SOCIEDAD › MAYERLING ROJAS VILLASMIL, DIRECTORA DE DERECHOS HUMANOS DE VENEZUELA
“Sólo el Estado puede violar los derechos humanos”
Con apenas 28 años, coordina las políticas de salud, educación, cultura y deporte de su gobierno. Defiende a capa y espada la república bolivariana, con sus “121 artículos constitucionales en materia de derechos humanos” y jura que también se respetan las libertades políticas de la oposición. Una charla alrededor de un tema delicado, en un régimen que se define como revolucionario.
Por Martín Piqué
-¿Cuál es su función específica como directora de Derechos Humanos de Venezuela?
–Soy la que coordina el Ejecutivo nacional, es el gabinete entero del señor presidente en cuanto a sus políticas de salud, educación, cultura, deporte. Todo lo que tenga ver con el desarrollo de los 121 artículos de la Constitución en materia de derechos humanos, desde la promoción, protección, progresión y asimismo la garantía de las políticas.
–Coordina las reuniones de gabinete que tengan que ver con derechos humanos.
–Sí. Todo lo que tenga que ver con derechos humanos. Por ejemplo, me voy hacia el Ministerio (del Interior) donde tengo la base. Allí decimos que nuestra política primordial es “educar a todos los funcionarios” para que tengan un respeto por los derechos humanos. ¿Qué hacemos? Coordinamos con la Fiscalía General de la República, con la Defensoría del Pueblo, y organizamos cursos, talleres y programas que permitan trabajar en la educación de nuestros funcionarios y enseñar derechos humanos. Pero también vigilamos que dentro del Estado se cumpla con lo que dice la Constitución. En el Ministerio de Educación, si hay alguna escuela que no está funcionando, que tiene problemas, donde no funciona el comedor, la intervenimos desde la Dirección de Derechos Humanos. Nos dirigimos al Ministerio de Educación y les decimos: “Mire, señor, acá falta tal cosa”. Y llegamos en tropel con otros organismos para poder resolver los conflictos.
–En la Argentina hay información parcial y distorsionada sobre Venezuela. ¿Existen violaciones a los derechos humanos en su país?
–No. El único que puede violar los derechos humanos es el Estado. Y nosotros tenemos una Constitución que los garantiza. Tenemos, por supuesto, denuncias sobre casos concretos. Por ejemplo, hemos recibido varias cartas de Amnistía Internacional, de relatores de distintas partes del mundo, en las que nos piden que les garanticemos el respeto a la vida y a la integridad física a algunas personas.
–¿Dirigentes de la oposición?
–Sí. La gente de Amnistía Internacional nos ha solicitado informes. Pero el tema es complejo. Mi Dirección hizo una jornada con el auspicio del presidente y del ministro (del Interior, general Lucas Rincón). Fue una jornada de derecho gratuito para que las personas pudieran asistir e hicieran sus denuncias de manera más formal. A esa jornada no asistió nadie. Si tú no tienes una demanda formal en contra del Estado, por violación a los derechos humanos, por desprotección, o porque algún grupo de seguridad pretende supuestamente, atentar contra tu vida, quiere decir que no cursa ningún tipo de averiguación ante Tribunales ni ninguna denuncia por violación a los derechos humanos. Lo que pasa es que en la prensa se puede decir lo que se quiera, porque no hay más libertad de expresión que la que se vive en Venezuela. En Venezuela la gente dice lo que quiere. A los que hacen denuncias infundadas nosotros, como Estado, deberíamos denunciarlos. Pero no es el espíritu que tenemos. Lo que deseamos es que esas personas vayan a la Dirección General que yo dirijo, que es el órgano rector en la materia. Pero hasta ahora ninguna persona se ha presentado para colocar ninguna denuncia.
–¿La confrontación tan fuerte que se vive en Venezuela, donde la sociedad está polarizada, no puede afectar de alguna forma las garantías constitucionales? Podría suceder que no haya una violación sistemática de los derechos humanos, pero sí que algunas garantías no se cumplan por ese enfrentamiento con la oposición.
