Domingo, 12 de febrero de 2012 | Hoy
SOCIEDAD › EL BOLSóN, ENTRE EL PASADO HIPPIE Y EL DESARROLLO ECOLóGICO
La ciudad vive una explosión turística gracias a que las cenizas del Puyehue no llegaron hasta allí. El Bolsón mantiene su imagen mágica y natural. Ahora busca crecer con proyectos sustentables: energías alternativas, aprovechamiento solar, reciclado y bioconstrucción. Los personajes y sus historias.
Por Emilio Ruchansky
Desde El Bolsón
La caída de cenizas del volcán Puyehue en el área comprendida entre Bariloche y Villa La Angostura convirtió la ciudad de El Bolsón en la puerta de entrada de miles de turistas a la zona de bosques andinos de la Patagonia. El flamante intendente del lugar, Alfredo “Caleuche” García, lo confirma: “Normalmente somos un apéndice de Bariloche. Pero en estas circunstancias, lamentables para las ciudades vecinas, nos fue bien. Tenemos un 70 por ciento de ocupación hotelera”. Además de las caminatas por las montañas surcadas por ríos y lagunas, esta ciudad destaca por una intensa vida cultural fomentada por su “idiosincrasia particular”, dice Caleuche al referirse a la armónica, y por momentos disparatada, convivencia entre paisanos, hippies, extranjeros y las poblaciones originarias.
Conocida como la Comarca del Paralelo 42, esta zona aledaña a El Bolsón incluye dos poblaciones chubutenses a orillas de los lagos Epuyén y Puelo, donde hay una reserva forestal y una playa. El valle en total tiene 80 mil hectáreas y está surcado por el cristalino río Azul, al pie de los cerros, que se alimenta de varios arroyos de montaña. Para la Unesco, conforma parte de la Reserva de Biosfera Andino Patagónica, que involucra un plan estratégico de mantenimiento aún sin aplicación.
“De todos los turistas que vienen, la mitad piensa en quedarse a vivir. Entre el 7 y el 10 por ciento de esas personas concreta su sueño en el primer año”, asegura Ricardo Rubio, el agente inmobiliario más conocido de El Bolsón. En la municipalidad arrojan más datos: en los últimos 10 años la población de la comarca creció un 67 por ciento. “Lo más importante es la conciencia ecológica que hay, el cuidado que se tiene de los bosques”, agrega Rubio, quien define a sus vecinos como “cosmopolitas y viajeros”. En el centro de la ciudad promocionada como “mágica y natural” está la plaza Pagano, que atrae a los turistas que asisten a la feria de artesanos, donde se pueden comer waffles, beber cervezas artesanales y comprar desde instrumentos musicales hasta ropa. Allí también se venden frutas finas, uno de los principales productos de exportación del lugar: frambuesas, cassis, corintos, grosellas, moras, arándanos, cerezas, frutillas, guindas.
“Este es un lugar donde viven muchos escritores, músicos, pintores, ceramistas, bailarines. Y al mismo tiempo se da una movida alternativa impresionante, mucha gente viene a hacer cursos de yoga, reiki, masajes holísticos y una tendencia fuerte basada en el ecologismo, que incluye huertas orgánicas, donde se puede aprender a hacer rendir cuatro veces el área cultivada o la bioconstrucción, que es sencilla y barata”, comenta el secretario de Turismo, Sergio Zárate.
El Centro de Investigación, Desarrollo y Enseñanza de Permacultura (Cidep) es un espacio de aprendizaje sobre diversos sistemas sustentables, energías alternativas, aprovechamiento solar, reciclado, huerta orgánica y mantenimiento de reservas naturales. Comenzó en 2005, en un terreno de 12 hectáreas dado en comodato a un grupo de ecologistas en el circuito de Mallín Ahogado, a 15 kilómetros de El Bolsón. Todos los años, allí concurren voluntarios que viven y trabajan codo a codo con los organizadores del Cidep.
“En general los voluntarios son extranjeros, pero en los últimos tiempos vienen muchos argentinos. Duermen acá y trabajan seis horas diarias. Pedimos 50 pesos de colaboración por jornada para algunos gastos. También hay visitas diarias para recorrer el lugar a través de la agencia Grado 42 y conocer nuestros proyectos”, comenta Carlos Straub, uno de los directivos del Cidep. La permacultura propone un nuevo tipo de relación, permanente y sustentable, entre la naturaleza y el ser humano.
