SOCIEDAD › EN POCOS DIAS SE PONE EN MARCHA LA UNION CIVIL. GAYS Y LESBIANAS CUENTAN COMO IMPACTO ESA NORMA EN LA COMUNIDAD
La ley de la apertura
El Registro Civil porteño terminará a fin de mes la reglamentación. Luego, habrá una experiencia piloto en cuatro CGPs. La ley superó los aspectos legales: gracias al debate que produjo, numerosos gays se sumaron a la militancia, otros se animaron a contarlo y muchos más ahora consultan por sus derechos.
Por Mariana Carbajal
Luis y su novio Martín decidieron convertirse en activistas para pelear por más derechos civiles. Alejandra Korenberg rompió con la invisibilización de su condición de lesbiana ante sus compañeros de trabajo. Entre enero y febrero, en el área jurídica de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) se multiplicaron las consultas: recibieron casi el mismo número de pedidos de asesoramiento que en los primeros seis meses de 2002. Además, se comunicaron con la institución una veintena de gays extranjeros –varios de Estados Unidos e Israel– para preguntar si podían venir a casarse a la Argentina. En los talleres de reflexión de Las Fulanas, las mujeres comentan que notan mayor apertura en sus familias para aceptarlas como lesbianas. En el interior del país hay un movimiento silencioso para conseguir en las provincias beneficios similares a los obtenidos en Buenos Aires. El alcance de la polémica ley de unión civil es más grande del que votaron los diputados porteños. El caluroso debate que precedió a la sanción de la norma y la repercusión mediática que tuvo su tratamiento en la Legislatura acarrearon consecuencias inesperadas: “Más allá de las cuestiones legales, lo más importante ha sido el impacto social que ha tenido la ley, tanto en el interior de la comunidad gaylésbica como en la sociedad en general”, destacó María Rachid, de Las Fulanas. A fin de mes estará lista la reglamentación y, tras su promulgación, habrá un plan piloto en cuatro CGPs que ya están determinados (ver aparte).
Luis y Martín no fueron los únicos que empezaron a militar a partir de la sanción de la ley de unión civil en el ámbito porteño, en la maratónica sesión que terminó en la mañana del viernes 13 de diciembre. “Casi todas las organizaciones tuvieron un aumento del número de activistas”, reveló Flavio Rapisardi, uno de los impulsores del proyecto, coordinador de Estudios Queer del Centro Cultural Rojas. Luis tiene 25 años y su novio 20. “Nos enteramos que se trataba la ley y fuimos a la Legislatura. Hacía tiempo que teníamos la intención de empezar a militar en algún lado, pero no nos terminábamos de integrar a ninguna organización. Ese día estuvimos desde las 3 de la tarde del jueves hasta que se votó a las 6 de la mañana del viernes. Después de ese primer contacto, nos sumamos a la CHA y nos hicimos activistas”, contó Luis a Página/12 y prefirió mantener su apellido en el anonimato. Por ahora, dice, no convive con su novio por la inestabilidad de sus respectivas situaciones económicas, pero planean en el futuro inscribirse en el registro. Martín vive con sus padres y estudia Ciencias Políticas y Luis se mudó solo y piensa anotarse en la carrera de Psicología. Ambos se ganan la vida vendiendo libros de inglés.
El efecto dominó que generó el debate de la ley es mucho más amplio que los beneficios mínimos que otorga. Las consecuencias se ven más allá de los límites de la Ciudad de Buenos Aires. “Aparecieron nuevas organizaciones como el Movimiento Antidiscriminación y por la Liberación, MAL, en La Matanza, que integran travestis, y otros grupos que ya existían se hicieron más visibles, como Intilla, de la zona norte”, agregó Rapisardi. Incluso, en el interior de las organizaciones de derechos humanos de algunas provincias, como en Mendoza, se armaron grupos que empezaron a trabajar por la reivindicación de los derechos de las minorías sexuales, apuntó Rapisardi.
Efecto dominó
Más visible aún es la presencia de la bandera del arcoiris, que identifica a la comunidad gay-lésbica-travesti-transexual-bisexual, ya no sólo en las marchas del Orgullo Gay: tanto en la del 20 de diciembre que recordó la revuelta que un año antes derrocó a Fernando de la Rúa como en la manifestación contra la guerra con Irak que se hizo frente a la Embajada de los Estados Unidos, flamearon varias banderas multicolores. Y ya nadie las confunde con las del cooperativismo. Para muchos, la aprobación de la unión civil fue el punto de inflexión para salir del “closet” o dar la cara a la prensa sin reparos. A Lorena, de 33, la vieron sus padres por televisión, porque ella también fue a la Legislatura para hacer fuerza por la sanción. “Ellos ya sabían, pero fue la primera vez que yo salí por televisión como activista. Mis viejos viven en Luján, que es como un pueblo, y les dio mucha vergüenza, me dijeron que tendría que haberme puesto una careta”, contó Lorena a este diario. Se dedica a dar clases de baile en Las Fulanas. Su pareja, Orieta, también activista de la organización, es empleada administrativa en un taller metalúrgico a punto de cerrar.
