EL PAíS › EL ACTO POR EL ANIVERSARIO DEL ATENTADO A LA AMIA
85 silencios que siguen impunes
Abundaron las críticas a la investigación y el pedido a Kirchner para “que no apague la llama de la esperanza”. Hubo explosiones de bronca y una gran dureza contra una lista de “traidores” que incluyó a Carlos Menem.
Por Sergio Kiernan
Diez años después de que una bomba destruyera el viejo edificio de seis pisos de la AMIA, una sirena urgente, desagradable, sonó exactamente a las 9.53. Una multitud se apretujaba en la muy fría calle Pasteur, desde el palco sobre Viamonte hasta tocar Corrientes, y volcándose largamente por las laterales. El décimo aniversario de la masacre del 18 de julio de 1994 que dejó 85 muertos y 300 heridos fue tan triste como en años anteriores, y tuvo los ya habituales elementos de indignación y perplejidad por la impunidad y el misterio en que sigue el atentado. El presidente Néstor Kirchner y su esposa, varios ministros y una nutrida delegación de la comunidad judía norteamericana asistieron al acto, en el que se escucharon fuertes críticas a la investigación y reclamos cruzados sobre ocultamientos. Una figura que nunca asistió a ninguna de las ceremonias fue sin embargo el más mencionado: Carlos Menem fue el favorito de silbidos e insultos.
El acto duró algo más de una hora y comenzó con la lectura de un poema. Luego se hizo un minuto de silencio “por la sangre inútilmente derramada”, se encendió una vela por cada una de las 85 víctimas del atentado. Enseguida se leyeron sus nombres, saludados con un “presente”, y luego se escuchó la primera pieza musical del día, una grabación de Martín Rago que más tarde sería seguida por una actuación de Julia Zenko. Al leerse la lista de adhesiones se escuchó la primera silbatina de la mañana, dedicada al Senado de la provincia de Buenos Aires.
El primer orador fue Jaime Salomón, presidente del Concejo Federal de la DAIA y una figura tan poco conocida que no resultó cuestionada. Salomón trajo la solidaridad de las comunidades del interior, “también marcadas por los pilotes que son los monumentos a la impunidad”, y exigió al “Estado a rendir cuentas todos los días por lo que hace y lo que no hace”, lo que se haría juzgando a los funcionarios implicados “por sus actos”. Salomón también llamó a la unidad de las instituciones y realizó una alusión indirecta a la SIDE –ver recuadro– al hablar del “escándalo” que resultaría en liberar a los policías juzgados actualmente por el tribunal oral.
Para el dirigente de la DAIA, resultaría igualmente escandaloso “que se culpe a las instituciones judías por los resultados de la investigación”. Esta fue la única y críptica referencia que hubo en el acto a la figura del muy criticado ex presidente de la DAIA Rubén Beraja, actualmente detenido por fraude. “Desde fuera de la comunidad hay quienes quieren usar la causa políticamente”, dijo Salomón. “Es un escándalo atribuir a las instituciones comunitarias responsabilidad. Es el Estado nacional quien debe rendir cuentas todos los días, por lo que hace y lo que no. Es un escándalo cuando el Estado no cumple con su obligación.”
Al hablar de los funcionarios que no cumplieron con su deber, Salomón sorprendió al destacar “en particular a Galeano”, en referencia al juez que tuvo por años la investigación de la causa, Juan José Galeano, y fue recientemente removido por irregularidades. La DAIA fue uno de los principales apoyos del cuestionado juez.
A Salomón lo siguió en el palco el periodista Alfredo Leuco, que a pedido de los familiares adaptó y leyó un emotivo texto escrito para el tercer aniversario en el que cuenta la vida y la muerte de la víctima más joven y de la más anciana del atentado. Leuco hablaba de Sebastián, un chiquito de cinco años que pasaba con su mamá por la AMIA rumbo al Hospital de Clínicas, y de Faivel, un inmigrante polaco de 73 que estaba en la bolsa de trabajo. Sebastián fue literalmente arrancado de la mano de su madre, que resultó herida gravemente. Faivel murió entre los escombros, en el interior del edificio.
Abraham Kaul, presidente de la AMIA, habló con dureza del estado de la investigación. Primero se dirigió directamente al presidente Kirchner y le dijo que su asunción había encendido una vela de esperanza, confirmada porla apertura de los archivos de la SIDE y Cancillería ordenada el año pasado. “No deje que esa vela se apague, señor Presidente”, pidió Kaul.
“Diez años sin justicia desde el criminal atentado fueron posibles porque hubo responsables y traidores”, arrancó luego Kaul, que sucesivamente fue señalando como “traidores” a la SIDE, la Policía Federal, policías bonaerenses, al ex presidente Menem y al ex director de Migraciones, Hugo Franco. “En el juicio oral se probó que no investigaron, que a Menem no le interesó, no recibió nunca a los familiares. Fueron unos incapaces, ellos nos traicionaron.”
Kaul también incluyó en su lista a los gobiernos de Reino Unido y Suiza, por “privilegiar sus propios intereses a la hora de colaborar con la causa”. Gran Bretaña negó la extradición de un sospechoso, el ex embajador de Irán en Buenos Aires Hadi Soleimanpour, y Suiza privilegió “su secreto bancario y sus finanzas” al informar que no existe la cuenta en que Menem habría recibido diez millones de dólares de Irán.
Marina Degtiar, una joven que perdió a su hermano en el atentado, habló en nombre de los familiares y dijo que “ellos (las víctimas) ya no están” pero “sí están Duhalde y Ruckauf, protagonistas preponderantes de esta década infame, utilizando a nuestros muertos para obtener réditos políticos o de poder. Ellos son los que encubrieron a esa maldita policía y hoy duermen en paz cuando pesa tanto horror sobre sus hombros”. Degtiar definió al juez Galeano como “un mal”. “Estamos convencidos de que hoy sigue pasando lo mismo, pero aquellos de quienes depende que esto se vea realizado deberían estar en la misma sintonía que el señor Presidente. Esto le daría más fuerza a la llama que él encendió”, agregó Degtiar.
A lo largo de la ceremonia hubo momentos en que se ventiló la frustración acumulada durante tantos años en abucheos y silbatinas, con explosiones individuales que se escuchaban a lo largo de Pasteur. Pero el tono este año fue casi elegíaco, con silencios sentidos, una gran quietud y tal vez un deseo de apartar por un día las miserias de la investigación.
“¿Se da cuenta? Estamos como el primer día”, resumió un sesentón apacible que seguía el acto con una nieta, apretado sobre la calle Tucumán. “No sabemos quién fue, sólo sabemos quién se dedicó a tapar todo.”