Martes, 28 de septiembre de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › PROTESTA DE ARTISTAS CONTRA EL CIERRE DE SALAS DE MúSICA EN VIVO
La ola de clausuras indiscriminadas tras el derrumbe del boliche de Palermo dejó a los músicos sin lugares donde tocar. Decenas de artistas, entre ellos Leopoldo Federico, Teresa Parodi y Liliana Herrero, reclamaron ayer frente al gobierno porteño.
Por Karina Micheletto
No al silencio. Sí a la música en vivo. La consigna fue una sola, pero sonó en todos los ritmos, amplificada por los instrumentos más disímiles. Fue ayer al mediodía frente a la casa de gobierno de la Ciudad, cuando más de mil personas cortaron la Avenida de Mayo en reclamo del cese de las clausuras arbitrarias de las salas chicas de la ciudad, y la inmediata reglamentación de la ley que crea el Régimen de Concertación para la Promoción de la Actividad Musical, sancionada el año pasado, cuya entrada en vigencia regularizaría la situación de estos espacios. Músicos como Leopoldo Federico, Teresa Parodi y Liliana Herrero, representantes de organizaciones sociales como Hebe de Bonafini, productores independientes, dueños de salas y sellos chicos, periodistas y locutores, y también público perjudicado, reclamaron ante lo que consideraron “una persecución a la música en vivo”.
Se trata de la segunda marcha que se organiza con esta consigna frente a la casa de gobierno. Como en la anterior, los músicos llegaron a Avenida de Mayo munidos de sus armas: guitarras, bajos, saxos, flautas, trombones, acordeones, bandoneones, tambores, timbales, panderetas y otras tantas formas de percusión, incluidas las improvisadas con tachos y bidones de agua. “¿Sabe qué explicación le encuentro yo? Macri es un tipo amargado, además de inculto. Por eso no se lleva bien con todo lo que es felicidad para la juventud, como la música”, sintetizaba Hebe de Bonafini la hipótesis de muchos. A su alrededor, el target de la marcha era, en efecto, mayoritariamente joven y entusiasta. La zapada se extendía a medida que caían intérpretes, dentro y fuera del alcance de un humilde equipo de sonido instalado sobre el asfalto.
“¡Gracias Leopoldo, usted sí que es de fierro!”, se escuchó repetir. Sentado junto a la puerta de casa de gobierno –desde la que no salió ninguna respuesta ante el petitorio de la marcha–, apoyado en su bastón, a los 83 años y repuesto de una reciente operación, el bandoneonista restaba importancia a los elogios: “¿Pero cómo no voy a venir? Es una obligación moral que tengo. ¡Parece que no existimos para esta gente!”. Intérpretes como Raúl Carnota, Mariano Otero, Lisandro Aristimuño, Lidia Borda, Guillermo Fernández, Guillermo Klein, Alfredo Piro, María de los Angeles Ledesma, Liliana Vitale, Franco Luciani, Tukuta Gordillo, Bruno Arias, Cristian Aldana, Diego Frenkel, Pablo Dacal también se hicieron presentes. Igual que el pianista Diego Squissi, que el miércoles de la semana pasada fue invitado a bajarse del escenario por la policía, cuando en pleno concierto clausuraron la sala del barrio de Palermo, Vinilo. “¡Mirá todo lo que tiene que hacer Squissi para promocionar su nuevo disco!”, lo cargaban los colegas.
La marcha se fue calentando con los tambores de la escuela del ECuNHi (el centro cultural que funciona en la ex ESMA), el ritmo de la Babel Orquesta, los cientos que sumaban canto y toque. “Macri, venga a tocarse unos temas. No al silencio musical”, escribió en una guitarra Federico, del Dúo Concuerda, y se encargó de mantenerla en alto. A su lado Daniel, del grupo Cuerpomanda, se las ingeniaba para hacer sonar un erke de dos metros de largo, en medio del gentío. La Unión de Músicos Independientes, la Cámara Argentina de Espacios de Música en Vivo, la Federación Argentina de Músicos Independientes y el Sindicato de Argentino de Músicos fueron algunas de las entidades que participaron del reclamo.
Después de un largo rato de música, se hizo silencio para sacar algunas conclusiones. Liliana Herrero hizo un racconto del conflicto. “Es maravilloso ver cuántos más somos desde la marcha anterior a ésta. Han aparecido nuevas voces, dispuestas a la lucha. Eso es fantástico”, concluyó. Los músicos Diego Boris, de la Unión de Músicos Independientes, y Fer Isella, uno de los iniciadores de la movida autoconvocada por Internet, subrayaron el mérito de la construcción colectiva. “Estamos felices de que seamos tantos. Hoy no recibimos ninguna respuesta. El ministro de Cultura y el jefe de la agencia de habilitaciones quedan comprometidos para una audiencia con nosotros. Si siguen sin recibirnos, volveremos a este lugar, y seremos muchos más”, prometieron.
La situación de incertidumbre en la que vienen trabajando las salas medianas y chicas de la ciudad se materializa en los “permisos especiales” que obtienen en forma provisoria, como única manera de abrir sus puertas. La tragedia del boliche Beara desató una cantidad de clausuras a locales pequeños que cuentan con estos permisos. El detalle es que las clausuras no se dan por fallas de seguridad en los lugares: lo que se clausuran son exclusivamente los escenarios, sin los cuales este tipo de locales pierde su sentido. La reglamentación de la ley sancionada el año pasado permitiría regularizar el funcionamiento de estos espacios. Mientras este tipo de acciones desvían la pelota hacia otro lado, llegando al borde del ridículo, la búsqueda de responsables reales por la tragedia que mató a dos chicas continúa. Ayer, un fiscal pidió la indagatoria bajo acusación de “estrago doloso seguido de muerte” de tres funcionarios porteños que tuvieron participación en el proceso de habilitación del boliche. Ninguno de ellos es músico.
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