El vivero del Cidep se especializa en la siembra de árboles y arbustos nativos para reforestar zonas incendiadas. En la comarca, sobre las laderas de las montañas, crecen cipreses y cohíues; donde impera el primero se vive mejor porque exige condiciones climáticas parecidas a las del ser humano. El segundo abunda en zonas inhóspitas, frías y húmedas. Otras especies son los radales, los ñires que reducen las contaminación, y los maquis.
En la huerta del Cidep se enseña a obtener semillas de vegetales comestibles. El armado de cultivos para lograr la autosuficiencia alimentaria es uno de los pilares de la permacultura. En Golondrinas, a 10 kilómetros de El Bolsón hay un Centro de Investigación y Enseñanza de Agricultura Sostenible (Ciesa), donde se promueven desde 1994 huertas orgánicas y un sistema biointensivo, basado en las enseñanzas del activista John Jeavons, fundador del grupo Ecology Action.
“También tenemos todo un trabajo hecho sobre los baños secos, particularmente el vietnamita. De esta forma, se recupera el excremento para hacer compost con lombrices. Igual hay algunos baños con agua acá, tratamos de no aislarnos ni ponernos fundamentalistas”, aclara Straub, electromecánico de profesión. En el mismo sentido, este ecologista dice que la cocina del lugar está “tomada” por los vegetarianos, “pero de vez en cuando hacemos algún asado”.
En Cidep se está construyendo un gran domo de madera, donde pronto funcionará un aula y otro proyecto junto al Instituto Balseiro para fabricar un techo de agua, que fue premiado en Francia. Aunque parezca raro, el agua garantiza que no haya fisuras por los cambios de temperatura en el ambiente. “Yo trabajo en otro lugar, vengo al Cidep porque es parte de una utopía”, dice Straub. Su objetivo a futuro es armar una organización más grande, con una moneda propia y formar “caminantes”, es decir, permacultores que viajen a otros lugares para esparcir el conocimiento.
Otro aspecto muy desarrollado en El Bolsón es la construcción de casas con adobe. Cada año, familias enteras se anotan en los talleres que da Bioconstruyendo. Pastor Silvestre Alvarez, el encargado, cuenta que también recibe a muchos estudiantes de arquitectura de todas partes del país y de países como Colombia y Alemania. Su casa oficina, cerca de la ruta 40 y subida Márquez, tiene troncos como pilares y paredes de adobe, con incrustaciones de botellas de vidrio. Dentro, se mantiene con una temperatura agradable. “Es anfibia porque tiene pisos de cemento”, aclara. Según él, en este rubro la única forma de aprender es trabajar. Por este motivo, quienes se anotan a los cursos participan en la edificación de casas de personas de bajos recursos, bajo un sistema conocido como “minga”, un concepto de origen quichua, que quiere decir: “Construcción colectiva”. La arcilla proviene de una cantera en Golondrinas, aunque a veces se obtiene del borde de los caminos. “Cavás un metro y hay arcilla”, asegura este egresado de la escuela Waldorf en Chile.
Además de la arcilla, para armar ladrillos se utiliza arena, paja de cereal y agua. Luego estos bloques son depositados sobre cimientos de piedra. La estructura puede ser de madera y también de hierro. El revoque también se hace con arcilla y los techos son “vivos”. “Este tipo de techos son aislantes y frescos. Son más baratos que los de chapa y se arman con una base de cartón reciclado, nylon, tierra y arena volcánica. Después crece el pasto encima. Es una forma también de devolver espacios verdes”, explica Alvarez.
Entre las técnicas de construcción hay una muy extendida y en la que se interesó la NASA para edificar en la Luna. Se llama Súper Adobe. “La inventó un iraní, Nader Khalili. Está inspirada en las trincheras de guerra”, dice este bioconstructor. En vez de ladrillos, se utilizan bolsas largas y angostas rellenadas con arcilla, generalmente tienen forma de iglú. Una vez terminadas, se pueden quemar las bolsas y queda el adobe. Otra innovación ecológica es la pintura natural y las estufas rocket, de diseño ruso, que ahorra leña y sirve también para cocinar.
Según este constructor, el tema sísmico no afecta las casas de adobe: “La idea es que sean flexibles, que acompañen el movimiento. Puede que se caiga una pared, pero resiste la estructura”, comenta. El próximo miércoles, en el Cidep, se realizará el tercer encuentro internacional Bioconstruyendo Patagonia. “Estos conocimientos son empoderadores, podés hacer la casa que te imagines, sin límites”, dice Alvarez.
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