SOCIEDAD
Un fallo defendió el derecho de un escritor a novelar hechos reales
La Justicia rechazó la demanda de una de las protagonistas de la historia que inspiró la novela “Plata quemada”, que pretendía que su autor la indemnizara por desnudar pasajes de su vida.
Por Andrea Ferrari
Ella era La Nena. Tenía apenas 15 años y estaba de novia con Carlos Alberto Merele, “El Cuervo”, uno de los tres hombres que esa famosa tarde de 1965 aguantaron una batalla de quince horas contra la policía atrincherados en un departamento de Montevideo y terminaron haciendo volar billetes de mil pesos en llamas antes de morir. Ricardo Piglia tomó la historia para su novela Plata quemada, que recibió el Premio Planeta en 1997. Pero La Nena ya había crecido: quiso plata y no precisamente quemada. Demandó al autor y a la editorial en un millón de pesos por haber recordado ese oscuro fragmento de su vida. En un reciente fallo que habla sobre la necesaria libertad de un escritor para recrear hechos reales, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil terminó de sepultar las aspiraciones de La Nena.
Su nombre es Blanca Galeano y, según la demanda, quería olvidar. Entre otras cosas, olvidar su relación con El Cuervo. Lo vio por primera vez en Mar del Plata, adonde había viajado a festejar, dice el libro de Piglia, “porque había pegado los exámenes de diciembre de tercer año del Normal 1. Una tarde en la rambla había conocido a Merele, un tipo flaco y elegante que paraba en el Hotel Provincial”.
Después siguieron juntos y por eso Blanca estaba en ese departamento de la calle Arenales, donde la banda planificó el golpe y se refugió tras asaltar un camión de caudales en San Fernando y dejar un tendal de muertos. Ahí estaban Marcos Dorda, alias “El Gaucho Rubio”, Enrique Malito, Franco “El Nene” Brignone y Merele. Y también allí fue detenida La Nena cuando los otros ya habían huido hacia Uruguay. “La caída de Blanca enloqueció a Merele –se lee en Plata quemada–, que hasta pensó en quedarse en Buenos Aires para enfrentarse con Silva y con todos los buchones que lancheaban para la yuta.”
Lo cierto es que Blanca pasó una temporada en la cárcel, tal como aclara el fallo de la Sala A de la Cámara Nacional en lo Civil en la causa “Galeano Blanca Rosa c/Piglia, Ricardo y otro s/daños y perjuicios”. Al analizar su demanda, los jueces recuerdan que “a raíz de este hecho policial, de gran difusión mediática en su oportunidad, se inició la causa penal por la cual permaneciera un tiempo confinada en la cárcel de Olmos, tal como se desprende de la partida de nacimiento de su hijo Carlos Alberto, a quien dio a luz en dicho penal”.
Es justamente ese hijo el nudo del reclamo. Porque La Nena afirma que él no sabía quién era su verdadero padre. “Según la propia Galeano ha manifestado –aclara la sentencia–, el libro ha permitido que personas de su entorno familiar, laboral y social, conozcan pasajes de su vida que intentó mantener ocultos, e incluso generó desavenencias con su hijo mayor, a quien habría ocultado la verdadera identidad de su padre y su participación en el mencionado hecho policial.”
Pero los jueces se encargan de recordar dos cuestiones evidentes: la primera es que los medios dieron amplia difusión a la historia del robo mucho antes de que Piglia siquiera pensara en usarla como material para su libro, y la segunda es que se trata de una novela. Por eso en el fallo emitido el 7 de julio pasado ratifican el rechazo de la demanda y sostienen que “el género literario dentro del que se enrola la obra, la comprobada participación de la actora en el hecho delictivo que relata –que admitió una relevante difusión en los medios de comunicación de la época– y la escasa importancia que reviste su personaje dentro de la narración, son aspectos que justifican la necesidad de preservar el derecho de Ricardo Piglia de contar la historia tal como fue concebida y ampararlo contra demandas que persiguen el resarcimiento de daños de cuestionable procedencia y escasa entidad”.
Y en última instancia, parecen considerar, Blanca tiene derecho a olvidar, pero no a costa de la libertad de expresión los otros. “Frente a las particularidades del caso bajo estudio, la eventual facultad de la accionante de mantener ocultos a su familia y a su círculo social y laboral los tristemente célebres acontecimientos que protagonizara en su adolescencia, no puede imponerse a la libertad de expresión que asiste al autor de publicar una novela que se base en hechos policiales de pública difusión”, escribieron.
En medio de toda la trama está el dinero: el del robo, el del título del libro, el que reclamó Blanca como resarcimiento. Un dinero desmesurado. Los propios camaristas lo dicen en la sentencia: “La suma pretendida en la demanda resulta desproporcionada”.
Tal vez La Nena recordó al pedirlo aquella montaña increíble que formaron en el departamento de Arenales los siete millones robados. Tal vez soñó con recuperar de alguna manera ese botín por el que terminó muerto su hombre. Y es posible que todo se le ocurriera al leer en palabras de Piglia cómo aquella noche el dinero se había hecho humo. Literalmente: “Empezaron a tirar billetes de mil encendidos por la ventana. Desde la banderola de la cocina lograban que la plata quemada volara sobre la esquina. Parecían mariposas de luz, los billetes encendidos”.