SOCIEDAD

Testimonios argentinos

Por Alejandra Dandan

Francisco Moresco salió hace cinco días de Nueva Orleans apenas con las cosas puestas. Como repitiendo esa historia que lo sacó definitivamente de San Isidro hace 18 años, las imágenes de la televisión del domingo pasado le alcanzaron para abandonar la ciudad que en unas horas más se convertiría en una pesadilla para miles de norteamericanos. “Apenas me di cuenta de que el viento enfilaba derecho para casa –contó a Página/12– le dije a mi mujer que cargara las cosas más imprescindibles en el auto.” Sus dos hijos, los documentos, alguna ropa, un perro y dos gatos. A las 12.30 tomaron la carretera como otros cientos que escapaban desesperadamente. Moresco ayer seguía en la pieza de un hotel de Houston donde los argentinos buscan algún tipo de refugio en casa de amigos, conocidos o desconocidos solidarios. Según los datos de la casa argentina en Nueva Orleans, en la ciudad residían unas 120 familias de argentinos. Aunque aún no se han confirmado víctimas mortales entre ellos, el consulado de Houston con jurisdicción en la zona de catástrofe anoche buscaba el paradero de ocho personas.
“¿Estoy dando la impresión de estar de capa caída?”, preguntaba Francisco durante la charla con este diario. Hacía días su familia había logrado escaparse del infierno. De la ciudad donde “la gente salía corriendo como ratas”. “Los que más o menos tenían los medios pudieron evacuarse, pero otros quedaron a merced de los vándalos.”
Con su familia siguieron los vaivenes del Katrina desde el inicio. “El huracán ya había pasado por Miami, pasó por el golfo, pero el domingo se decía que recuperaba fuerzas. Estábamos mirando la tele y apenas vinos que enfilaba para acá, le dije a mi mujer que nos íbamos. Llamé a la casa de mi madre y de mi hermana; los tres autos nos encontramos en un punto intermedio y salimos a la carretera que era un loquero.”
Las crónicas de los últimos días ya dieron cuenta del aturdimiento de esa salida: la autopista ubicada sobre la línea costera del río Roo era el único punto de escape que encontraron los primeros autoevacuados. Los vientos arrolladores del Katrina habían destruido horas antes la otra única salida de Orleans, un puente terrestre hacia Alabama. Los Moresco estuvieron 15 horas sobre la ruta para recorrer los 450 kilómetros hasta Houston, un camino de cinco horas en tiempo normales. Sobre la carretera observaron los coletazos del huracán: “Sentimos los efectos –dice Francisco– porque uno de los árboles se nos voló encima del auto. Y no era el huracán, sino sus efectos externos”.
A esa misma hora, también se escapaba Juan Lértora, un médico correntino que emprendió el camino hacia Houston con su hijo y un amigo chileno. Como otros, buscaron refugio entre los conocidos de otras ciudades. “Me llamaron temprano”, dice en este caso Roberto Alsina, un psiquiatra argentino que ayer los alojaba en Houston. “Llegaron con las cosas necesarias para dos o tres días, porque pensaban que después se volvían. Pero por lo que estamos viendo, por el nivel de destrucción de la ciudad hay que ver cuándo regresan, si es que alguna vez van a poder regresar.”
La casa del psiquiatra argentino ayer se parecía a una de las bases de emergencia de las campañas de Cruz Roja Internacional. Entraban llamados del consulado argentino en Houston, de la Casa Argentina de Orleans y de conocidos o desconocidos que recalaban pidiendo una pieza. “Esta ciudad está completamente llena”, explicó. “Los hoteles no tienen más lugar, y mientras siguen llegando los pobres que estaban alojados en el Superdomo, los precios de los alquileres se fueron por los techos.” Una casa amueblada de Houston puede conseguirse en este momento a 5.000 dólares el mes. “No sé de qué categoría es –explica el médico– pero los que llegan de ninguna forma lo pueden pagar.”
Según los datos del consulado argentino en esa ciudad, no hay argentinos a la deriva. Consultado por Página/12, el cónsul Carlos Aparicio explicó que “son ocho personas las que aún no están localizadas”. Estas personas no figuran entre las víctimas porque pueden estar con vida. “Esto fue como una diáspora, muchos han salido; los celulares no funcionan porque las torres están derribadas, los teléfonos fijos o ya no están o no funcionan.” Dos iglesias cristianas brindan apoyo en el consulado para evacuados argentinos. El Consulado por un lado, pero además la Cancillería argentina están recibiendo llamados de familiares o habitantes de las zonas de catástrofe. Y aunque el consulado centraliza los pedidos de paradero, es la Secretaría de Estado norteamericana la encarga de las búsquedas. “Y esto es el comienzo –sigue el cónsul–, es una situación de catástrofe que recién empieza. Lo que le quiero decir es que sin agua, sin comida, la catástrofe seguirá creciendo.”
Wilfredo Harrington, de la Casa Argentina en Houston, logró encender conectar su celular ayer durante un momento. “Estoy regresando a casa”, llegó a decirle a este diario. “Y veo que es un desastre.”
¿Si alguna vez pensaron que era un mal sueño? “Eso le decía recién a mi mujer –dice Francisco–. Yo trabajo, bah, trabajaba en un banco. Al principio nos despertábamos como pensando si era o no era un sueño. Ahora dije: se acabó. En este momento no hay nada, ni siquiera una economía a la que volver.” Hoy empieza a pedir trabajo en la nueva ciudad como lo hizo cuando dejó Argentina. “Qué se le va a hacer, son las cartas que nos barajaron esta vez.”

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Los damnificados piden socorro con desesperación, pero la ayuda llega despacio o tarde.
 
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