Jueves, 2 de abril de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Claudia Fernández Chaparro *
Florencia es una mujer que está gestando a otra mujer. Si Florencia no fuera la hija de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner seguramente su embarazo no hubiera tomado estado público y lo hubiera festejado en la intimidad, con sus amigos y familiares.
Sin embargo, muchos usuarios de las redes sociales se ensañaron con la hija de la Presidenta y los foros de los diarios exhibieron, una vez más, la misoginia en su más amplio espectro. La tendencia fue el odio.
Simultáneamente, se conoció una tragedia: la muerte de Daiana, una adolescente que había salido a buscar trabajo. También ella fue objeto de la estigmatización en las redes sociales.
Una frase que circuló por Facebook decía: “A los asesinos y violadores de mujeres la Justicia no les pregunta cómo iba vestida su víctima”. Esta certera afirmación venía a poner luz sobre los múltiples comentarios que se hicieron sobre cómo iba vestida Daiana al momento de su desaparición.
La madre de María Soledad Morales, Ada, habló después de mucho tiempo por radio. Fue con Mónica y César para recordar el emblemático caso que desnudó un entramado siniestro de los “hijos del poder” en Catamarca en la década del ’90. Ada recordó a su hija y también cuánto se la juzgó para ocultar la verdad. Contó con esa voz calma, maternal, lo que fue su vida y su lucha después de semejante tragedia.
Así también lo hicieron la madre de Lola Chomnalez y el padre de Wanda Taddei en el encuentro Ni Una Menos, contra la violencia de género. Hombres y mujeres atravesados por el dolor que jamás imaginaron que alguna vez encabezarían marchas y reclamos. Sin embargo, hoy son verdaderos líderes, personas íntegras con discursos conmovedores que reclaman justicia.
En septiembre se van a cumplir 25 años del asesinato de María Soledad Morales. Desde ese día hasta ahora hemos aprendido poco como sociedad. En los medios de comunicación, en las redes, en la publicidad, en el lenguaje, en la cotidianidad seguimos naturalizado la violencia contra las mujeres.
Algunos hombres se molestan y nos tildan de feministas o nos dicen que exageramos con el “tema de género”. En ocasiones, cuando les señalamos que deben referirse respetuosamente hacia las mujeres, ellos argumentan que decir “puta” o “yegua” no puede compararse con un asesinato. Es cierto, por eso no los llamamos asesinos, les decimos misóginos.
Seguimos discutiendo sobre esta temática porque hay números que nos alarman: cada día y medio muere una mujer asesinada. Mientras tanto, algún hombre, o incluso una mujer, está denigrando a otra en un post, en un medio periodístico, en Twitter o en un foro.
Por ello, además de trabajar por una política universal efectiva y coordinada, debemos insistir en las escuelas, en el hogar, en los ámbitos de trabajo para que se fomente el diálogo y se emplee un lenguaje inclusivo con perspectiva de género. Tenemos que enseñar y resguardar a nuestros hijos para que no consuman y propaguen horas y horas de morbo. Sólo así, cuando dejemos de naturalizar la violencia, podremos con ella.
* Especialista en Infancia.
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