Domingo, 7 de febrero de 2016 | Hoy
SOCIEDAD › LA MILONGA EN UN LUGAR PUBLICO DE LA PLATA QUE EL GOBIERNO BONAERENSE BUSCO PROHIBIR
Funciona todos los domingos desde hace cinco años en el hall del Centro Administrativo Gubernamental. Cada noche se juntan más de mil personas para bailar o aprender. La gestión macrista anunció que iba a vedar el uso de ese espacio público “porque se ensucia el piso”. Y hubo resistencia a puro firulete.
Por Carlos Rodríguez
Julio pasó la barrera de los setenta con las luces encendidas. Los fines de semana sale a correr por la Plaza Moreno de La Plata, pero siempre se cruza hacia la esquina de 12 y 51, para ver y participar de “la milonga” que se arma, desde el 28 de marzo de 2010, todos los domingos, en la “plaza seca” de la Torre 1, el edificio donde funciona el Centro Administrativo Gubernamental, que depende de la gobernadora María Eugenia Vidal. Mientras se acomoda la gorra, con la visera hacia atrás, como cualquier pibe de barrio, le dice a Página/12: “Es lindo esto, porque demuestra que el tango no muere. Mirá toda la juventud que tenemos acá”. Las fronteras generacionales se diluyen en la esquina platense, entre las seis de la tarde y las doce de la noche, cada domingo, llueva o truene, al amparo del edificio y por el calor que le ponen los creadores de Tango en la Torre. La movida estuvo a punto de encaminarse hacia una prohibición del uso del espacio público por decisión de un funcionario de Cambiemos, pero el apoyo de miles de personas parece haber alejado el peligro.
Ulises Delle Ville, bailarín y profesor de tango, precisa que la Torre 1 es un edificio que pertenece al gobierno de la provincia de Buenos Aires ubicado frente a la Municipalidad de La Plata, a dos cuadras de la Catedral. Hace unos días, los diarios locales informaron que el nuevo director del Centro Administrativo provincial, Carlos Rossi, había tomado la decisión de terminar con el baile dominguero porque “se derrocha mucha luz y se ensucia el piso”. El costo estimado del gasto de energía eléctrica es de 8 pesos por noche y los organizadores limpian y acondicionan el piso, antes y después de la milonga.
Después de algunos días de incertidumbre, Ulises y los demás integrantes del grupo, Agustín Venturino, Ezequiel D’Alessio, Malena Molfino y Eugenia Arrosio, son optimistas por la marcha actual de las negociaciones. “El nuevo director no sabía cómo funcionaba esto y tomó la decisión de sacarnos porque sí y puso excusas que, al principio, no tenían ninguna explicación, aunque después dio otros argumentos. Creemos que fue una decisión que se tomó sin tener conocimiento de lo que hacíamos”.
Delle Ville, un joven tanguero de 37 años, explica que lo que hacen “ya es folklórico”, en el sentido de que “se ha convertido en hábito; así como hay gente que tiene por costumbre venir los domingos a la Plaza Moreno a tomar mate, otros vienen acá a bailar un rato”. Está convencido de que “es complicado meterse con el folklore y es lógico que la gente esté dispuesta a resistir”. De ese modo alude a lo que ocurrió el domingo 17, cuando miles de personas se acercaron a la Torre 1 para que siga el baile, mientras que el apoyo a través de las redes sociales nucleó a más de 50 mil voluntades.
“No somos veinte o treinta”, precisa Delle Ville, quien señala que las estadísticas que llevan dicen que el año pasado más de 23 mil personas pasaron los domingos por la Torre 1, para aprender a bailar, para milonguear (los expertos y alumnos avanzados) o para presenciar el espectáculo que cierra cada una de las veladas danzantes. Confía en que ahora, sobre todo a partir de la mediación de un funcionario municipal, “se está entendiendo lo que hacemos” y están buscando “un acuerdo para convertir en formal el permiso informal que tenemos desde marzo de 2010”.
La milonga en la Torre 1 comenzó hace cinco años. La concurrencia florece en primavera y en el verano, pero resiste a pie firme en otoño e invierno. “Tenemos mil personas por noche que van pasando desde las seis de la tarde hasta las doce de la noche, salvo en el invierno, cuando baja un poco por el frío”, aunque cierran el espacio con lonas para atenuar las heladas. Delle Ville venía masticando la idea de “enseñar a bailar el tango gratuitamente” desde hace más de diez años. Confiesa que su “fantasía” era entonces que “el tango sea bancado por el Estado, por lo que representa, por el lugar de donde viene”. Su ilusión de que “se lo banque” desde la educación formal se fue haciendo realidad en alguna medida. Hace cinco años empezó a dar clases gratis, primero en la Facultad de Medicina y luego, hasta hoy, en la Escuela de Danzas Tradicionales Argentinas José Hernández, de La Plata.
“En esa escuela se creó la Tecnicatura de Tango, de la que los alumnos salen con el título de coreógrafo”. El cobra un sueldo por la tarea docente que realiza “pero para la gente el curso es gratuita”. Desde entonces comenzó a soñar con una milonga en un lugar público, pero fue imposible montarlo en una “plaza verde”, con árboles y pasto, porque esa actividad “podía interrumpir otras y me dijeron que no era posible”. Un dirigente le aconsejó pedir permiso en la “plaza seca” de la Torre 1.
“Los lugares donde se aprende a bailar tango son cerrados y la gente que no va nunca tiene oportunidad de ver a los bailarines. En cambio, en la Torre 1, todo el que pasa nos ve y eso los decide a participar”. Ahora tiene una plaza seca con columnas en lugar de árboles. Columnas que hablan de temas sociales, que preguntan dónde está Julio López o piden justicia para Yésica Emilia Uscamayta Juri, la chica que murió ahogada en la pileta durante una fiesta de fin de año.
A Delle Ville, que también es diseñador gráfico, le gusta el tango porque es “bien latinoamericano, por la necesidad del contacto entre los bailarines”. Considera que “el contacto está latiendo en toda la gente porque nosotros, para saludarnos, nos abrazamos y nos besamos”. Asegura que “es algo que no pasa tanto en otros lugares del mundo y el tango ofrece la posibilidad de abrazarse a alguien que no conocés”.
Insiste en que “ese abrazo, una vez que sucede, es sincero” y recuerda que después de la dictadura militar “fue difícil volver al abrazo, volver a la reunión, al espacio de la milonga”. En lo personal, dice que vivió el tango como “una necesidad” porque “hubo un tiempo en que se propuso bailar separados, sin abrazo, le llamaban Nuevo Tango, pero después se volvió al tango cerrado, con el abrazo cada vez más cerrado”.
El tango en la Torre 1 se baila cerrado y el abrazo junta parejas que se conocen, y otras que no. Puede verse a dos mujeres bailando juntas, a un hombre canoso, veterano, prendido en un abrazo con una joven veinteañera, o a la parejita de novios que se mueven al compás del dos por cuatro como si se tratara de la última moda.
Un tango escrito en el año 1942, con música de Aníbal Troilo y letra de Enrique Cadícamo, le da la razón a Delle Ville, a la distancia de más de 70 años, los mismos que ya dejó atrás el amigo Julio, el de la gorra con la visera al revés. Ese tango, que se llama Pa’ que bailen los muchachos, dice en uno de sus versos: “La vida es una milonga/bailen todos, compañeros,/ porque el baile es un abrazo”.
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