SOCIEDAD › LOS ARGENTINOS QUE SE FUERON A MIAMI PERO AHORA DECIDEN REGRESAR

El fin del sueño americano

Desde fines del año pasado, unas 50 familias por mes vuelven al país. Las agencias venden cada vez más pasajes one way. Las razones del regreso sin gloria son una mezcla de factores: la dificultad para dejar de ser ilegales, la creciente falta de trabajo y ahora también el miedo a la guerra inminente. Aquí, los testimonios.

 Por Mariana Carbajal

Para muchos argentinos, el sueño americano se evaporó fugazmente. La imposibilidad que enfrentan los ilegales para regularizar su situación migratoria y las dificultades, cada vez mayores, para conseguir un empleo, por la recesión económica que se acentúa día a día en Estados Unidos de la mano de la amenaza de una guerra, está forzando a decenas de compatriotas que se instalaron en los últimos años en el sur de la Florida a emprender el regreso sin gloria a la Argentina. A este panorama se suma el temor a un ataque químico o bacteriológico como posible respuesta terrorista. El éxodo, lento pero constante, se inició a partir de fin de año, reveló a Página/12 el cónsul en Miami, Luis María Richeri. “Muchos argentinos se están volviendo. La gente prefiere sufrir en un lugar conocido”, confirmó el pastor evangélico Gabriel Kost, quien desde hace meses reparte cajas con alimentos a los inmigrantes más necesitados. El retorno de argentinos es notorio: como hace tiempo no ocurría, desde diciembre las agencias de viajes están vendiendo cada vez más pasajes one way hacia Buenos Aires (sólo de ida) y en el consulado de Miami un centenar de familias realizó en los dos primeros meses del año el trámite necesario para poder traer sus efectos personales al país, algo inédito en el último lustro.
José Cisterna aterrizó en Ezeiza el 16 de diciembre con su familia después de vivir casi tres años en la Pequeña Habana, el barrio cubano de Miami. Tiene 35 años y es mecánico. “¿El motivo del regreso? Sentir la presión de que te enganchen en cualquier momento con los papeles adulterados, porque todos tenemos que adulterarlos para poder trabajar. Y no te espera sólo la deportación, se habla de que te pueden dar 10 años de cárcel. Nadie sabe si realmente es así, pero la presión y el miedo existen. No estuve preso en Argentina, no voy a estarlo allá”, respondió José, entrevistado por Página/12. Regresó a la ciudad de Mendoza, de donde es oriundo. “Me fui como nos hemos ido todos, sin nada seguro”, recordó. “Allá me iba bien, si pudiera hacer los papeles me iría de nuevo. Al momento de llegar acá de vuelta, ya en el aeropuerto, el golpe es muy duro. Es volver años atrás, es realmente muy duro”, describió (ver aparte).
Todos somos Bin Laden
Los que se están volviendo son en su mayoría los indocumentados, los que como José Cisterna huyeron de la debacle argentina con una situación económica precaria para tentar suerte en el país del Norte, pero sin sus papeles en regla, ni demasiado dinero en el bolsillo, ni la mínima presunción de que un atentado terrorista en el corazón del imperio podía cambiar el rumbo de la historia y el de sus propios destinos. Como consecuencia del 11-09-01 no sólo recrudecieron los controles en los aeropuertos estadounidenses: las licencias de conducir se otorgan únicamente hasta el día en que vence la visa de turista, y a quienes se les vence –aquellos que la obtuvieron cuando no era necesaria la visa para el ingreso de argentinos a EE.UU– y están como ilegales, no la pueden renovar. Sin registro para manejar es difícil vivir en suelo americano: la licencia es como el DNI.
Sin licencia, obviamente no se pueden manejar –y un auto es bastante indispensable en la Florida por la abundancia de autopistas y el deficiente sistema de transporte público–, pero mucho peor, no se pueden abrir cuentas bancarias, ni tener seguro médico. Sin un status migratorio legal tampoco se puede obtener el número de “social security”, una especie de CUIL que les permite trabajar. Muchos argentinos lo tienen pero trucho, porque es fácil comprarlo en el mercado negro. Hasta hace poco, los empleadores sabían que era trucho, pero igual les daban trabajo porque se aprovechaban de esta circunstancia para pagarles menos. “Pero ahora el gobierno está mandando notificaciones a las empresas para advertirles que no tienen que dar empleo al portador de social security trucho”, comentó Olga P., de 49 años, otra inmigrante a punto de pegar la vuelta hacia la Argentina después de vivir dos años en las afueras de Miami.
También ella se vuelve por la imposibilidad de regularizar su situación migratoria. Tiene pasaje de ida para volar en unos días a Buenos Aires, donde mantuvo su casa del barrio porteño de Belgrano. Los ahorros que dejó en el país le quedaron atrapados en el corralito. Se viene con la esperanza de que un bureau de abogados norteamericanos finalmente la contrate y pueda así conseguir una visa de trabajo y regresar a Estados Unidos en un año, el tiempo que demorarían los trámites correspondientes. “Si no tenés los papeles en regla no podés trabajar. Es un hecho. De repente, después de los atentados, todos éramos Osama bin Laden y extremistas. El 40 por ciento de las empresas norteamericanas dejó de tomar inmigrantes”, comentó. Su rubro es la venta de publicidad y las relaciones públicas. En el tiempo que lleva en la Florida pudo sacar un crédito y comprarse una casa en una localidad pegada a Miami Beach. Pero ahora no le queda más remedio que emprender el regreso. Como tantos otros argentinos.
