Miércoles, 24 de julio de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › SE CORROBORó LA VERSIóN DE LA EMPLEADA DOMéSTICA DE LA CASA DE ANGELES
Dominga Torres había afirmado que estaba en el departamento y que la chica nunca llegó. Los abogados del portero dijeron que investigaron la SUBE de la mujer y que mintió. Ahora, un informe de la tarjeta confirma los horarios. Mangeri se negó al peritaje psicológico.
Por Raúl Kollmann
Las pruebas contra el encargado Jorge Mangeri se van sumando. El viernes pasado, el juez Javier Ríos recibió el informe sobre la tarjeta SUBE de la empleada doméstica, Dominga Torres. En su momento, la defensa de Mangeri sostuvo que la mujer mintió, que no estaba en el departamento de la familia de Angeles a la hora del crimen porque habían investigado esa tarjeta SUBE y concluyeron que la mujer llegó tarde. El informe oficial confirma que Dominga se subió al interno 79 de la línea 55 a las 6.50 de la mañana del 10 de junio. Once minutos después cambió de colectivo, se subió al interno 41 de la misma línea y llegó a plaza Falucho, cerca del edificio de Ravignani a las 8.35. Es decir que cuando llegó Angeles, a las 9.50, Dominga hacía rato que estaba en el departamento y atestiguó tres cosas fundamentales: que la chica no entró, que su hermanastro, Axel, estaba en su habitación enfermo y que no hubo ningún tipo de conflicto dentro de la vivienda. Ayer, Mangeri se negó a participar del peritaje psiquiátrico ordenado por el juez porque su defensa consideró que las preguntas estaban demasiado direccionadas.
Desde un primer momento, Miguel Angel Pierri y Marcelo Biondi trataron de derribar el testimonio de Dominga. Incluso ayer le pidieron al juez Ríos que proceda a imputarla por falso testimonio, algo que difícilmente prospere. Tanto para el magistrado como para la fiscal María Paula Asaro y para Pablo Lanusse, abogado del padre de Angeles, la empleada es una testigo franca y que dijo la verdad desde el primer día. Los pequeñísimos desajustes en sus declaraciones son habituales en cualquier testigo.
Lo cierto es que todos los protagonistas de la investigación terminaron convencidos de que Dominga estuvo en el departamento de la familia de Angeles a la hora en que la chica llegó al edificio, según se acredita con las imágenes de la cámara en que se la ve a punto de sacar las llaves para entrar a Ravignani 2360. El juez ya lo escribió en el procesamiento de Mangeri:
- Está probado que Angeles entró al edificio.
- Está probado que no ingresó al departamento familiar.
- Los hechos se desarrollaron en el ámbito en el que estaba Mangeri a esa hora.
Todo esto implica, técnicamente, lo que se llama indicio de ocasión y oportunidad: estuvo en el lugar del hecho a la hora en que ocurrieron las cosas.
En esa estructura, el testimonio de Dominga juega un papel clave. No decisivo, porque el ADN de Mangeri en las uñas de Angeles tiene todavía más peso. En su momento, Pierri-Biondi hicieron saber que habían investigado la SUBE de Dominga y que determinaron que la mujer no pudo estar en Ravignani. Se especuló entonces con que en la familia de Dominga había más de una tarjeta SUBE y que la mujer le entregó a la fiscal Asaro la que no correspondía. Cuando Dominga declaró por segunda vez sorprendió a todos: “No, no, yo usé esa que le di a la fiscal”. O sea que se mantuvo firme.
El informe de la tarjeta que recibió el juez ratifica el testimonio de Dominga: tomó el colectivo 55 a las 6.50, luego se subió a otro colectivo de la misma línea a las 7.01 y llegó a plaza Falucho, cerca de Ravignani, a las 8.35. El juez le preguntó ayer por qué se bajó de un colectivo 55 y se subió al otro, y Dominga contestó que el primero se rompió. El magistrado mandó a preguntar a la línea 55 si hubo tal rotura, pero eso no cambia el hecho más significativo: Dominga estuvo en Ravignani a la hora que dijo desde un principio.
La defensa pidió el falso testimonio por un detalle distinto, pequeñas diferencias en las dos declaraciones de Dominga. Que golpeó la puerta de la habitación de Axel y que éste desde adentro dijo que estaba durmiendo y, en la otra, que abrió la puerta, prendió la luz y él le dijo que estaba durmiendo. Se trata de confusiones menores, habituales en miles de testigos.
El otro episodio trascendente de ayer es que Mangeri se negó a colaborar con el peritaje psiquiátrico. Sus abogados consideraron que los puntos del peritaje y las preguntas originadas en la querella apuntaban a una imputación de carácter sexual y por lo tanto Mangeri se negó a colaborar con el estudio. Está en su derecho y, desde el punto de vista legal, no puede ser usado en su contra.
Lo que sucede es que sobre Mangeri pesa un cuadro probatorio que no se circunscribe a un elemento sino a un conjunto que pinta abrumador: estaba en el lugar donde se produjo el hecho, hay ADN de él debajo de las uñas de Angeles, tiene rasguños aunque no está probado que se los produjo la chica; no fue a declarar tres días seguidos; su primo dio a entender que Mangeri estaba fugándose cuando lo vio en la planta de Ford; la joven apareció en la basura, justamente lo que el encargado manejaba en ese edificio. Y encima hay un par de ingredientes extrajudiciales: confesó ante la fiscal Asaro, no aceptó declarar en tres oportunidades y ayer se negó al peritaje psiquiátrico. Parece mucho para ser casual. Y todavía hay evidencias por venir.
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