Alejandra Korenberg tiene 28 años. Ella fue otra de las mujeres que estuvo en las gradas del recinto legislativo más de 15 horas esperando el sí mayoritario de los diputados. Es activista de la CHA hace más de un año. En su familia lo sabían, pero nunca se había animado a mostrarse en los medios, “por vergüenza, por el qué dirán”. Tampoco lo había contado a sus compañeros de trabajo. “Mi foto salió en varios diarios y comencé a ser visible. Fue muy fuerte verme, bastante fuerte. Y fue asombrosa la aceptación de toda mi familia, de mis amigos y de la gente de mi trabajo. Me llamaron cholulísimos para felicitarme y decirme lo bien que había salido”, recordó Alejandra, divertida.
La ley disparó un movimiento en el interior del país para pelear por el reconocimiento estatal de las parejas del mismo sexo. En algunas Legislaturas provinciales, como en Jujuy y Mendoza, ya se presentaron proyectos similares. En la de Río Negro, se aprobó una ley con alcances parecidos unos días después que en Buenos Aires. En Vox Asociación Civil, de la ciudad de Rosario, están preparando el texto para presentar en la Legislatura de la provincia de Santa Fe antes de que empiecen las sesiones ordinarias el 1º de mayo. Ya hubo diputados y diputadas, incluso, que tuvieron que adelantar su voto en los medios locales. “Vino muchísima gente a consultarnos que creyó que con la ley de Buenos Aires ya se podía casar acá. Venían a preguntar cómo tenían que hacer el trámite. Después de la euforia inicial, se iban completamente desilusionados”, contó José María Díaz de Brito, de Vox, una ONG dedicada a luchar por los derechos civiles de las minorías sexuales, cuya sede está en Rosario.
Desbordados
La onda de expansión trascendió las fronteras. “Activistas de Colombia viajaron especialmente a Buenos Aires para que nosotros los asesoráramos para poder conseguir una ley similar y les explicamos por qué camino fuimos nosotros”, señaló Alejandra Korenberg, de la CHA. Apenas se sancionó la norma, un grupo de gays norteamericanos que estaban haciendo turismo en la Argentina se acercó a la sede de la Comunidad Homosexual Argentina, en La Boca, para dar su apoyo y llevarse folletos y material de la organización. Pero no fue todo. A la dirección de correo electrónico de la CHA llegaron más de veinte e-mails de homosexuales extranjeros que preguntaban si podían venir a casarse a la Argentina. “Varios desde Israel y Estados Unidos. Dos, incluso, nos llamaron directamente por teléfono para averiguar”, comentó, sorprendido, Pedro Paradiso Sottile, de la CHA.
Las llamadas y las consultas a Comunidad Homosexual Argentina no provinieron sólo del exterior. A partir de la sanción de la ley, creció considerablemente el número de gente de distintos puntos del país que se comunicó a la entidad para sacarse dudas sobre sus derechos civiles y preguntar sobre los alcances de la unión civil. Entre enero y febrero de 2003, el área de asesoramiento jurídico de la CHA abrió 48 expedientes, cuando en los primeros seis meses del año 2002 habían tenido casi la misma cantidad, 52. “Estamos desbordados de consultas”, reconoció Paradiso Sottile. “La gente empieza a ejercer y exigir sus derechos, a curiosear qué puede hacer. Los del interior preguntan qué recursos tienen para resguardar sus derechos, como la cuestión de los bienes cuando fallece algún miembro de la pareja, quieren saber cómo pueden prevenirsituaciones, algo que no es común en la sociedad argentina y en la comunidad gay-lésbica tampoco. Mucha gente no nos está llamando porque le pasó algo sino para prevenir hacia el futuro, averiguan cómo pueden resolver la cuestión de la pensión o de la herencia”, diferenció Paradiso Sottile, encargado del área jurídica de la CHA.
La repercusión en los medios del debate que precedió a la aprobación del registro de unión civil, sensibilizó y movilizó a muchas familias con integrantes gays o lesbianas. El cambio quedó manifiesto en los últimos meses en los talleres de reflexión que organizan Las Fulanas. “Las chicas cuentan que hay una mayor apertura en sus familias, un mayor reconocimiento de sus relaciones con otra mujer. Evidentemente la ley fue una herramienta importantísima para que suceda esto”, señaló María Rachid. La mayor aceptación de la familia se expresó en un incremento de visitas a Las Fulanas de madres, padres y hermanas de algunas chicas. Se acercaron a la organización para hablar y hacer preguntas sobre la condición de lesbianas. Para Rachid funcionó el siguiente mecanismo: “Si el Estado las reconoce tan malo no debe ser”.
Este reconocimiento fortaleció internamente a las mujeres lesbianas, ayudó a que ellas mismas se sientan más seguras para reclamar por sus derechos y reaccionar ante situaciones de discriminación, dice Rachid. Tres o cuatro meses antes del histórico 13 de diciembre, una pareja de lesbianas fue a celebrar el aniversario de su noviazgo a un conocido bar y restaurante de San Telmo. Como cualquier pareja en esa situación se propinó caricias y mimos. Al verlas, el encargado de local les llamó la atención y las echó y ellas acataron la orden y se fueron pasivamente. “Una semana después, fuimos 8 parejas de Las Fulanas, nos sentamos en 8 mesas y empezamos a besarnos. Le dijimos al dueño por qué estábamos ahí, que era para repudiar la actitud que había tenido el encargado, y nos pidió disculpas”, recordó Rachid y concluyó: “Después de la ley de unión civil estoy segura que ni las chicas se hubiesen ido dócilmente del bar ante la discriminación ni las hubiesen echado. Con este reconocimiento del Estado, hay una reacción distinta ante situaciones de discriminación”.