SOCIEDAD › LAS VICTIMAS DE LA MASACRE, UN AÑO DESPUES
Las heridas abiertas de Patagones
Muchos chicos tienen pesadillas. Algunos se cambiaron de escuela. Las familias afectadas sienten que quedaron solas con su tragedia. Mientras, en el pueblo dicen que la tragedia fue algo “importado, que vino de afuera”.
Por Carlos Rodríguez
Desde Carmen de Patagones
“Somos los bichos feos de Patagones, somos los locos. Cuando vamos a las marchas de los 28, cada mes, algunos nos dicen: ‘¿Qué andan haciendo, otra vez empezó el show?’.” La familia de Alicia no tuvo heridos ni muertos producto del “ataque psicótico” que sufrió, el 28 de septiembre de 2004, un chico de 15 años al que desde entonces se lo conoce como Junior y que hoy está internado en un instituto de menores, de máxima seguridad, en la zona de La Plata. De todos modos, Alicia forma parte del puñado de personas –poco más de cincuenta– que todavía acompaña a los familiares de los tres chicos que murieron ese día de furia, Federico Ponce, Evangelina Miranda y Sandra Núñez, y de los cinco adolescentes que salieron heridos en un episodio que a todos les parece “importado”, impropio de una ciudad tranquila como ésta, y del que se cumple un año el miércoles. “A mi hijo no lo hirieron, pero estuvo ese día, era del mismo grupo afectado” que concurría al 1º B de la Escuela Malvinas Argentinas, precisa Alicia. “El hijo de Alicia, todos los chicos del grupo, todavía tienen pesadillas, igual que los que salieron heridos. Todos tenemos pesadillas, los padres también, y no nos sentimos contenidos, ni por las autoridades del colegio, ni por el municipio, ni por la Iglesia. Por nadie.” La que hace la afirmación es Marisa, la mamá de Federico Ponce.
Eduardo es taxista y tiene su parada en la plaza principal de Patagones, frente al municipio, a pocas cuadras de la escuela donde ocurrió la tragedia. Su opinión expresa lo que muchos repiten o callan: “Lo que pasó no es de acá. Es algo que vino de afuera. No hay que olvidarse que el padre de Junior era correntino, no nació en Patagones”. Varios periodistas locales, consultados por este diario, coincidieron en que son pocas las razones que existirían para que las marchas fueran masivas: “El caso está cerrado judicialmente. Desde el primer momento se sabe quién fue el autor, también se sabe que no lo pueden condenar porque es menor. Es lógico que las marchas no tengan tanta repercusión”.
Frente a tales argumentos, los padres de los fallecidos o de los heridos reaccionan con distintos grados de bronca. Claudia es la mamá de Pablo Saldías, uno de los cinco chicos heridos. “Mi hijo ahora está bien, pero le pegaron cuatro tiros, perdió el bazo, un riñón y sufrió la fractura de ocho costillas. Está bien, pero ya nunca podrá hacer deportes de contacto como el fútbol o el básquet, que eran los que practicaba. Está bien y puede vivir sin el bazo, pero eso le disminuye las defensas. Está bien, pero tiene que cuidar su riñón, porque cualquier problema, para él significa la necesidad de un trasplante y tiene sólo 16 años. Está bien, pero estuvo cuatro días en coma, diez días en terapia intensiva y 45 días de reposo estricto en nuestra casa. Está bien físicamente, pero sufre porque él está vivo y le pegaron cuatro tiros, mientras que Federico (Ponce) recibió dos y está muerto.”
Pablo Saldías ya no va al Malvinas Argentinas, ahora concurre al instituto María Auxiliadora. “A la escuela del desastre habría que haberla cerrado. Yo lo saqué a mi hijo de ese contexto y lo llevé a otro contexto, en el cual tampoco está bien. Todo lo que tenga que ver con la educación es malo, ahora, para él, pero tiene que estudiar, tiene que recibirse. Todos hacemos terapia. Mi hijo tiene pesadillas, necesita pastillas para dormir –todos las necesitamos–, pero él más porque el estrés postraumático le puede durar hasta diez años. Es una pesadilla para todos. Y nosotros tratamos de que Pablo crezca sin rencores, sin odios, sin miedos, que pueda comprender y saber que no todas las personas son violentas. Pero es difícil, muy difícil.”