–Ni en los peores momentos. Y eso que estamos hablando de un golpe de Estado, de un paro petrolero, de un paro de trabajadores. En Venezuela en este momento el Estado nacional da todas las garantías. Eso quiere decir que tenemos el control de la situación, siempre y cuando no quieran intervenir fuerzas extranjeras para derrocar un gobierno legítimamente constituido. En Venezuela no se puede decir que el Estado no es garante de los derechos humanos, sobre todo porque no hay ningún tipo de garantía vulnerada. Aunque sí puede pasar que el clima se vuelva muy álgido y se pueda prestar para que haya violaciones a los derechos humanos. Pero no es el ánimo del Estado. Es políticamente importante e imprescindible que el Estado no participe en este juego que la gente opositora está preparando hacia adentro.
–¿Cuál es la relación de su Dirección con organismos de derechos humanos internacionales como Human Rights Watch o Amnistía Internacional?
–Con las denuncias internacionales usamos el procedimiento interno que aplicamos en cualquier otra que pudiera hacerse en el país. Porque nosotros no tenemos nada que ocultar. Simplemente nos piden información y nosotros se las proporcionamos. El ministro del que yo dependo es el que da las respuestas formalmente. Está abierto a cualquier necesidad de información y nuestros archivos siempre han sido muy transparentes. Cuando nos solicitan información, coordinamos con los demás organismos institucionales de los que depende esa información y se las proporcionamos. Ahora, en cuanto a Human Rights Watch, creo que esa organización ha tergiversado lo que es una defensa de los derechos humanos y se ha inmiscuido en políticas internas con una posición sesgada. Ellos hablan de que es necesaria una intervención internacional en Venezuela, de que nos tienen que aplicar la Carta Democrática de la OEA.
–Eso se pidió hace tres meses en el Senado colombiano.
–Sí, y es absurdo. Porque estamos hablando de una Venezuela libre, con una libertad de expresión, vuelvo a decir, que no existe en ninguna otra parte del mundo. Por eso, el Estado nacional no puede permitir que se nos intervenga. Porque tenemos una soberanía, que además está controlada por la Constitución. Y no vemos por la calle gente disparando, matándose. Las cosas que han sucedido no han sido porque el gobierno las ha propiciado. El Estado actúa de acuerdo a normas internacionales en las que se apoya cualquier gobierno del mundo, controlando una situación específica. Porque el desbordamiento de la violencia sería fatal. Ese es el trabajo del Estado. Resumiendo, yo aconsejaría a Human Rights Watch que no se preocupara por Venezuela, que se preocupara por Irak y por Estados Unidos. Allí sí, hay violaciones a los derechos humanos.
–¿Cuál es la prioridad de la política de derechos humanos de Venezuela?
–Lo que más nos preocupa es la justicia social, la igualdad. La igualdad ante todos los servicios, la igualdad ante el Estado, donde todos tengan una vivienda digna, donde todos tengan derecho a la salud, derecho a la educación. Y en Venezuela se están implementando planes muy importantes. En este tema les tenemos que dar las gracias a los pueblos hermanos que nos han ayudado. En este caso, Cuba. En los barrios más deprimidos durante 40 años ahora tenemos una asistencia médica gratuita, diaria, las 24 horas del día. Hay más de dos mil médicos apostados en todo el territorio nacional, encargándose precisamente de la salud ambulatoria. Estamos habilitando clínicas populares. Porque en Venezuela se había hecho de la salud un mercado negro, solamente podíamos encontrar clínicas en las zonas céntricas, donde las personas de clase media baja no podían ingresar. Yahora tenemos la Clínica Modelo, que está inaugurada en la zona sur de Caracas, en Caricuao. Y hay un plan para construir 38 clínicas populares.
–¿Qué es una clínica popular?
–Una clínica popular es una clínica como cualquiera en su aspecto comercial, pero en donde, en muchos casos, si no tienes para pagar una tomografía, si no tienes los medios económicos para poder entrar en un quirófano, el Estado subsidia esa intervención. Eso es una clínica popular. Si tú eres de clase media baja, o clase media alta y quieres recurrir a una tomografía, que está alrededor de 200 mil bolívares (unos 66 dólares según la cotización del mercado negro) y no puedes cancelarlos, el Estado subsidia la mitad. Y si no puedes pagar la mitad y el Estado comprueba que es así, nosotros te garantizamos tu derecho y te eximimos del pago por completo. Eso es una clínica popular: tú entras y tienes todos los servicios, desde radiología hasta intervenciones quirúrgicas.
–¿Ese es uno de los cambios que se produjeron con Chávez?
