SOCIEDAD › UNOS 15 MIL LIBROS DONADOS PARA BIBLIOTECAS POPULARES
Un día de cultura solidaria
Más de 20 mil personas participaron del evento organizado por la Secretaría de Cultura porteña. Hubo espectáculos gratuitos en la calle y en el Teatro General San Martín: la entrada, un libro.
La nena, Micaela Lazarte, se vuelve una pluma de músculos y tendones, con sus aros acrobáticos y como puede le sonríe a su abuela que la mira con más alborozo que nadie. Se mueve armónica como su propia destreza circense. Desde las gradas instaladas sobre Corrientes, con vista hacia el San Martín, su familia, casi entera, y sus vecinos de la Villa 24 de Barracas, la alientan con vítores, aullidos, aplausos cerrados, y ese “¡dale Mica, dale!” que sale de boca de Yolanda Ledesma, la orgullosa matriarca. En un extremo, justo donde Paraná cruza a la avenida insomne, una gigantesca cabeza hecha de madera se va colmando de los libros que los presentes acercaron como pago simbólico para presenciar todos esos espectáculos que llenan la tórrida tarde del domingo más caluroso de esta primavera. Los organizadores –la Secretaría de Cultura de la ciudad– estiman que unas 20 mil personas pasaron por el evento “Contamos con vos: día del compromiso social de la cultura”, durante el que se reunieron unos 15 mil libros que serán el fondo inicial para 16 bibliotecas populares en distintos puntos del Buenos Aires más pobre.
Micaela fue apenas el comienzo del espectáculo de los integrantes de la Escuela de Circo que hace seis años funciona en la Villa 24. Colgados de telas, arneses o cuerdas, se fueron alternando con los acróbatas que sobre el piso hacían cabriolas, pirámides humanas, saltaban por un aro de fuego y bailaban break-dance. Todo para un público caluroso y acalorado, que soportó como si hubiera estado en los bares renovados de la avenida, con aires acondicionados de altas frigorías, y no bajo el sol destructor que ayer impuso unos 36 grados de sensación térmica. Doña Yolanda estaba de fiesta: se había puesto una camisita de algodón blanco, con esos pliegues como de gala en el pecho. “Estoy chocha, la nena está más contenta que yo todavía. Es increíble, pero los chicos estos empezaron colgándose al travesaño de un arco de fútbol”, contó, sin dejar de mirar a Darío, un morocho que giraba en el trapecio. “Ese chico está en el grupo desde hace mucho, y ahora ya sale a dar clases afuera.” El afuera de Yolanda no es el afuera del porteño medio, el afuera que significa “exterior”, sino que es el afuera de la villa. El morocho da clases de acrobacia aérea en otros centros culturales de la ciudad.
Si hubo divas y divos, si hubo protagónicos durante el “Contamos con vos”, la división de roles fue pareja. Si sobre Corrientes la escena era del circo, la danza afro y las murgas, por Paraná el lugar era de las ONGs, los talleres de lo inimaginable que se hacen en los 45 centros culturales y en los programas de la Secretaría que dirige Jorge Telerman. Ayer se lo podía ver entre la maraña de actividades con un pantalón inglés de pequeños cuadros en beige y una camisa veraniega hablando con unos y otros, confundido hasta con Aníbal Ibarra por un desaprensivo obrero de una villa que le pedía que no le cerraran “la nocturna” a la que asiste.
La evaluación que hacía ayer, refugiado por unos minutos en la confitería Premier, era más que optimista: “Nos hemos atrevido a avanzar con la gente para generar espacios celebratorios, festivos y masivos, aun en el momento de mayor beligerancia entre el Estado y la sociedad”, le dijo a Página/12. Telerman sabe que esta fiesta en la que se lo ve disfrutar del disfrute colectivo tiene una historia no escrita que es la de la Carpa Cultural Itinerante, que se lanzó en Mataderos durante el enero aciago de este año.
Podría decirse que algo de ese eclecticismo, esa variedad mundana que propone la carpa en los barrios periféricos, era lo que ayer definía el encuentro para juntar libros en el centro. A metros de la cabeza de los libros había vuelto a ver la luz la bandera de lana imaginada por la artista Alejandra Mettler, tejida de mil celestes por todo un equipo de abuelas y matronas voluntarias. Alba Reynoso, de 65, y soltera por culpa del hombre que la abandonó casi en el altar, tejía contando que la insignia de cien metros será convertida tras su exposición en frazadas para quienes las necesiten el próximo invierno. Más allá, la gente delPlanetario ofrecía un cielo de plástico y auriculares con sonidos holofónicos para que los ciegos vean las estrellas. En la esquina tocaba impidiendo la demostración galáctica La historia del crimen, un trío de Rockabilly. Ya en el centro cultural, entre esculturas, pinturas y fotos, cientos hacían cola para entrar gratis al Festival Guitarras del Mundo. Del otro lado, sobre Corrientes, las murgas se despedían subiendo a los micros y la clase media esperaba para ver, también gratis, las obras del Teatro San Martín: desde La casa de Bernarda Alba a Dedos, el musical, una obra en la que Alejandro Tantanian propone la risa de la desesperación, cierta alianza estratégica con la frivolidad para respirar en estas épocas.