EL PAíS › OPINION

Atar con alambre

 Por Eduardo Aliverti

Más allá de los incidentes en la Legislatura, que sólo obligan a insistir con la pregunta de a cuál necesidad represiva sirven, hay dos grandes paquetes temáticos. Uno judicial, abonado además por el emblemático aniversario del ataque a la AMIA. Y gremial el otro. Ambos políticos, en definitiva y como casi todo en esta vida, pero además de eso con cierto hilo conductor.
El atentado contra la mutual judía resalta con brillo particular porque no se cumplieron 10 años de una impunidad cualquiera, sino de la firme decisión política de que hubiera impunidad. No dejaron nada sin hacer en dirección a no resolver nada, y fue a la vista de todos. Desde un juez que aceptó comprar un testigo hasta la instrumentación de un perejil como chivo expiatorio del episodio entero. Frente a este escándalo nadie puede hacerse el distraído refugiándose en la independencia e impericia de la Justicia. No hay excusa de ninguna índole que sirva para justificar que el poder político se haya lavado (y lave) las manos. Por lo tanto, es ésta una factura que alcanza al gobierno de Kirchner y que lo comprometerá de manera creciente a medida que avance el tiempo si se continúa sin resultados o sin una manifiesta vocación de investigar.
La Justicia, sin embargo, anda en estos días mucho más enfocada por otro hecho, también escandaloso. La decisión de la Cámara Federal volviendo a fojas cero el affaire de las coimas en el Senado despertó una comprensible indignación y, en los ambientes politizados, una sorpresa de la que todavía no se sale: ¿Por qué nada menos que los jueces de esa Cámara, prestigiados por fallos que supieron ir a contramano de las presiones de los poderes de turno y reconocidos en general como hombres de perfiles progresistas, asumen un costo de esta naturaleza? Es necesario aclarar que el caso no está archivado, ya que la información periodística fue muy pobre en ese sentido y dio la sensación de lo contrario. Lo que ha hecho la Cámara es decirle al juez Canicoba Corral que su relevamiento y constatación de pruebas fue literalmente un desastre, y que debe empezar de nuevo. Entonces una de las preguntas circulantes es si acaso el juez hizo todo mal adrede, de forma tal que continúe empiojándose una pesquisa de riesgo (potencial) enorme para muchos referentes de la casta peronista y radical. Como fuere, esta enésima sospecha sobre las andanzas tribunalicias hace recordar que la renovación de la Corte Suprema no alcanza ni por asomo para hablar de un Poder Judicial renovado. Y en eso el Ejecutivo tiene igualmente una cuota de responsabilidad muy grande.
En línea con patear cosas para adelante e ir actuando sobre la coyuntura, el Gobierno se mostró satisfecho y hasta donde se sabe operó por la unificación de la CGT en manos de Hugo Moyano aunque, formalmente, quien asumió es un triunvirato que satisface los intereses de todos los “gordos”. Tienen cabida en ese esquema varios mamarrachos que se cuentan entre lo más repulsivo del mundo gremial, con lo cual costaría entender a la unión de estos burócratas como comprendida en la avanzada transversal declamada por Kirchner. Empero, numerosos indicios muestran que el oficialismo puso sus fichas allí para que el escenario de la protesta social no tenga de único actor al frente piquetero. Nada nuevo bajo el sol cuando el sol es peronista. Ya lo decía el General: Acá cabemos todos. Y lo que son las casualidades, la “nueva” CGT ya salió a decir que quiere discutir la suba salarial y de las jubilaciones. Y más casualidad todavía, mañana los recibe el Presidente. Cuesta creer e inclusive asombra, francamente, que alguien en el Gobierno crea con seriedad en las chances de la banda cegetista para liderar u operar los reclamos populares. Y, en todo caso, la “lucha antipiquetera” se gana generando trabajo digno y mejores condiciones de vida,s y no ensayando fórmulas de divisionismo que pueden ser pan para hoy pero seguro hambre para mañana.
Hoy, cuando los niveles de aceptación de Kirchner siguen muy altos, estas tácticas cortoplacistas pintan efectivas y hay quienes las saludan cual producto de una excelente muñeca política. Pero ante las primeras circunstancias adversas y mucho más en una sociedad como ésta, de humor errático, lo que ahora parece la gloria se transforma en Devoto.
Atar con alambre es, a veces, una necesidad. Si se lo convierte en costumbre, y en el accionar político, a mediano y largo plazo es un suicidio.

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