Domingo, 8 de agosto de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › LA TRAMA DE LOS QUE SEÑALAN A LAS VICTIMAS Y POR QUE SUELEN SALIR INDEMNES
Sus rostros son conocidos porque quedan expuestos en los videos cientos de veces. Pero sólo caen los que dan el golpe sobre la víctima. La cobertura policial. El desinterés de los bancos. Los casos más resonantes. La situación de Carolina Píparo, asaltada después de sacar plata del banco Santander Río, en La Plata.
Por Horacio Cecchi
“Fue el cajero, fue el cajero”, susurraba Carolina Píparo recién baleada, instantes después de que un asaltante la golpeara en el rostro, le disparara dos veces, le arrancara su bolso en el que llevaba el dinero que había retirado del banco, trepara a una Yamaha y desapareciera. La Bonaerense se movió desusadamente rápido y en dos días ya había detenido al supuesto autor del disparo, al conductor de la moto, a su novia y a otra mujer como encubridoras, y al supuesto jefe de la banda que había permanecido en apoyo. A las 48 horas del asalto, públicamente, con estridencias, el gobierno bonaerense anunciaba que la banda había sido desarticulada. Faltaba apenas uno. Y fue dicho en un párrafo secundario, como un dato menor. Era apenas el marcador. Curioso, fue el primer rostro conocido por los investigadores pero su nombre fue el último en ser entregado a la prensa, cinco días después de la salidera, y con el suficiente tiempo como para desaparecer de su casa, incluso con su familia.
Aunque se haya trepado a la cresta de la ola informativa de la inseguridad, la salidera bancaria es casi tan vieja como la ruda, y lleva el mismo tiempo que la existencia de los bancos. Su nombre, de fácil deducción, viene a cuento porque el golpe se da a la salida del banco, cuando la víctima hizo el retiro que justifica la maniobra. Hoy, el nombre no cumple estrictamente con el significado. Las víctimas son las mismas, pero las salideras ya no son más a la salida, sino a distancia.
Estadísticas creíbles no existen, porque hay una infinidad de casos que no trascienden por mínimos. “La cantidad de salideras a jubilados, a empleados que cobran su sueldito, a pequeños retiros, es impresionante”, confió un bancario, quizás azuzado porque horas antes de la consulta trascendía que en el caso Píparo había sido citado a declarar el cajero de la sucursal del Santander Río. Pero en el rastreo de casos publicados, en menos de una década aparecieron más de treinta con final trágico.
Como un calco del caso Píparo, en la mayor parte de las salideras el primer señalado es el cajero. “Es el que tiene el contacto directo con el dinero, el que sabe cuánto dinero se retira, el que el cliente ve cara a cara”, justifica con molestia el bancario.
Puede haber excepciones, pero un cajero no parece dar con el tipo de delito –describió un juez de Garantías bonaerense–. ¿Cuánto robaron?, ¿diez mil dólares?, eran al menos seis en la banda, cuánto le hubiera tocado, pongamos mil dólares. ¿Y poner en riesgo su cargo y una condena muy dura, siendo el primero que el público visibiliza? Un caso puede ser. Pero no lo veo.
Y si no es el cajero, ¿quién entonces? En un caso de supuesta resolución tan vertiginosa como el de Píparo, la ausencia debiera llamar la atención, porque es el único punto flojo cuando es el personaje más visible. Como en el caso de los reclutadores, la lógica del sistema de funcionamiento no debiera buscarse en las estridencias –que suelen ser echadas al ruedo para saciar los reclamos que desatan crisis políticas– sino en los intersticios de esos anuncios, en las grietas donde predomina el silencio. Si un día después de publicada la nota sobre la cobertura policial a los reclutadores, el único prófugo del caso Urbani –señalado como reclutador y prófugo durante ocho meses– fue detenido, suena a que la tormenta lo sorprendió sin paraguas. En el caso de los marcadores de salideras, igual, huele a paraguas policial que los detenidos sean siempre los que dan los golpes, los motociclistas, la gestión barata del crimen, la mano de obra pobre, adicta y fácilmente reemplazable cuando el caso es resuelto.
Presuntamente resuelto, porque, en la generalidad de los casos, las detenciones de marcadores escasea. ¿Cubiertos con paraguas? El funcionamiento, según describió un ex comisario experimentado en seguridad bancaria, gira en torno del marcador. “Es una especialidad, y no es sencilla. Los tipos tienen un oído finísimo, están sentados, llevan siempre una factura o algún papel, o un maletín en la mano, están bien vestidos, tienen nervios de acero sin despertar sospechas, tienen que pasar desapercibidos, pero tienen algún detalle llamativo para que los vean desde lejos. Un pulóver amarillo, un saco especial, algo que les permita a sus socios identificarlo al primer golpe de vista.”
