Miércoles, 2 de julio de 2008 | Hoy
SOCIEDAD › LO DICTARON EN EL CALAFATE, POR ABUSO SEXUAL AGRAVADO POR CORRUPCIóN DE MENORES
El caso fue denunciado por LG y ocurrió durante un paseo por El Calafate. El chico lo vinculó a otros once abusos sufridos en la Fundación. Pero, llamativamente, estas denuncias corren en la Justicia de Morón, que ya les puso fecha de juicio: 19 de agosto.
Por Horacio Cecchi
“La causa no da para más”, dijo a los medios, seguro y convencido, el cura Julio Grassi el 27 de mayo pasado, a las nueve de la noche y después de casi once horas de declaración indagatoria ante el juez de El Calafate, Carlos Narvarte. El cura se refería a la acusación por abuso sexual agravado por corrupción de menores iniciada por Luis Gutiérrez, hoy de 24 años pero de 17 en el momento de los hechos denunciados. Un mes le duró la convicción a Grassi. El lunes pasado, se le hizo añicos cuando el juez Narvarte consideró que la causa daba para bastante más y lo procesó. O sea, consideró que existen pruebas fehacientes para iniciar un proceso penal por abuso y corrupción de menores al padre de la Fundación Felices los Niños, el segundo proceso si se tiene en cuenta el ya abierto en Morón con fecha de juicio oral, el 19 de agosto próximo. Una de las pruebas valoradas por Narvarte para dictar el procesamiento fue la pericia psicológica ordenada por el mismo juez y que obtuvo “indicadores similares a los que poseen delincuentes sexuales”.
El caso El Calafate fue iniciado por Luis Gutiérrez cuando protectivamente era designado como LG ya que tenía 17 años y se presentó ante la Justicia de Morón para denunciar situaciones de abuso y corrupción contra Grassi mientras LG era un chico internado en la Fundación, entre 1998 y 2003. Pero los hechos que denunciaba en ese momento habían ocurrido en El Calafate, en un solar vacacional de la fundación. LG había descripto al menos dos situaciones de abuso, una de ellas, en un gimnasio de la fundación en el sur, cuando el grupo de amigos del chico fue a ver un partido de la Selección argentina y uno de ellos regresó imprevistamente y encontró al cura acostado con LG en una cama. La otra situación valorada como prueba por Narvarte fue descripta como abuso en la camioneta Berlingo del cura. Allí, describió Jorge Calcagno, abogado representante de Luis Gutiérrez (lleva el caso junto a Juan Pablo Gallego, que representa al Casacidn y los intereses del niño), “Grassi lo hizo subir al vehículo, puso un casete de Soledad Pastorutti y le estampó un beso en la boca”.
Pero, en 2006, poco tiempo después de haber relatado esos hechos ante el fiscal 7 de Morón, Matías Rapazzo, imprevista y curiosamente LG volvió para desmentir todo lo dicho. Pero más curioso fue que terminó abriendo la tapa de la caja de Pandora.
–Entonces, ¿usted no fue abusado por el padre Grassi en El Calafate? –preguntó la mañana del 6 de julio de 2006 el fiscal 7 de Morón, Matías Rapazzo.
–No –aseguró Luis Gutiérrez.
–¿Grassi abusó de usted en algún otro momento? –preguntó Rapazzo con la idea de dar por terminado el trámite.
–Sí, en Buenos Aires –fue la respuesta, inesperada hasta para el mismo LG, que se mostró quebrado en el tono.
A partir de ese momento describió once hechos ocurridos en la sede misma de la fundación, ya no en El Calafate sino en Hurlingham. Dijo que durante el viaje a El Calafate entabló “una amistad” con el sacerdote (Calcagno lo definió como una “preparación del terreno” para lo que después ocurriría en Hurlingham).
La causa abierta por LG quedó partida en dos por impulso de la defensa que logró impedir que la acusación de El Calafate se sumara a la causa de Morón. El argumento se sostuvo en una cuestión formal: lo ocurrido en El Calafate corresponde al juez natural, en El Calafate.
Pero el beneficio se transformó en un lastre. Grassi había logrado con éxito eludir la pericia psicológica ante los especialistas de la Justicia de Morón, apoyado en la idea de la confabulación y de la falta de objetividad. Pero creyó ventajoso aceptar la pericia psicológica que la Justicia del Calafate había ordenado al iniciar la investigación.
“Es posible que haya creído que el hecho de ser muy conocido en esa zona iba a influenciar para su beneficio a los peritos –comentó un experto del caso a este diario–. También puede ser que haya elegido hacerse la pericia porque hasta ese momento, la causa de El Calafate venía bastante alejada del conocimiento público y a él le podía resultar un buen espacio para tantear un resultado. Cuestión que si le salía bien podría pedir incorporarla en la causa principal.”
Pero le salió todo mal. La pericia, muy completa en la faz técnica, con varias y diferentes baterías de tests, dieron un diamante en lo que respecta a la acusación: los peritos dictaminaron “indicadores similares a los de delincuentes sexuales”. Para colmo, la causa de El Calafate estalló en la prensa. Los defensores lograron impedir que se incorporara el expediente sureño, generando el despropósito de que el mismo delito, la misma víctima y el mismo acusado fueran analizados en causas diferentes y a más de mil kilómetros de distancia. De todos modos, el nuevo tribunal del caso, el Tribunal Oral 1 de Morón que llevará el juicio, aceptó incorporar como pruebas algunos testimonios clave de El Calafate y la pericia psicológica del padre de Felices los Niños.
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