SOCIEDAD › GEORGE SOROS, FINANCISTA, FILANTROPO, OPOSITOR A BUSH
“Bush no puede cambiar porque es incapaz de admitir sus errores”
Es un mago de la Bolsa que llegó pobrísimo a Estados Unidos e hizo una fortuna de miles de millones. Llegó a donar 2800 millones de dólares y se ganó un perfil, muy raro entre los de su clase, de opositor a la derecha de su país adoptivo y contrario a la guerra de Irak. Sus críticas al presidente que detesta y sus ideas sobre cómo lograr una paz durable.
Por Fernando Gualdoni *
–¿Qué lo impulsó a participar de la reciente Cumbre de Madrid sobre terrorismo?
–La conferencia ha analizado la relación entre terrorismo y seguridad, por un lado, y con la democracia, por otro. El tema planteó del modo más adecuado, en el momento y el lugar correctos. España respondió hace un año al horrendo ataque del terrorismo de un modo muy diferente a como lo hizo Estados Unidos. Por esta razón creo que Madrid es el lugar donde había que venir a tratar este tema. También es aquí donde debía hacerse la pregunta precisa: ¿puede el terrorismo, creado por terroristas, amenazar la democracia y la sociedad abierta? Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el presidente George W. Bush dijo que los ataques lo habían cambiado todo. Pero no fueron los horribles atentados los que cambiaron todo en el mundo, fue el modo en el que la Casa Blanca respondió a éstos. Fue Bush con su declaración de guerra y su persecución indiscriminada de enemigos de Estados Unidos lo que cambió todo. La intervención en Afganistán estaba justificada porque era el refugio de Osama bin Laden y de gran parte de la red Al Qaida, pero la invasión a Irak no tuvo justificación alguna; el régimen de Saddam Hussein, por más nefasto que fuese, no había estado vinculado con los atentados del 11-S. La guerra contra el terror, como la llamó Bush, como cualquier conflicto por naturaleza, se cobra muchas vidas inocentes, demasiadas. Los familiares y amigos de esas víctimas odian a quienes les arrebataron la vida de sus seres queridos y a quienes les infligen dolor. Estas heridas alientan el odio, y éste, a su vez, el terrorismo. Los terroristas empezaron por crear víctimas inocentes, alrededor de 3000 en los atentados del 11-S. Pero después, Estados Unidos creó muchas más de 3000 nuevas víctimas en su batalla contra el terror. Esto es lo terrible de enmarcar la lucha contra el terrorismo en términos militares únicamente. Por eso es muy importante cambiar el enfoque del problema. Se puede combatir el terrorismo de otro modo, fortaleciendo la democracia. De esta forma se puede socavar y minar a los terroristas, quitándoles el respaldo político que necesitan para funcionar, para sobrevivir. Durante el primer mandato de Bush primó un enfoque negativo, el de combatir terror con terror, lo que por naturaleza conlleva a la guerra. Ahora, en este segundo mandato, existe la oportunidad de que Washington acepte el otro enfoque, el positivo, que consiste en fortalecer las democracias contra el terrorismo.
–La ayuda financiera también es clave, ¿no?
–Sí, es la segunda herramienta imprescindible para luchar contra el terrorismo: la del respaldo financiero. Es necesario asistir económicamente a aquellos países que luchen dentro de sus fronteras contra los terroristas. Hablo de auténtica ayuda financiera, no de promesas que nunca se cumplen. Es evidente que donde hay un mayor bienestar, donde lo que prima es el pensamiento de que el futuro será mejor, la idea de vivir y dejar vivir se corporiza; mientras, la de morir o matar se aleja. El mundo desarrollado no puede debatir la lucha contra el terrorismo sin tener en cuenta su causa; el bienestar pesa mucho. Es la diferencia entre el ser humano que tiene una vida para sí mismo y para sus hijos, frente al que no la tiene y no tiene nada que perder. Ya en una cumbre celebrada en Varsovia se estableció el principio de que todo lo que suceda dentro de las fronteras de un país es vital para la seguridad del mundo. Ahora, en Madrid se da un paso más para dar cuerpo a aquella declaración, que era sólo un acuerdo marco. Confío en que en nuestra próxima cita de abril en Chile avancemos más en esta idea de combatir el terrorismo, pero siempre dentro de la legalidad.
–¿Qué espera del segundo mandato de Bush?
