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Mamá Silvia pregunta por el taller de ajedrez para los chicos de tercer grado y Susana, la directora, le responde que “todavía no se implementó”, que “estamos en eso”. Papá Jorge cuenta de los problemas que tiene a fin de mes para comprarles la vianda a sus hijos y la maestra Flavia le informa sobre un curso gratuito que se está dando en el colegio “para que los nenes reciban alimentos nutritivos bastante económicos”. Estas escenas, como muchas otras de distinta índole, se vivieron ayer en las escuelas públicas de los ciclos inicial y primario de toda la Capital Federal, adonde asistieron 180 mil padres de alumnos en el marco de una nueva jornada de “Padres con la Escuela”, promovida por la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad.
Es la 1 de la tarde y suena puntual la vieja campana del patio techado, que en un día común anunciaría el comienzo del turno tarde en la Escuela Primaria Nº 22 Martina Silvia de Gurruchaga, del barrio de Boedo. Sin embargo, el de ayer no fue un día más en el ciclo lectivo de los chicos: esta vez, junto a ellos, quienes dijeron presente fueron sus papás. “Para nosotros es muy importante que hayan venido, porque la escuela puede ser un lugar de contención y desarrollo cultural para los chicos, pero no por eso pasa a ser más que un complemento en la enseñanza de valores de la que deben hacerse cargo los padres”, comentaba a Página/12 Alicia Larreategui, directora del establecimiento, mientras despedía a los últimos papás.
“Los principales reclamos que recibimos de los familiares fueron por mayor cantidad de refrigerios para los chicos, por una ampliación de las clases de inglés y computación a todos los cursos y por la realización de más torneos deportivos”, detalló Larreategui. Como en el resto de los colegios, la jornada en la nº 22 comenzó con una charla introductoria de la directora y las maestras de primero a séptimo grado respecto de las actividades de la escuela. Luego continuó con las inquietudes de los padres acerca de la educación que reciben sus hijos y de sus problemas económicos cotidianos, para finalmente concluir con actividades en talleres “en los que intentamos que padres e hijos nos digan con juegos, historias y representaciones lo que no se animaban a decir de otra forma acerca de cómo ven a la escuela y de cuáles sus preocupaciones”.
Justamente, fue en el desarrollo de las actividades que se vivieron momentos emotivos en la escuela que dirige Larreategui: al momento de contar su experiencia como mamá de alumnos del establecimiento, Marcela, que por razones económicas debe mudarse a la provincia, se emocionó y el llanto le quebró la voz, contagiando a las maestras. “No me pude aguantar, esta escuela nos brindó mucho apoyo anímico y material a mí y a mis hijos, por lo que tener que llevarlos a otro lugar me pone muy mal”, confesó la mujer. “Estas situaciones pueden ser duras, pero sirven para hacernos pensar en lo importante que es que los padres acudan al colegio para contarnos acerca de sus problemas y de los inconvenientes que sufren los chicos”, dijeron en la escuela.
De los encuentros participaron también el jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, y la vicejefa, Cecilia Felgueras. Mientras que Ibarra se presentó en la escuela nº 7 de Liniers, donde dialogó con los padres sobre la situación general de la educación pública, Felgueras participó de un acto en la escuela República Oriental del Uruguay, de Flores, donde sostuvo que “tenemos que construir este espacio educativo todos juntos y compartir con los chicos la dureza de afuera y transformarlo en calidez aquí dentro”.