SOCIEDAD › EN ARTE SIN TECHO TRABAJAN PARA AYUDAR A REVINCULAR SOCIALMENTE

Un taller para volver del margen

Los expulsados de los paradores, hoteles, inquilinatos, quedan en situación de calle. Recuperar un lugar en la sociedad es cada vez más difícil. La asociación Arte Sin Techo trabaja con ellos a partir del arte, los oficios y las instancias colectivas.

Roque caminaba por el sendero que se abre entre las lechugas, zanahorias y tomates del taller de huerta. Bajo el sol de la mañana, revisaba con cuidado las plantas que va aprendiendo a reconocer. Ese espacio lo refugió: “Me devolvió las ganas”, dijo, con una sonrisa. Poco a poco, esa actividad le recordó el entusiasmo de sostener un proyecto en el tiempo. Después de quedar sin trabajo como cartero, pasó a la calle y todo cambió. “Es muy difícil”, relató. Desde hace pocos días, meses y hasta años, por distintos motivos, muchos como él terminaron viviendo en la calle, encontrando dificultades para revincularse con las redes sociales, afectivas y productivas. Actualmente hacen su pasaje por los talleres, asambleas y otras actividades de Arte Sin Techo, una asociación civil que trabaja por la revinculación de personas en situación de calle.

Llegaron de paradores, hogares, casas tomadas, hoteles; son parte de los sin techo de la ciudad de Buenos Aires que decidieron salir adelante y dar sentido a un proyecto de vida. A través del arte, los oficios y sobre todo las instancias colectivas generadas, se produce una disposición diferente. En cada taller se perciben las ganas de un cambio: “No se intenta civilizar a nadie, sino que se puedan reencontrar con sus ganas de vivir, que no son otras que las de cualquiera”, contó Gabriel Sodikman, presidente de la asociación, que hace siete años comenzó por iniciativa de Felicitas Luisi, con personas en situación de calle y artistas plásticos, formando una cooperativa. Desde el inicio, el objetivo fue una transformación en lo social con el arte como excusa. Para algunos, la propuesta fue como un despertador: una opción para salir a flote de manera autónoma.

“La situación de calle implica no sólo estar vulnerable, sino no poder evitar una situación. Va más allá de la calle: evitar una situación es no comprometerse”, explicó Sodikman. En la asociación, cada uno comienza un “pasaje”. El programa de trabajo incluye talleres, coordinados por Bruno Suaya –arte terapia, carpintería, cuentos, luthería, entre otros– que en realidad forman uno solo: “Trabajar sobre la subjetividad”, explica Sodikman. Es volver a conectarse con uno por medio de instancias colectivas de trabajo, aprendizaje, sinceramiento. Los talleres culturales, la capacitación en oficios y el acompañamiento cuerpo a cuerpo caracterizan la propuesta. Es un espacio de preguntas, de exigencia y oportunidades. Todo se funde en la asamblea semanal que reúne al grupo en una instancia de escucha muy rica.

“El individualismo generalizado no encuentra en la calle su excepción y en ese sentido, Arte Sin Techo se presenta como un espacio de encuentro que garantiza cierta continuidad y estabilidad, a pesar de la movilidad de los grupos que se consolidan sólo de a momentos. Cada uno tiene tiempos diferentes y las relaciones que se arman son imprevistas, pero casi siempre muy fructíferas como palanca para salir de la calle o al menos encontrarle un sentido”, explicó Ariel Pennisi, responsable del Taller de Cocina. Alrededor del 70 por ciento logra salir de la calle por sus propios medios, restableciendo vínculos perdidos o generando nuevas relaciones, pero explicaron que fundamentalmente “con perspectivas de dar sentido” a un proyecto de vida.

“Quisiera el día de mañana tener un proyecto con instrumentos, me di cuenta de que me gusta”, contó María, del taller de luthería. De fondo se escuchaban las máquinas de refacciones, donde aprenden “viendo hacer” y hasta en algunos casos con martillo en mano descubren que sabían cómo hacer ese trabajo, relataban. “Cada quien se reconoce con el saber que tenía, es un reencuentro y restauración de uno y de los lazos”, remarcó Sodikman. Y de esa forma, muchos de ellos, durante el pasaje por Arte Sin Techo, “consiguen acercarse a sostener lo que dicen querer”.

Sodikman sostiene que “intentamos una intervención que tenga que ver con la dignidad y no con la compasión, con las ganas y no con la pasividad de la asistencia; que despeguen de los circuitos asistencialistas de las grandes urbes, que son apoyaturas útiles en un primer momento, pero después deben cortarse. Si se cronifica la asistencia es terrible. Buscamos una reinvindicación social positiva. Trabajamos sobre las posibles marcas comunitarias, creemos que la producción grupal es superior a la individual”.

Pennisi asegura que “la premisa fuerte pasa por comprometerse con las ganas, no sólo de salir de la calle, sino de forjarse un modo de vida, un proyecto vital”.

Las puntas de sol anunciaron el mediodía y dieron pie para el cierre de talleres en la Costanera Sur. La mirada de Roque puesta en un rincón de la huerta daba muestra del trabajo en grupo. Arte sin Techo, dice, se presentó como una alternativa que “nos hace bien”, les “devolvió las ganas” y en muchos casos les sirve para “tener la mente ocupada”.

En el programa, hay un ida y vuelta que circula y nutre a todos: “Traje romero para la huerta, porque me acordé de que no había”, anunció Laura, y los talleristas esbozaron una sonrisa. Sabían con esa simple frase que ella comenzó a apropiarse del lugar y del proyecto.

Informe: Soledad Arréguez Manozzo.

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Roque asegura que trabajar en la huerta que Arte Sin Techo abrió en Costanera le “devolvió las ganas”.
Imagen: Pablo Dondero
 
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