SOCIEDAD

En el debate por los menores, un juez quedó en la línea de fuego

El asesinato de policías disparó otra vez reclamos de mano dura con los menores. Un juez fue objeto de duras críticas y hasta se difundió su teléfono para que los oyentes lo llamaran. “Si respeto las garantías se me acusa de facilitar su fuga”, le dijo a este diario.

Otra vez los menores de edad son la delgada línea del hilo por donde puede llegar a cortarse el costado más violento de la crisis. A la frecuente muerte de policías de las últimas semanas se le sumó el ingrediente ideal para un cóctel de pedido de mano dura: el protagónico de un chico de 17 años, M. M., supuesto asesino del custodio del padre del meter bala, el canciller Carlos Ruckauf. Con una madre encantada con dar testimonio en los notishows del mediodía y de la noche, un padre dedicado al robo, un hermano muerto en un enfrentamiento, uno preso, en fin, un entorno que según la Justicia “no ofrecía garantías de su recuperación”, el chico en la mira fue un festín para los noticieros. Esta vez en la polémica los jueces de menores quedaron en medio del conflicto. Horacio Barberis fue el juez que recibió los golpes por no haber encerrado al chico acusado bajo “máxima seguridad”. “Mi obligación es brindar las garantías de la Constitución, pero resulta que en esta estructura casi esquizofrénica, si respeto las garantía se me acusa de facilitar su fuga”, le dijo ayer a Página/12.
Para entender cómo de las muertes de policías que motivaron el proyecto de llevar a “perpetua” la pena a cualquiera que mate un uniformado se llegó a la psicosis de ayer en que todo el mundo hablaba del drama de los menores delincuentes, hay que revisar la historia de M., usada como caso testigo. Mucho más teniendo en cuenta que en la propia policía alguien supo con certeza que dar a conocer la filmación de un robo cometido por el menor y la grabación de las conversaciones con su madre “encubridora”, más el prontuario familiar, serían maná para impulsar más reformas. M. –su nombre fue divulgado contra las normas desde el primer momento por la policía– había caído preso en febrero por el robo a un supermercado Disco. En el super quedó grabado el hecho. Las imágenes, según el juez Barberis, sólo estaban en su despacho. Pero en el programa de Daniel Hadad también aparecieron frente a la televisiva madre del muchacho, a quien para colmo le surgió una vieja causa por estafas con tarjeta. Y como si fuera poco para la demonización que se busca, tres conversaciones grabadas. El chico le pregunta: “¿Ya están las cosas bajo tierra?”. Su madre lo tranquiliza: “Ya sacamos todo”.
Fue después de confrontar a la mujer en vivo con sus palabras que se vino una diatriba furiosa contra el juez Horacio Barberis. A Barberis habían empezado a acusarlo el lunes en diferentes radios y en el programa de Mauro Viale de haber liberado a Milliorinsi. Aunque esto esté lejos de la verdad. En realidad, según explicó él ayer a Página/12, en la causa por el robo al Disco, él procesó al chico después de tomarle declaración indagatoria. Los informes médicos y psiquiátricos dieron cuenta de lesiones físicas producto de una fuerte adicción al pegamento. Fue el propio Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia –antiguo Consejo del Menor– el que recomendó una institución en la Isla Silvia, del Tigre. “El CoNAyF no dispone de centros de recuperación con máxima seguridad por eso se eligió el lugar, que al limitar con el río y el monte ofrece condiciones de permanencia”, explicó a este diario Barberis. Finalmente el chico se escapó igual de la granja.
El juez no sólo recibió críticas en el programa de Hadad. También se mostró su cara rodeada por un círculo en la filmación de la reconstrucción de un crimen y se dio el número de su juzgado a los telespectadores. Ayer durante toda la mañana recibió llamados. Algunos lo insultaban. Otros lo escucharon. “La mayoría fue muy correcta, aunque estaban quejosos de por qué no había una legislación que contemplara duramente estos hechos. Les expliqué que ya hay penas muy duras, que el problema no es la producción legislativa sino la infraestructura necesaria para apoyo y redes que lograran que los chicos entendieran la dimensión de sus hechos y que fueran responsables de ellos. Esto es lo que pretende la convención de los derechos del niño.”
–¿Por qué delinquen más los menores, qué ve usted en su juzgado?
–Hay robos a mano armada en los que el botín es tan escaso y magro que sólo por extrema necesidad se lleva adelante un hecho de estas características. Ni siquiera podemos pensar, en la gran mayoría de los casos, en la obtención de un rédito importante, sino en la satisfacción de necesidades básicas. Además son parte de un espiral de violencia que los tiene como sujetos activos y como sujetos pasivos por el abandono y maltrato que los llevan a esa situación de ejercer la violencia ellos mismos. Estoy hablando de los jóvenes en su totalidad: carecen de trabajo, los grupos familiares se disgregan por razones económicas, y esto golpea a todos los sectores sociales por igual.

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La muerte del custodio de Ruckauf, en un bar, fue el punto inicial para los reclamos.
 
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