La consulta se había hecho apenas unas horas después de que Daniel Scioli echara mano a su agenda de soluciones rápidas y anunciara que pediría a los representantes bancarios que incorporen inhibidores de celulares en las salas de atención al público. “Con la vigilancia encima, videos que lo señalarían hablando y la tecnología de hoy que detecta la llamada y a quién se hizo –respondió del ex comisario–, para qué van a correr riesgos si con sólo rascarse la oreja o salir caminando atrás de la víctima ya hicieron la marca.” Para colmo, aunque no trascienda lo hablado en la reunión con el gobernador, los bancos difícilmente acepten una inversión en un área que consideran que no les pertenece. “No son amigos de hacer grandes inversiones en seguridad. Se hacen cargo desde la bóveda hasta el mostrador, y es difícil que cumplan las medidas a rajatabla. Una vez que entregaron el dinero dicen que no es su problema.”
El caso de Claudia Cejas, asesinada en una salidera en Barracas en el ’99, indica que la Justicia puede opinar de manera diferente (ver aparte). El caso fue inédito, con lo que se puede decir que no es habitual y los bancos son los bancos. El propio juez del caso Píparo, César Melazo, dijo públicamente que muchas sucursales “están habilitadas pero no sirven siquiera para vender panchos”. Se refería a las condiciones de seguridad. Un inhibidor de celulares no parece que modifique demasiado.
En el caso Cejas, en el que tres de los asaltantes fueron condenados y el banco debió pagar una indemnización semejante a la suma de las que debían pagar los condenados, la pieza que faltaba era la del marcador. Igual que los primeros días del caso Píparo, el marcador no fue detenido y, sin embargo, su imagen en el video determinó la preparación de la salidera y, de algún modo, una radiografía del funcionamiento típico. Al hombre se lo ve marcando por un celular a la pareja que luego fue asaltada. “A partir de ese caso los marcadores cambiaron de táctica porque, con el precedente del caso Cejas, los bancos decidieron prohibir el uso de celular en la sala de atención al público. Proponerlo ahora es para los noticieros”, comentó el especialista.
¿Cómo funciona el marcador? Se sienta y espera como si hubiera sacado un número, lee documentos, mira una factura que lleva en la mano, hace la cola, y mientras tanto está atento. Cuando escucha o ve que un cliente está cobrando una suma interesante de dinero, para lo que no le hace falta la complicidad del cajero, hace una marca determinada de antemano con los cómplices que, quizás, estén dentro del salón, o salga caminando detrás de la víctima para sí marcarlo por celular desde la calle.
“Quién va a creer que todo ese movimiento pase desapercibido –aseguró el experto–. Si quieren prevenir las salideras, tienen que hacer un pedido a una fiscalía para que pida los videos y ahí van a saltar los marcadores.” ¿Por qué no lo hacen? “Al banco no le interesa porque no quiere sentar precedentes (o recordarlo como el caso Cejas) que le implican más responsabilidades. El fiscal no va a actuar de oficio preventivamente. Y a la policía... no le interesa.”
Según el experto, “el marcador pretende trabajar tranquilo y negocia con la comisaría de la jurisdicción. Los que saben son los del servicio de calle, ellos saben todo lo que pasa en su jurisdicción. Puede ser que haya un oveja negra que se mande solo, pero sabe que el riesgo es grande y que, si cae, tiene que poner todo”.
Pero el paraguas policial es discutido. “No creo que haya cobertura policial –comentó un juez de la zona norte bonaerense–. Hasta ahora nunca surgió en los casos conocidos. En casos de narcotráfico sí existe cobertura porque hay una cobertura determinada que garantice. Pero cómo hacen para garantizar supongamos en el caso de la embarazada, que en lugar de ir para la casa no paraba en un supermercado o había policía por la zona y no estaba enterada.”
Hay diferencias en cuanto a la existencia del paraguas policial. Sin embargo, el caso Píparo y el resto dejan la posibilidad de sostener una sospecha fuerte. El marcador es un especialista, con lo que exige habilidades que no cualquiera cumple. El ser especialista implica que no actúa por primera y única vez sino que trabaja en forma repetida y refinada. Esto garantiza que su imagen se repita por centenares en los videos. ¿Es posible que los especialistas no se hayan cerciorado? Difícil. “Como los colectiveros reconocen a los pungas, los bancarios y sus vigiladores reconocen a los marcadores”, asegura el experto. “A mí me hicieron una salidera –recordó el juez–. Todos creen que tenemos custodia, pero no es cierto. Después, tratando de recordar me di cuenta de que un tipo, que estaba sentado, de saco blanco, se paró cuando yo salía y en ese momento me llamó la atención pero no tanto como para pensar en nada. Después pensé, fue ése.”
“Los robos ahora no son en la jurisdicción. Las motos los siguen muchas cuadras –contraataca el ex comisario y pone como ejemplo el caso Píparo–. A veces pasa que el tipo no arregló y le hacen la vida imposible y se pasa de jurisdicción. Entonces llaman de la otra comisaría y avisan: ‘Che, mirá que el Percha se pasó a tu lado y no arregló nada’, y lo pone en alerta para que éste lo persiga. Una vez –recordó– un empresario me dijo que cuando retiraba sumas fuertes lo que hacía era contratar protección adicional a los de la brigada de la zona. Ja, con eso me dijo que se garantizaba que no lo asaltaran.”
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