–Partamos de la base de que la razón por la que él ganó fue, en parte, porque hizo una campaña fuerte. Por otra parte, su triunfo también se debió a que el candidato rival (el demócrata John Kerry) no fue convincente. Su victoria se debió más a la falta de una alternativa que a la fortaleza de los argumentos de Bush. El presidente se las arregló para enmarcar el gran tema de la seguridad en términos de guerra y de terror. Este fue el marco generalmente aceptado entre los estadounidenses. Por esta razón estaba muy interesado en la conferencia que estos días se celebraba en Madrid, por el hecho de que se trataba de reorientar la lucha contra el terrorismo. Creo que esto es muy útil, porque puede haber un cambio en la posición de Bush en el segundo mandato, redirigido hacia la expansión de la democracia en el mundo. Y en esto siempre he creído, es algo en lo que he estado comprometido de forma intensiva por lo menos durante los últimos 15 años de mi vida, en lo que he invertido mucho tiempo y dinero. Doy la bienvenida a ese cambio de Bush porque debemos, en efecto, reorientar el tema al que nos enfrentamos. Estados Unidos es la primera potencia mundial, y en lo que pone en la agenda se centra su política y sus acciones. Si Bush pone Irak en la agenda, entonces tenemos una guerra; pero si lo que pone es democracia, entonces tendremos un plan para extender este sistema por todo el mundo. Esto, desde luego, es positivo. Si logramos dar un giro en el tratamiento de la cuestión del terrorismo, que como principio tenga en cuenta la ley para combatirlo, entonces tal vez podamos corregir algunos de los errores del primer mandato de Bush, en el que sin duda actuó unilateral y arbitrariamente, y con mucha soberbia.
–¿Cree realmente que la política de Bush puede cambiar tanto de un mandato a otro?
–Es muy difícil para el presidente Bush cambiar, porque es incapaz de admitir sus errores. Y lo que lo hace más terrible es que él no es capaz de comprender el principio fundamental de una sociedad abierta, el que dice que podemos estar equivocados. Y por esta razón, por esta incapacidad de Bush, EE.UU. se ha metido en un gran problema: la guerra de Irak. Creo que durante el segundo mandato puede haber muchos peligros, muchos problemas. No intento dejar de ser crítico con Bush, después de tanto tiempo, para hablar ahora a favor de él, sólo digo que hay una oportunidad. Puede haber un cambio en la política de Bush sin necesidad de que él admita sus errores o sus mentiras, como aquella que vinculaba al régimen de Saddam Hussein con los atentados del 11-S. El cambio del que hablo radica en la forma en la que podemos llegar a tratar, a partir de ahora, con tiranos como Saddam. Bush ya no dice que invadió Irak porque el régimen de Saddam respaldó a los terroristas que atacaron Nueva York y Washington, ni porque el país tenía armas de destrucción masiva. Ahora el presidente justifica su guerra argumentando que lo que quería era llevar la democracia a Irak. Bien, si el objetivo es llevar la democracia, a Irak o a cualquier otra parte, estamos de acuerdo. Ahora tenemos la oportunidad de mostrarle otro camino a Bush para lograr extender la democracia sin necesidad de ir a la guerra.
–¿Es esto lo que Washington está intentando en Líbano y Siria ahora mismo?
–No exactamente. No creo que detrás de todas las manifestaciones y los cambios que se han visto en Líbano últimamente haya estado la mano de la administración de Bush. Alguien mató a Hariri y eso provocó de forma espontánea un gran malestar en todo el mundo. Gente como Jacques Chirac (presidente francés), que ha sido un gran valedor del régimen de Siria, se ha vuelto ahora en su contra. Los sauditas, que también apoyaban a Damasco, le dan la espalda. Creo que los días de Bashar el Asad (presidente de Siria) están contados. Habrá un cambio de régimen y esta vez no será fruto de una invasión estadounidense. Creo que hay una situación revolucionaria genuina, tanto en Líbano como en Siria. El régimen de Siria es muy débil, porque el país está muy deteriorado e incluso se está quedando sin petróleo. Creo que Asad es el próximo dictador en caer y espero que se vaya por su propio pie, lo que será mucho más seguro para el mundo. No puedo imaginar una invasión estadounidense en Siria porque EE.UU. está muy débil tras la guerra de Irak, ha habido un gran desgaste desde el punto de vista militar.
–Habla de una especie de revolución similar a la de Ucrania en Oriente Próximo. ¿Lo cree posible?
–Sí, lo creo. Los cambios que se han visto en Georgia y en Ucrania tienden a extenderse, a contagiarse hacia otras partes del mundo. Es una especie de despertar de mucha gente que hará posible la remoción de regímenes opresivos.
–Pero esto no se aplica a Irán o Corea del Norte. Allí será difícil que permitan una revolución pacífica y popular...
–Sí, esos casos son muy diferentes. Irán es ahora el punto más crítico en la geopolítica mundial. La cuestión del desarrollo de armas nucleares es un tema muy serio y muy delicado. Esta proliferación se ha producido, básicamente, porque el sistema de la no proliferación de estas armas se ha roto. Ahora hay un incentivo para que los países desarrollen armas nucleares. ¿Por qué? Porque gracias a la política de Bush, a su doctrina de los “ataques preventivos”, los países se han dado cuenta de que si poseen armas nucleares quedan exentos de esta absurda amenaza de la Casa Blanca. Para un país, tener armas atómicas se ha convertido en una forma de ganar soberanía y evitar la injerencia estadounidense. Los ejemplos de India y Pakistán, y ahora Irán, demuestran esto. Además, no hay que olvidar que Israel también tiene armas nucleares, y aun cuando el país es aliado de EE.UU. y es menor en tamaño respecto de los mencionados, la dimensión del peligro es la misma. Esta nueva proliferación de las armas atómicas, en manos de quien sea, es la verdadera amenaza para la paz en el mundo.
