SOCIEDAD

“Consideré el homicidio como un acto de asistencia, de eutanasia”

El hombre que está siendo juzgado por canibalismo en Alemania argumentó que sólo ayudó a su víctima a suicidarse.

Durante las cuatro horas que duró el video, a puertas cerradas, los tres miembros del tribunal de Kassel se movieron incómodos en sus asientos. No había demasiado para interpretar. Todo estaba a la vista. En la cinta se podía ver al “caníbal de Rotenburgo”, como ya se conoce al ex sargento del ejército germano y actual especialista en computación Armin Meiwes, mientras cortaba el pene del ingeniero berlinés Bernd Juergen Brandes, ayudado por la víctima, lo saltaba a la plancha y lo devoraban juntos como un plato exclusivo. Los jueces también fueron espectadores de cómo Meiwes asesinaba luego a Brandes, y lo iba devorando de a pedacitos. Ayer, en la segunda audiencia del juicio, Meiwes rechazó la acusación de asesinato: “Consideré el homicidio –declaró ante el tribunal– como un acto de asistencia, como eutanasia, como auxilio al suicidio.” El caso señala algunos baches en la legislación alemana. El primero es que no lo pueden acusar de caníbal porque en Alemania el canibalismo no es delito, o sea, está permitido. La fiscalía sólo lo puede acusar de crimen para satisfacer instintos sexuales y por perturbar la paz de los muertos. El otro bache es sorprendente: los peritos determinaron que el acusado es una persona normal.
El caso sacudió a los alemanes a mediados de diciembre del año pasado, cuando Armin Meiwes fue detenido en su casona del siglo XVIII, en Rotenburgo, y comenzaron a revelarse sus secretos. A mediados del ‘99, la madre de Meiwes, que convivía con su hijo, falleció. Un año después, el especialista en computación comenzó a poner avisos en Internet: “Busco joven de entre 18 y 30 años, atlético, para sacrificarlo”, decía el anuncio. Más que sorprender, en ese momento Meiwes recibió nada menos que 430 respuestas de jóvenes de entre 18 y 30 aparentemente dispuestos a todo.
Meiwes no se dejó sorprender y decidió hacer una especie de casting informático sobre los postulantes. Finalmente quedaron seis. Tres de ellos, en realidad, sólo pretendían participar en un juego de rol interpretando el papel de víctimas. Los desechó porque, es obvio, para Meiwes con eso no se juega. Purista hasta el caracú, Meiwes decidió rechazar al cuarto porque, aunque pedía ser decapitado, era demasiado gordito y no le cayó simpático. El quinto se echó atrás cuando el acusado le advirtió que cuando lo visitara en su casona sería la última vez. El sexto era el ingeniero Bernd Juergen Brandes.
El 10 de marzo de 2001, Brandes, de 43 años, pidió permiso en su trabajo y viajó hasta Rotenburgo, a 40 kilómetros de Kassel, golpeó la puerta de la casona de Meiwes y entró. El resto está filmado en el video degustado ayer por los tres jueces, tres integrantes del jurado, el equipo de la fiscalía, el defensor del acusado y el propio Meiwes.
Ayer se cumplió el segundo día del juicio. Durante la audiencia, Meiwes aseguró que le había escrito a un amigo: “Espero encontrar pronto una nueva víctima, ya casi no me queda carne”. Se refería a los trozos de Brandes que había guardado como corresponde en el freezer y había ido consumiendo de a poco, horneados con papas, verduras y vino tinto chileno. Aseguró también que guardaba los últimos bocados para compartir con su futura víctima. Cuando se refirió a Brandes, dijo que se sentía molesto porque le había mentido respecto a su edad (en el aviso pedía jóvenes de hasta 30), y que “era un poco gordito y su carne ni siquiera era comestible”.
Durante la audiencia, Meiwes dijo que “si hubiera ido al psicólogo un par de años antes, esto no hubiera llegado tan lejos”. Algunos quisieron ver en esa declaración una señal de arrepentimiento. Los policías que detuvieron al acusado se encargaron de echar por tierra tal aserto: revelaron que al interrogarlo no mostraba el menor indicio de culpa y que hasta tenía cierto gusto por hacer la cronología de su caso.
La policía encontró en la casa de Meiwes 304 casettes y cd con fotos y films de contenido sexual. El acusado retocaba las fotos en Internetcortando virtualmente las cabezas de las personas en las imágenes y haciendo que sus cuerpos aparecieran desangrándose.
Lo curioso del caso es que los peritos consideraron que el acusado no sufría de ninguna enfermedad mental. Tan sorprendente como que el canibalismo en Alemania no figura como delito, por lo que en principio está permitido. La fiscalía se vio en figurillas para encontrar la acusación ya que, según la defensa, Meiwes cometió “un homicidio a pedido”, ya que en su testamento Brandes firmó su consentimiento a ser asesinado y deglutido. “Yo lo único que hice fue un acto de asistencia, como una eutanasia, como auxilio al suicidio”, sostuvo el acusado. Finalmente, fue acusado de matar para satisfacer instintos sexuales y de perturbar la paz de los muertos. Si el tribunal acepta el pedido de la fiscalía, Meiwes será condenado a 15 años de prisión como máximo. Si triunfa la postura de la defensa, de seis meses a cinco años.
La otra gran revelación surgió del testimonio de los policías: el detective Wilfried Fehl, de la policía de investigaciones del estado de Hesse, sostuvo que durante la investigación descubrieron una red de canibalismo alemana. “A este círculo –dijo Fehl– pertenecen maestros, cocineros, funcionarios públicos, artesanos y (obvio) dentistas.” No llamó la atención que el investigador agregara: “Son gente como el promedio de la sociedad, son personas absolutamente normales”.

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Ayer se cumplió el segundo día de juicio contra Meiwes.
 
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