SOCIEDAD › NUEVAS DUDAS EN LA NASA TRAS EL ARREGLO DEL DISCOVERY
Chapa y pintura en el espacio
Dos astronautas salieron del transbordador para eliminar los riesgos en la superficie de la nave. Pero durante los trabajos descubrieron un nuevo problema, que obligará a otra corrección.
Ayer entró en funciones el primer chapista espacial en la historia de la humanidad. Se trata del astronauta Stephen Robinson, quien arregló diversos daños que se habían producido en el recubrimiento térmico durante el despegue. Como en dos oportunidades anteriores, Robinson salió al espacio con su colega Soichi Noguchi. Entre los dos pusieron a punto un brazo robótico de 50 metros de largo mediante el cual Robinson pudo aproximarse a la superficie de la nave y retirar, simplemente con sus dedos enguantados, unos trozos de fieltro que sobresalían entre las plaquetas aislantes y que, al friccionar con la atmósfera, hubieran podido poner en peligro el regreso del Discovery. La excursión duró seis horas y un minuto y –con esa aptitud mediática necesaria para el trabajo de astronauta– fue comentada para los televidentes por el propio Robinson. La reparación culminó felizmente, pero se detectó un nuevo problema, un desprendimiento cerca de la nariz de la nave; se estudia la posibilidad de una nueva salida de chapa y pintura para que el vehículo quede, esta vez sí, a punto para volver a casa.
Página/12 pudo reconstruir un diálogo, que la NASA no dio a publicidad, entre el flamante chapista Stephen Robinson y Eillin Collins, la comandante del Discovery. “¿Está seguro de que sacando eso con los dedos va a quedar bien?”, pregunta la comandante. “Pero sí, señora, no se haga problema, ¿no ve que está quedando bárbaro? De última, le ponemo’ un alambrecito.” “Pero mire que tengo que viajar muy lejos...” “Va a andar todo bien, señora, quédese tranquila”, asegura el chapista espacial.
En efecto, el momento culminante de la tarea de Steve Robinson, de 49 años, fue retirar con las puntas de sus dedos índice y pulgar, enfundadas en su grueso guante espacial, dos tiras de material de relleno, que sobresalían entre las losetas térmicas.
Robinson y Noguchi habían pasado las primeras dos horas de su excursión preparando los dispositivos necesarios. El principal instrumento era un brazo robot de casi 50 metros de largo, a cuyo extremo Robinson se ató por los pies. “Estoy listo para volar”, anunció Robinson, y el brazo robot empezó a desplazarse, lento como en un sueño, a fin de que el operador se acercara todo lo necesario a la superficie de la nave pero sin riesgo de dañar las delicadas losetas.
El primer intento falló: Robinson quedó demasiado lejos del casco del Discovery. “Manténgase recto y échese para adelante”, le indicaron desde el centro de control.
La operación era seguida de cerca por dos cámaras de televisión. Una estaba en el brazo robot. La otra en el casco del traje de Robinson. “Mi objetivo es no tocar para nada las losetas térmicas”, explicó a los televidentes el astronauta. Su tarea, claro, no estaba exenta de riesgos, especialmente el de que su traje espacial resultara dañado.
El siguiente intento dio resultado. “Agarro fuerte y tiro. Sale fácilmente. Fantástico”, narraba y comentaba Robinson sus propias acciones mientras quitaba con sus dedos el material indeseable. Si no hubiera podido con los dedos, lo habría intentado con una tijera y un cuchillo especiales.
Pero no todo iba a quedar tan bien. Robinson y Noguchi advirtieron que algunos centímetros de la cobertura térmica, cerca de la cabina de mando, se habían desprendido. Filmaron el área afectada, y la NASA estudia los datos para decidir si el defecto requiere una nueva salida para su reparación. Las primeras evaluaciones estiman que el desprendimiento no constituye un peligro para el retorno del Discovery, previsto para el lunes.