–En el caso de Irán, justamente, EE.UU. optó por la línea de la presión para que abandonase su programa nuclear, mientras que Europa se inclinaba a obtener el mismo resultado por la vía de las negociaciones. ¿Cree que la reciente gira de Bush por Europa, además de limar diferencias tras la crisis de la guerra de Irak, será el punto de partida de una mayor coordinación transatlántica para abordar temas como el iraní u otros similares en el futuro?
–Creo que ésta es una pregunta que no podemos contestar aún, que está abierta a todas las posibilidades. El resultado de las negociaciones con Irán, sin duda, nos dará la respuesta. Creo que el tema del programa nuclear de Irán es el más delicado y complejo en este momento, y pienso que las posiciones respecto de esta cuestión pueden llegar a separar a la UE y a EE.UU. mucho más de lo que lo hizo la guerra de Irak.
–La paz mundial depende de EE.UU. y, al mismo tiempo, la potencia es la mayor amenaza para la paz... ¿Es esto lo que sugiere?
–En parte. Creo que es demasiado fácil para Europa y el mundo culpar a Estados Unidos de todos los riesgos para la paz. Algunos países europeos necesitan tener políticas exteriores más positivas en vez de oponerse a todo desde el primer momento, sin pensar mucho por qué. Creo que el deber de esta conferencia de Madrid es convencer a EE.UU. de combatir el terrorismo por otros medios que no sean los militares, y, por otra parte, creo que es un encuentro útil para que muchos gobiernos europeos perfilen mejor su posición respecto de la lucha contra el terrorismo.
–¿Cuál debería ser el papel de Rusia en esa lucha?
–Rusia se ha apartado de la democracia. Putin ha reestablecido un régimen autoritario. Bush, atrapado por su propia retórica, de vez en cuando se siente obligado a recordar a Putin sus obligaciones con los derechos humanos, la libertad de expresión y la libertad de prensa. Y Putin se limita a responder: bueno, ya pensaré en ello. Dado que este juego no va a ningún lado, creo que lo que realmente puede cambiar las cosas en Rusia son las enseñanzas que han dejado las recientes revoluciones en Georgia y en Ucrania. Estos acontecimientos ya han comenzado a calar entre los rusos. Las protestas de los pensionistas o la de los estudiantes, por ejemplo, son hechos positivos, son respuestas al autoritarismo. Aunque Bush tiene algunas limitaciones políticas para tomar partido por ciertas manifestaciones en Rusia, esto no significa que no pueda hacer lo correcto de vez en cuando. Esas limitaciones, por llamarlas de algún modo, tampoco deberían impedir a Europa manifestarse en favor de una mayor libertad en Rusia.
–Habla de presionar al gobierno de Moscú como se haría con cualquier otro...
–Hablo de no tratar a Rusia como una democracia cuando no lo es. Por ejemplo, hablo de excluir a Rusia del G-8 si no cumple con los mínimos preceptos democráticos. Washington está empeñado en poner a Rusia en la lista de países democráticos, y esto es un error. No se puede pedir a algunos un estricto cumplimiento de las reglas democráticas y con otros hacer la vista gorda. Si queremos que la democracia sea la verdadera herramienta contra el terrorismo, EE.UU., para empezar, tiene que ser consecuente con el ideal democrático a los ojos de todo el mundo. Aferrándonos a los principios democráticos es como seremos más efectivos contra el terrorismo. La gran lección del 11-S es que el tipo de gobierno o de régimen que haya en países como Arabia Saudita o Afganistán, por ejemplo, es una cuestión vital para la seguridad del mundo.
–¿Qué pasará con la economía en este segundo mandato de Bush?
–Soy muy crítico con la política económica de la administración de Bush. Creo que las personas que respaldan a Bush son extremistas y que se encaminan hacia los extremos con una facilidad pasmosa. Pero pienso que la mayoría de los estadounidenses no es extremista, por lo que tarde o temprano la gente rechaza estas tendencias. Durante el primer mandato, toda la política de Bush, económica y exterior, fue extremista. Para sufragar todo el gasto que supuso la invasión, la Casa Blanca exprimió la economía estadounidense hasta donde pudo, creando, entre otras cosas, un déficit monstruoso y provocando un descenso histórico del valor del dólar. En este segundo mandato, Bush ha comenzado a crear la idea de que hay una situación de emergencia en el sistema de la seguridad social del país. Estoy convencido de que la reforma social será para Bush su tumba política, igual que para Margaret Thatcher fue la poll tax (tasa municipal). Creo que Bush ha ido muy lejos con esto y que la gente lo está percibiendo. Estoy seguro de que de esta nueva batalla saldrá derrotado.
* Especial de El País de Madrid para Página/12.