–Yo quisiera que la gente entendiera lo que ha sido el antes y el después del presidente Chávez. Porque yo lo he vivido a pesar de que soy muy joven. He palpado el antes y el después. En todos los aspectos, como en la educación. Porque yo estudié en una universidad pública que iba a ser privatizada. Además del derecho a la salud, donde hubo un cambio total. Antes, en algunos pueblos para encontrar a un médico tenías que esperar una semana. Porque los médicos comercializaban con la carrera, preferían ir a una clínica privada antes que ir a un pueblito. En Venezuela eso ya no sucede. Hay valores que se están renovando. Hay que entender que tiene que haber una equidad social para poder vivir en paz. Nosotros tenemos cualquier cantidad de gente de veinte años para adelante estudiando en las misiones: Misión Robinson, Misión Ribas. Son personas que nunca han podido estudiar y el Estado se encarga de que ellos puedan estudiar. El Estado no solamente se encarga de enviarte a tu profesor con un video y un televisor para que aprendas qué es la “a” y que es la “b”, así se escribe, así se lee. También te beca para que puedas comer, para que puedas vivir y puedas aprender. Eso significa el gobierno bolivariano.
–¿Cuál es la política más inmediata para los desocupados?
–Las cooperativas. Tenemos un plan que se llama “Vuelvan Caras”. Es un plan que se implementa desde el Ministerio de Trabajo y el Banco de Cooperación. Las cooperativas se arman a partir de tres personas que tienen un proyecto, por ejemplo agrícola. Nos reunimos cinco personas. Hay un terreno. Si el terreno está libre, solicitamos al Instituto Nacional de Tierras creado por el presidente que nos ceda ese terreno. Ellos hacen una investigación, a quién pertenece ese terreno, si es del Estado o de un particular, donde está ese particular, cuántos años hace que está desocupado ese terreno. Entonces se le paga a esa persona y se comienza a trabajar. Para eso pedimos un crédito en un banco también creado por el presidente, que es el Banco de Desarrollo Social (Bandes). Ellos aprueban el proyecto, dan el crédito y forman a los cooperativistas para que puedan empezar a trabajar en forma inmediata.
–¿Cada cooperativista recibe una parte del crédito?
–No, reciben una cantidad determinada que varía según el proyecto. Se hace un seguimiento para que haya una buena administración y para que las personas no se endeuden tanto. Aparte, nosotros como Estado, tenemos que recuperar ese monto. El asunto no es regalarle a la gente, hay que facilitarle los instrumentos para que ellos se sientan útiles a la patria y puedan llevar un sustento a la casa. En Venezuela la gente estaba malacostumbrada por los últimos cuarenta años. Estaba habituada a que le dieran algo cuando se venían las elecciones. Nosotros decimos que si las cinco personas no pueden con 35 millones de bolívares (unos 12 mil dólares según la cotización no oficial), les damos de acuerdo con su capacidad y de acuerdo con lo que necesiten. Hemos financiado cooperativas por hasta 120, 170 y hasta 500 millones de bolívares, como le entregamos hace poco a una cooperativa de lancheros: personas que van al mar, pescan, necesitaban hacer sus lanchas. Y les dimos el dinero para que pudieran hacer sus lanchas. Claro, tenían un proyecto. Todo ha sido debidamente estudiado.
–¿No hay planes de desempleo individuales?
–Sí, hay. Tenemos el Banco del Pueblo, el Banco de la Mujer, donde la persona va y dice: “Yo sé hacer esto” o “yo necesito cierta cantidad de dinero para hacer esto otro”. Se le da entonces cierta cantidad de dinero para que la realice.
–¿Y con un joven que no sabe ningún oficio o profesión?
–Lo instruimos. Además, nosotros con todas las misiones que tenemos necesitamos preparadores, facilitadores, para ir a los barrios. Y esa también es una forma de empleo directa.
–Aquí hay un proyecto que se llama “Manos a la Obra” que fomenta las cooperativas y los microemprendimientos. Pero el Banco Mundial ha dicho que esos proyectos no son sustentables en el tiempo porque no responden a una demanda real del mercado.
