Antes de ingresar en los Tribunales de Morón, donde se está enjuiciando al cura Julio César Grassi, uno de los abogados querellantes adelantó que su alegato, “para decepción de quienes esperan confrontaciones”, se focalizaría “en la valoración técnica y científica de la prueba producida”. Sin embargo, el doctor Juan Pablo Gallego no se privó de calificar al acusado, definiéndolo como “un pedófilo compulsivo que se refugió en una institución a la que deshonró, para desde allí hacer lo mismo que haría siendo taxista o policía”.

Una vez adentro, el abogado que representa al Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño utilizó el primero de los cinco días que pidió para su alegato para explicar cómo valorar las pruebas presentadas. Aseguró, entre otras cosas, que Grassi es “pedófilo, pederasta y persistente corruptor de menores” y que el 96 por ciento de los casos de menores que denuncian abusos son veraces (en este caso, la denuncia parte de tres menores).

Luego hizo una mención especial a la “respuesta violenta” que recibió por parte de Grassi durante el proceso, que lo obligó “a soportar la difamación electrónica y cibernética, denostaciones, falsedades, ataques mediáticos del imputado y sus bizarros acompañantes, denuncias e intimidaciones”. Gallego defiende a “Ezequiel”; los abogados de los otros dos jóvenes que denunciaron a Grassi pidieron condenas de 20 y 25 años de prisión.