SOCIEDAD › UNA FAMILIA CON PASAJE DE VUELTA
“Ya no ahorramos”
Por Mariana Carbajal
Romina Lyon, su esposo Guido y la pequeña Jade, de apenas dos meses, vuelven a la Argentina el 16 de marzo. La pareja es del barrio porteño de Caballito, pero antes de enfilar hacia Miami en busca de mejores posibilidades laborales se había comprado un chalet en el barrio privado Los Cardales, que los está esperando. Los dos tienen 29 años. Aterrizaron en el sur de la Florida entre abril y mayo de 2001. El llegó primero y ella le siguió los pasos una vez que pudo vender el auto para irse con un puñado de dólares de colchón. Vuelven porque las cosas no fueron como esperaban. El sueldo de Guido –por el nacimiento de la beba, Romina dejó de trabajar– no les alcanza. Y, además, extrañan mucho a sus familiares y amigos y no quieren privar a su hija de la cercanía de sus abuelos.
“No vivimos mal, pero no podemos ahorrar”, contó Romina a Página/12, desde North Miami, donde viven. En realidad, comparten la vivienda con otra pareja de argentinos oriundos de Neuquén desde que en junio de 2002 Guido se quedó sin trabajo. Pasó un mes hasta que consiguió otro y los dos vivieron días de desesperación porque empezaron a comerse lo poco que tenían ahorrado.
“Nos fuimos buscando estar un poco mejor”, recuerda ella. Romina trabajaba entonces como administrativa en una fábrica de bicicletas de La Paternal a punto de quebrar. “Los últimos meses cobraba con cuentagotas.” Guido era encargado de coordinar los viajes en una mensajería y a veces hacía algunos con su vehículo. “Teníamos un crédito personal de 10.000 dólares y pagábamos cuotas de 450 pesos por mes, casi lo que yo estaba cobrando por mes. Hacía 10 años que estábamos juntos, queríamos tener hijos y veíamos que en la Argentina no teníamos posibilidades”, describió la joven.
En Miami, Guido empezó a trabajar en un supermercado de un cubano, acomodando las frutas y verduras. Romina como cajera. Sacaban entre 350 y 400 dólares por semana cada uno. Cobraban entre 5,15 y 6,50 dólares la hora. Pero al año Romina tuvo que dejar su puesto. Llevaba dos meses de embarazo y tenía náuseas y vómitos que le impedían cumplir con su horario laboral. El dueño del comercio cambió y a Guido le fueron quitando cada vez más días de trabajo hasta que sólo se quedó con el domingo. Fue cuando entraron en pánico. “Pasaban los días y Guido no conseguía nada. Si tenés 1000 dólares ahorrados estás tranquilo mientras tenés trabajo, pero sin empleo te entra la desesperación. Se te van enseguida. En ese momento pagábamos 550 dólares de alquiler por una casa de una sola habitación, entre 80 y 100 de luz por mes, 52 de teléfono con Internet y 36 de televisión por cable.” El seguro del auto (apenas llegó Romina, se compraron uno modelo 91) les cuesta 100 dólares por mes y es sólo por responsabilidad civil.
En aquellos días de desesperación conocieron a la pareja de neuquinos y decidieron compartir con ellos la vivienda y así reducir gastos. “La única que tenía trabajo al principio era la otra chica y ella nos mantenía a todos. Incluso, llegaron a prestarnos para mandar a la Argentina la cuota del crédito”, agradeció Romina. Finalmente, Guido consiguió empleo en una compañía de argentinos dedicada a colocar cortinas.
Su situación de ilegales no les impidió trabajar. Pero extrañan a sus amigos y familiares. “Las costumbres aquí son muy distintas. No hay pasta los domingos, ni mate con amigos los sábados a la tarde”, se lamentó Romina. La lejanía con los afectos, la imposibilidad de mejorar económicamente y el nacimiento de la pequeña Jade los llevó a pensar en hacer las valijas.