Con 13 años pendiendo sobre sus cabezas y una multa de 140 millones de euros sobre sus bolsillos, los hermanos Juliá, Gustavo y Eduardo, hijos del ex brigadier José Juliá, jefe de la Fuerza Aérea del menemismo, y Matías Miret, empezaron el proceso que la Justicia española lleva en su contra. Los acusan de haber llegado al aeropuerto de El Prat, de Barcelona, el 2 de enero de 2011, en un modernísimo jet cargado con casi una tonelada de cocaína. Los tres se declararon inocentes. Su defensa intentará que los jueces les crean.

Durante la primera audiencia, realizada ayer en Barcelona, ante la Audiencia Provincial Sección 8, “los tres imputados se declararon inocentes y contestaron todas las preguntas del fiscal”, describió el abogado Carlos Broitman, uno de los letrados argentinos contratados por los Juliá.

El principal imputado es Gustavo Juliá, quien admitió “ser el máximo responsable del avión”, un modernísimo jet Bombardier Challenger 604. Siguiendo esa línea, su hermano Eduardo y Miret, piloto y copiloto de la nave respectivamente, quedarían más desligados. Pero Gustavo Juliá aseguró que desconocía por completo que el jet privado transportara 944,5 kilos de cocaína. Y cargó todas las tintas sobre un empresario español que, según él, lo había contratado para realizar vuelos privados con el objetivo declarado de trasladar a España obras de arte, documentación bancaria y gente de negocios.

Según sostiene Juliá, el empresario “fue quien ordenó refacciones dentro del avión (el reemplazo de las butacas por un sofacama donde se encontró la droga”, explicó Broitman. Gustavo Juliá sugirió ante el tribunal que la droga fue colocada sin su conocimiento y por encargo de este empresario, en el aeródromo de Morón –donde se realizaron las refacciones– o en el aeropuerto internacional de Ezeiza, donde “por 48 horas perdió el control del avión”, según indicó el abogado.

Pero, de acuerdo con lo que sostiene Broitman, el propio fiscal, David Benages, consideró probable que la cocaína hubiera sido cargada durante la escala que el avión hizo en Cabo Verde. Juliá lo negó al explicar que era imposible porque “allí sólo estuvieron 40 minutos”.

Dos integrantes de la Guardia Civil, que intervinieron en el procedimiento de revisión del avión, declararon perjudicando a Juliá, ya que sostuvieron que cuando encontraron los primeros paquetes de cocaína, el acusado les indicó dónde se ocultaba el resto del cargamento. Broitman negó la escena descripta y sostuvo que se trató de un malentendido en el que Juliá intentaba explicar que él era el responsable del avión. Los guardias agregaron que los hermanos Juliá se mostraron muy nerviosos ante los perros rastreadores, pero descargaron de responsabilidad a Miret, sobre quien aseguraron que estaba tan sorprendido que parecía estar siendo grabado por una cámara sorpresa.

“Esta es una de las mentiras y las contradicciones volcadas en el acta del procedimiento –sostuvo Broitman–, ya que por un lado dicen que Juliá marcó el lugar donde estaba la droga y, por el otro, que la cocaína fue localizada por perros adiestrados.”

El abogado aseguró que “quisieron dejar en claro que el procedimiento se realizó con todas las garantías, pero nosotros vamos a demostrar que engañaron a toda la administración judicial con actas que no dicen la realidad y por eso pediremos la nulidad de todo lo actuado”.

Hoy se realizará la segunda y última audiencia del juicio, durante la cual los defensores plantearán las nulidades del caso, el fiscal presentará sus objeciones al pedido y luego se pasará a la etapa de los alegatos.

Los 944,5 kilos de cocaína fueron hallados ocultos en el interior del tapizado de un sofacama y en los huecos de un armario refaccionado. Según el informe del fiscal, la droga incautada resultó ser de “una pureza media del 83 por ciento y hubiera alcanzado en el mercado clandestino un valor 32.116.778 euros”.