Otra recesión
El éxodo hacia la Argentina comenzó a fines de 2002. “Hay dos razones: la situación argentina no se ha deteriorado más y la de acá está peor de lo que pensaban”, evaluó el embajador Richeri, cónsul general en Miami, en diálogo telefónico con este diario. Como contrapartida, es palpable la llegada constante de nuevos inversionistas argentinos, inmigrantes más acaudalados que se están estableciendo en el norte, en Aventura, un distrito de Miami más próspero, para hacer algún tipo de “joint ventures” con norteamericanos, como realizar trabajos de diseño gráfico o computación en Argentina para empresas de ese país. “El que regresa es el más pobre”, diferenció el cónsul general.
En el consulado argentino en Miami empezaron a percibir el fenómeno hacia fin de año. “Empezamos a tener pedidos de gente que quiere volver a la Argentina con sus efectos personales y para ello tiene que hacer un trámite en el consulado. Están viniendo casi cincuenta familias por mes”, reveló. “Muchos han venido con la perspectiva de conseguir algún trabajo vinculado al turismo, el fuerte en el sur de Miami. Pero el turismo ha bajado enormemente desde los atentados y ya van dos temporadas malas, con lo cual los hoteles y otros negocios vinculados con ese rubro no toman más personal y han empezado a despedir gente. Entre estar sin empleo en Estados Unidos y estar desocupado en Argentina, muchos han decidido volver”, detalló Richeri.
La recesión se expande de la mano de una guerra que parece inevitable. La industria hotelera no es la única parada en la región. Tampoco hay movimiento en el mundo náutico, otro bastión económico en la zona, ni en la construcción, donde suelen conseguir empleo los inmigrantes ilegales recién llegados.
“Por la guerra hay mucha incertidumbre y temor. Muchas empresas de construcción de edificios han parado sus proyectos y han dejado a la gente sin trabajo”, detalló el pastor Gabriel Kost, argentino, fundador del Centro Evangélico Latinoamericano, cuya iglesia está repartiendo desde hace meses cajas con alimentos a los inmigrantes argentinos y de otros países latinoamericanos que están en situaciones muy precarias. “Muchos argentinos se están volviendo. La gente prefiere sufrir en un lugar conocido. Hay una colonia de tucumanos, santiagueños, rosarinos y mendocinos en Naple, una localidad a 160 kilómetros al norte de Miami. Allí la mayoría se dedica a la construcción y se están quedando sin trabajo. Muchos están evaluando volver”, señaló el pastor. “Los que vinieron hace 4 o 5 años se les vence la licencia de conducir y no pueden renovarla. Usted puede perder la billetera con 1000 dólares, pero no es tan importante como perder la licencia”, destacó Kost. “Sin papeles es muy difícil conseguir trabajo. De los más de 100 argentinos que vienen a nuestra iglesia, casi la mitad está sin empleo”, agregó. Zulma C. es de las que está por volver, pero su caso es distinto: es estilista, tiene 59 años, doble nacionalidad y lleva más de veinte años viviendo en Estados Unidos. Acaba de completar los trámites en el consulado para traer sus pertenencias a la Argentina y también ella da cuenta del fenómeno. “Hay mucha gente que se está volviendo. La están pasando mal acá. Se ve a muchos argentinos vendiendo en la calle frutas y otros productos. Conseguir documentos es terriblemente difícil hoy en día”, confirmó.
One way
El regreso lo están palpando las agencias de viaje que trabajan en Miami con la comunidad de inmigrantes argentinos. Como hace tiempo no ocurría, cada vez están vendiendo más pasajes one way hacia Buenos Aires. “Se están volviendo o se están yendo a Europa los que tienen pasaporte de la Comunidad Europea”, señaló Lucy Conway, propietaria de una de las agencias ubicada en el downtown. Norberto Sánchez, dueño de Buen Ayre, confirma la tendencia: de los 2750 pasajes de avión a Buenos Aires que vendió entre octubre y noviembre para viajar en diciembre, el 29 por ciento fueron sólo de ida. “Antes no se veía tan marcadamente que se volvían”, precisó. “Acá no le va bien a nadie. Es un momento de una gran impasse”, confirmó Sánchez, argentino hace 27 años instalado en Miami.
Todavía no hay estadísticas concretas que reflejen cuántos ya se han vuelto o están pensando en hacerlo pronto. El pastor Kost calcula que el fenómeno abarcaría a alrededor del 15 por ciento de la comunidad argentina, estimada en más de 100.000 personas en el sur de Florida. “No es una estampida, pero se nota”, confirmó Graciela Richardi, otra argentina asentada allí desde 1981 que edita hace 16 años junto a su esposo el periódico El Argentino Mercosur. “Es difícil saber cuántos –agregó–, porque la gente no anuncia que se va, no lo dice por vergüenza, porque significa un fracaso. Pero de repente te enterás que se fue.”

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