recibir la vianda. Están mal vestidos, mal aseados, mal comidos, casi sin asistencia profesional. Estas distribuciones de los espacios edilicios son prácticas manicomiales que no responden a trazos normativos explícitos; podrían hablar por sí mismas, no están ocultas, se realizan a la vista de todos, sólo que, al naturalizarse, operan sin ser vistas.

Esto muestra la importancia de analizar también, en las instituciones, elementos extradiscursivos: lo no dicho, lo naturalizado, aquello que está ahí pero no se ve. Ordenamientos, formas organizacionales, ciertas prácticas sociales que las instituciones presentan, pueden ser importantes analizadores (véase El analizador y el analista, de G. Lapassade) en los ámbitos institucionales-comunitarios. Su accionar y su eficacia difícilmente serán localizables en discursos, reglamentos o normativas explícitas.

Se toma aquí la noción foucaultiana de dispositivo, en tanto conjunto heterogéneo de prácticas discursivas y extradiscursivas en distintos grados de articulación, concordancia, discordancia, enfrentamiento y/o accionar entre los elementos que en él convergen.