–Eso no es cierto. Nada de lo que se le da al pueblo deja de ser rentable. Todo se traduce en bienestar. Y un gobierno está para crear políticas en beneficio de su pueblo. Independientemente de lo que se pueda traducir en números. En Venezuela no deja de ser rentable porque a la gente no se la educa para que dependa del Estado. Nos encargamos de que la gente pase por un proceso no largo, no de cantidad, pero sí de calidad, para que entienda que es necesaria la rentabilidad de la inversión. Porque eso es lo que va a generar aún más: si te presto y me la devuelves, entonces te puedo volver a prestar. Y la gente siempre regresa por más. Porque la gente quiere expandirse. Aparte, nosotros, los venezolanos, somos muy consumidores: consumimos lo que nosotros hacemos.
–En la Argentina el gobierno de Chávez es mirado con distancia por su pasado militar. Desde Venezuela suelen aclarar que allí los militares no dirigen sus armas contra el pueblo. ¿Es así?
–En el Caracazo se lanzó a las fuerzas armadas a matar al pueblo. Y hubo un presidente hace mucho tiempo atrás que decía “disparen primero y averigüen después”. Por suerte, los militares que tenemos hoy en las fuerzas armadas son muy diferentes. Empezando porque el máximo líder nuestro fue militar. Pero estudió a Bolívar y a Gramsci.
–¿Cuáles eran sus reclamos cuando estaba en la facultad?
–Como estudiantes no teníamos acceso a bibliotecas ni computadoras. No teníamos ningún tipo de servicio médico, teníamos un servicio médico semiprivatizado, pero nosotros necesitábamos que el estudiante pudiera ir al médico, pudiera hacerse exámenes, y que todo corriera por el estudiantado. Además, en los comedores no había comida. Cuando yo estudiaba, había una importante cantidad de disturbios, manifestaciones estudiantiles. Ya eso se acabó. Quedan en marcha movimientos estudiantiles totalmente sesgados, que no obedecen a lo que deberían obedecer, las reivindicaciones estudiantiles. Obedecen a posiciones sesgadas de la oposición, de los partidos políticos opositores al gobierno. Y con ellos pasa que hacen focos de disturbios, pero cuando tú les preguntas qué es lo que están pidiendo para poderlos ayudar, ellos dicen “no” y se diluyen...
–O sea, responden a una línea política general, que no está mal, pero descuidan lo reivindicativo de la facultad.
–Exactamente. Pero en realidad la línea de ellos, si es que tienen línea, es destruir. Porque si hablamos de una línea general es porque obedecen a un pensamiento, a una lucha social de base. Y no es así. Simplemente obedecen a lo que se les ordena, que es a destruir.
–A qué partidos se refiere?
–Tenemos a Bandera Roja, ellos son un partido. Primero Justicia, que también tienen gente dentro de la universidad. Y los partidos tradicionales, los adecos (Acción Democrática), Copei, que siguen teniendo presencia en la universidad. A nosotros en muchísimas elecciones nos tocó medirnos con ellos.
–¿Cuáles son las cinco universidades públicas de Venezuela?
–La Universidad Central de Venezuela (UCV), la Luz (Universidad del Zulia), la de los Andes (ULA, en Mérida), la Universidad de Carabobo (UC) y la Universidad de Oriente (UDO).
–¿El chavismo tiene presencia en las universidades?
–El panorama ha cambiado de hace un año para acá. Han surgido nuevas posiciones. Hoy en día el movimiento estudiantil tiene otro tipo de lineamiento. Pero están en elecciones en casi todos lados. Tenemos que esperar a ver qué pasa. En la UC y la UDO, donde estábamos nosotros (las agrupaciones cercanas al chavismo), el movimiento que ha ganado es de Acción Democrática.
–¿El movimiento estudiantil está cerca del chavismo?
–No. Tenemos gente que hoy en día puede hacer movilizaciones, pero la verdad no estamos como antes, cuando éramos los que decidíamos lo que se hacía, los que decíamos qué faltaba y que no.
–¿A qué se debe ese retroceso?
–Hace falta más trabajo de base con los estudiantes, para que se incorporen más. El problema es que nosotros ya tenemos una nueva universidad, la Universidad Bolivariana (UBV). Entonces esa universidad está formando los futuros estudiantes de base, los que tienen una perspectiva política y un trabajo social. Y cuando tú ya te sientes que formas parte de algo es muy difícil estar en otra universidad. En la UBV nos hemos dedicado a trabajar el movimiento de base. Ahí va la gente que tiene sentido social. Los que luego van a salir a formarte. Hemos descuidado un poquito las otras universidades porque nos hemos dedicado más a formar una nueva universidad donde pudieran ir los que antes no llegaban.