SOCIEDAD › NUEVE POLICIAS BAJO ARRESTO POR LA DESAPARICION DE UN CHICO EN EL RIACHUELO
Algo huele a podrido en la comisaría 34ª
Mientras buzos tácticos buscaban el cuerpo de Ezequiel Demonty en el Riachuelo, la cúpula de la comisaría 34ª, acusada por su desaparición, fue destituida y nueve policías quedaron bajo arresto. Los dos chicos que acompañaban a Ezequiel cuando fue arrojado al agua confirmaron la denuncia.
Por Horacio Cecchi
Ayer, la comisaría 34ª, del barrio de Pompeya, quedó rodeada: por vallados e infantería, temiendo el síndrome El Jagüel; por el fantasma de Ezequiel Demonty, que no fue hallado pese a la búsqueda realizada durante 14 horas por buzos en el Riachuelo; por familiares, amigos y vecinos del Bajo Flores que reclamaron justicia (ver aparte). Y por la zozobra. Es que la cúpula de la comisaría fue destituida, y nueve de sus policías quedaron bajo arresto sospechados de haber participado en la desaparición de Ezequiel en las aguas pútridas del Riachuelo. El fiscal Marcelo Romá tomó declaración a los dos chicos que acompañaban a Ezequiel y también fueron arrojados al agua. Ambos confirmaron la denuncia. Declaró además un testigo de identidad reservada, que vio cuando policías de la 34ª golpeaban y subían a tres patrulleros a los tres chicos. Posiblemente, hoy tomen declaración a los uniformados bajo arresto. Un ex funcionario de la Secretaría de Seguridad confirmó lo que Página/12 anticipó ayer: “Hace tiempo que vienen echando gente al Riachuelo”.
“Estábamos en la puerta de la remisería y cayó un patrullero de la 34ª. Y enseguida vinieron dos más. Nos empezaron a verduguear en el piso y después nos subieron a los autos. Uno en cada uno. Dijeron que íbamos para el Riachuelo. Me preguntaron si sabía nadar. Yo creí que era una joda. Pero dicho y hecho.” El relato corresponde a uno de los amigos de Ezequiel, de 18 años, que repitió textualmente ante el fiscal Romá y la jueza de instrucción María Cristina Bértola. Cuando los arrojaron al Riachuelo, les gritaron “¡Naden, naden, porque, si no, tiramos!”.
El menor (de 14 años) se tomó de una rama y flotó hasta que los policías desaparecieron. Entonces, nadó hasta la otra orilla. El mayor lo hizo antes. “Ezequiel nadó en diagonal, hacia el río, pero no lo vimos más”. Los dos sobrevivientes se reunieron del otro lado y quedaron tiesos durante varios minutos, shockeados y bajo una crisis de nervios y llanto. Fue entonces que un hombre que pasaba por el lugar les preguntó por qué lloraban y le relataron la terrible experiencia. El comentario del desconocido aún mantiene en alto la esperanza de la familia de Ezequiel por encontrarlo con vida: “Eso que me cuentan ustedes me lo acaba de decir un flaco alto que salió todo empapado”. Los dos chicos se levantaron, animados, y salieron en busca de su amigo. Jamás lo encontraron.
Ayer, desde las cuatro de la madrugada, buzos de la Federal y Prefectura rastrillaron el Riachuelo desde el lugar en que fueron arrojados los tres amigos hasta el puente La Noria, en un sentido, y hasta el puente Pueyrredón, en el otro. La tarea fue continua durante catorce horas, sin éxito.
El recorrido de Ezequiel, desde la medianoche del viernes, cuando decidieron salir a bailar a Panambí, en Constitución, hasta su trágica desaparición, fue reconstruido por varios testimonios. “Salimos en grupo”, dijo a este diario, Leo, uno de los hermanos de Ezequiel. “Eramos ocho. Estuve con él en el boliche, pero lo perdí de vista. A eso de las cinco lo busqué y una chica me dijo que ya se había ido para mi casa con dos amigos. Al otro día vimos que no estaba y los amigos nos contaron lo que pasó”. Un testigo clave, de identidad reservada, agregó además detalles del momento en que fueron golpeados por los uniformados, y arrastrados a los patrulleros.
Ayer, el caso había tomado tal dimensión que tras una conversación con el secretario de Seguridad, Alberto Iribarne, el jefe de la Federal, Roberto Giacomino, ordenó el arresto de nueve hombres del servicio de calle de la 34ª, que pasaron a los calabozos del Cuerpo de Policía Montada. El arresto no es una detención penal, sino una medida interna: “para que no se fuguen”, confió una fuente policial. El lunes, el comisario de la 34ª, Juan Carlos Pereyra, había intervenido de oficio en el caso, sosteniendo que en la seccional no sabían nada del caso. Pero Pereyra ya no sostiene: fue destituido del cargo, igual que el resto de lacúpula de la comisaría y quedaron en disponibilidad igual que los nueve arrestados. Señal de que el relato de los dos sobrevivientes tiene asidero, incluso entre los federales. La disponibilidad de la cúpula coincidió con dos pedidos: uno, de destitución, presentado por Gustavo Lesbegueris, defensor adjunto porteño; el otro, un pedido de informes del legislador porteño Roque Bellomo.
Este diario informó ayer que arrojar gente al Riachuelo no fue un accidente sino una costumbre. “Hace rato que vienen tirando gente al agua en esa zona”, confirmó un ex funcionario de la Secretaría de Seguridad. Ahora, se agregó otra costumbre: trabajadores del Centro de Salud 24, de la escuela primaria y del jardín de infantes número 4, y catequistas de la parroquia del barrio Ramón Carrillo denunciaron ante la ombudsman porteña, Alicia Oliveira, a la misma 34ª (y la 36ª). Desde septiembre del año pasado, ininterrumpidamente, policías de esas seccionales, al pedirles documentación, martillan las armas y los golpean. Los denunciantes identificaron un Escort blanco patente CSD 714. Oliveira preguntó en el Registro Automotor y le indicaron que pertenecía a la Federal. Oliveira llamó entonces a la División Automotores de la Federal, donde le confirmaron su pertenencia con un detalle: “Sí, nos pertenece. Está destinado en la Delegación de la Policía Federal en la provincia de Tucumán”.