SOCIEDAD › ENCONTRARON UNA JERINGA EN EL AUTO DONDE IBA NATALIA DI GALLO
La hipótesis de una fiesta forzada
Los investigadores creen que la chica pudo haber sido llevada al parque engañada. Las notables coincidencias con el caso Melmann.
Por Horacio Cecchi
La oscuridad del Parque Pereyra Iraola es el celoso cancerbero de las claves del trágico final de Natalia Di Gallo. Su familia insiste en acusar a Nicolás Gómez, el amigo que acompañó a la joven hasta el bosque y el último que la vio con vida, además del supuesto captor denunciado por él mismo. Pero no existen por el momento elementos contundentes para acusarlo. Por eso, en la causa, Nicolás “el Palo” Gómez figura como víctima. Una hipótesis comienza a tomar fuerza entre los investigadores: sospechan que El Palo llevó a la chica a una boca de lobo para consumar una fiesta. Una jeringa hipodérmica hallada en el auto intenta sostener esta versión. Más débil es la idea de que la muerte fue accidental y derivó en una fabulación de asalto. Ninguna de las dos hipótesis puede explicar el hecho sin la participación de más de una persona. Pero ninguna de las dos toca a fondo una hipótesis complementaria: la burla macabra de colocar el cuerpo, prolijamente envuelto y llamativamente a la vista. Página/12 anticipó algunas similitudes del caso con el de Natalia Melmann, asesinada en Miramar por tres policías y un ex convicto, ya condenados. Pero entre los casos de las dos Natalias hay muchas más similitudes, en lo que parece una marca registrada.
Según reveló una fuente judicial, “la declaración del chico concuerda en todo, salvo algunos detalles que por ahora no alcanzan para cambiar el papel que ocupa en la causa. Nicolás Gómez figura como víctima y no como sospechoso. Si hubiera elementos, su situación cambiaría drásticamente. Pero, por ahora, eso no está”. La fuente fue terminante. También describió cómo el joven, en la reconstrucción, había logrado salir del baúl de su Renault, tal cual lo había declarado antes. “Cierran la tapa del baúl con él adentro. Del lado interior, el portarrevistero se dobla en dos, tanto desde dentro del baúl como desde el asiento. Levantó por la mitad el revistero, metió la mano, destrabó los dos retenes del asiento trasero, reclinó el respaldo hacia adelante y salió. Podrá creerse o no, pero lo vimos todos.”
Entre las dudas figura la detallada descripción que hizo El Palo del supuesto agresor. Una fuente allegada a la familia puso en imágenes esas dudas: “El dijo que estaban en el asiento trasero, él encima de ella. ¿Cómo hizo para ver al asaltante tan bien, en un lugar donde de noche es tan oscuro que ni se ve a un metro de distancia? Como mínimo esconde información. Pero lo que más parece es que miente”. El identikit fue elaborado ayer en la Policía Judicial de la Procuración bonaerense, donde especialistas del Sistema de Investigaciones Criminalísticas trazaron sobre la base de un sistema ultramoderno los rasgos dictados por El Palo.
Además de esas dudas, que como confiaron las fuentes no alcanzan para culpabilizar al hasta ahora co-víctima del caso, los investigadores trabajan fundamentalmente sobre dos hipótesis. Ambas, por el momento, con más carga de intuición que de datos que las sustenten. Pero, al fin de cuentas, toda investigación se inicia a partir de hechos posibles en la imaginación y que se buscan demostrar o descartar. Una imagina que Natalia fue llevada, sin saberlo ella, a una fiesta en el interior del bosque. La aparición de una jeringa en el interior del auto podría sostener la idea, en caso de que las pericias determinen qué sustancia había en su interior y ese resultado se contraste con las pericias toxicológicas realizadas al cuerpo de Natalia, cuyos resultados demorarán unos quince días.
Una pareja de testigos declaró haber visto en la zona de Bosques, sobre la ruta 36 (2) a un hombre que golpeaba a alguien que no pudieron ver, tratando de introducirlo en un auto parecido al de Gómez.
La segunda supone que la joven murió o se desvaneció por algún motivo accidental y que el joven se habría asustado y habría tramado el resto. Los múltiples golpes en el cuerpo de Natalia no parecen permitir avanzar en esa línea. En cualquiera de ambos casos, los investigadores están casi convencidos de que participó más de una persona. Un dato lo corrobora: el cuerpo fue colocado el jueves 1º, cuando El Palo estaba en el centro de la mirada de todos.
Hasta aquí, el parecido con el caso Melmann es sorprendente: en ambos casos los cuerpos de las víctimas fueron hallados cuatro días después de su desaparición y muerte. En ambos casos fueron colocados con posterioridad, en un bosque, y después de que el lugar fuera rastrillado. También hay un ex novio y un pretendiente. En ambos casos, el último en ver con vida a la víctima es el pretendiente (según relataron ellos). Si se parte del caso Melmann, ya cerrado y con condenas (un ex convicto y tres policías fueron hallados culpables), la Justicia consideró demostrada no sólo la entrega de la joven para una fiesta en un aguantadero que derivó en la muerte de la chica, sino también la existencia de una red de drogas y complicidades policiales y políticas que controlaban la noche miramarense.
En el caso del Pereyra Iraola, el hallazgo del cuerpo es un manual de datos: alguien lo mantuvo durante cuatro días. Alguien lo envolvió prolijamente, el último día, en cuatro bolsas de consorcio grises, cortadas como sábanas y unidas con cinta de embalaje transparente. La cinta envolvía el cuello y ataba al cuerpo en forma de ocho. “Un trabajo largo y prolijo”, dijo un investigador. Y lo arrojaron desde un Ford Taunus aparentemente modelo 80 en un lugar burdamente visible a las autoridades reunidas para la reconstrucción, a la misma hora, no lejos de allí. Como una burla macabra. ¿Por qué?
El Palo declaró en la causa varias veces. Una fuente ligada al caso confió a Página/12 un detalle: entre tantas declaraciones un investigador intervino para hacerle una pregunta, una sola, en apariencia inocente.
–Decime, Nico –preguntó el hombre–. ¿Cuántos amigos policías tenés?
–Yyyy..., unos cuantos –respondió Nico después de pensar un momento.
Algunos la llaman pregunta a boca de jarro. Otros, pregunta con trampita. Para el caso, el número poco importa, nadie recuerda si lo dijo, y si lo dijo nadie recuerda cuántos, porque la respuesta sólo tenía sentido si era afirmativa. La fuente prefirió no revelar a este diario cuáles fueron las derivaciones de la respuesta. Quizá, por el momento en que se encuentra la investigación, tampoco importen esas derivaciones. Lo que sí resulta interesante es que entre los investigadores, aunque lo nieguen públicamente, circula la idea del tipo de conexiones.