Daniel Leonardi es el padre de Nicolás, otro de los chicos heridos por Junior. “El se salvó por dos centímetros. La bala le pasó muy cerca del corazón, le entró por la axila y por suerte no afectó ningún centro vital y tampoco ningún nervio o músculo. Nicolás está muy mal porque Federico (Ponce) era su mejor amigo. Por la forma en que recibió el tiro en la axila, eso estaría indicando que levantó los brazos para tratar de proteger a su amigo, pero se le murió. El fin de semana anterior nos habíamos ido de paseo con Federico y con Nicolás. Mi hijo no habla de lo que pasó, salvo que alguien le pregunte, y tampoco quiere ir al psicólogo. Sólo habla del tema con Pablo (Saldías) y con Rodrigo Torres (otro de los heridos), entre ellos se entienden.” El papá de Nicolás es mecánico dental y sigue trabajando, en el taller de su casa, mientras dura la entrevista.
La mayor preocupación de Leonardi padre es que Junior va a salir en libertad algún día no tan lejano. “Yo al pibe no lo puedo perdonar. Ellos se conocían y aunque Junior era muy cerrado, muy retraído, con mi hijo y con los demás chicos jugaba a la pelota en los recreos. Es inconcebible lo que pasó. Yo creo que buena parte de la culpa la tiene el padre (miembro de la Prefectura y dueño del arma utilizada en la masacre), que era un milico, un típico resentido.” El matrimonio Leonardi vivía en Morón y se vino a Carmen de Patagones porque suponía que era “un lugar tranquilo”. Por eso considera “totalmente inconcebible” lo sucedido. “Yo tengo miedo porque en cualquier momento, en poco tiempo más, mi hijo se puede cruzar con Junior por la calle, acá, en La Plata, en Buenos Aires, en cualquier lado. Y yo no sé cómo va a reaccionar cuando lo vea.”
Más allá de algunos comentarios extremos que se realizan, lo cierto es que nadie parece pensar en la necesidad de trabajar con firmeza en la asistencia psicológica de todos los chicos que concurren a la escuela Malvinas Argentinas, hayan sido víctimas directas o indirectas. El médico legista de Bahía Blanca Miguel Angel Maldonado opinó que la situación en Patagones, respecto de la masacre, “no ha cambiado en nada” y que el problema principal “es la ausencia total del Estado, que sigue sin decir presente en cuestiones tan esenciales como ésta”. Puso como ejemplo a los Estados Unidos, “donde se han producido episodios de esta naturaleza y se han realizado estudios que determinan que los homicidas múltiples se diferencian de los delincuentes comunes”. Según esos estudios, difundidos por diferentes medios, los homicidios múltiples pueden producirse, incluso con cierta frecuencia, en sociedades pequeñas, como Patagones, con la misma asiduidad o más que en las grandes ciudades.
Claudia, la mamá de Pablo Saldías, consideró también necesario que lo sucedido sea analizado a fondo por los especialistas: “Es cierto que se sabe muy poco de estos casos, porque han ocurrido apenas tres o cuatro en el mundo, de esta naturaleza, entre chicos de esta edad, pero es necesario trabajar para saber, para evitar que se repitan situaciones tan trágicas”. El especialista Maldonado recomendó a los docentes que presten atención a los problemas de violencia y discriminación entre los estudiantes. “En Bowling for Columbine (la película basada en un hecho similar ocurrido en los Estados Unidos), uno de los alumnos autores del desastre manifiesta que lo hicieron ‘para que escuchen a los chicos que se quejan porque otros los molestan’.” Aunque creen que a lo hecho por Junior nada puede servirle de atenuante, Alicia, Alejandra y Liliana –madres de algunos chicos que salieron ilesos, físicamente, de la masacre– tienen muchas críticas para las autoridades de la escuela Malvinas Argentinas.
“Los docentes dicen que ellos están mal, que no pueden olvidar lo que ocurrió, pero al mismo tiempo, cuando los chicos expresan lo mismo que ellos, lo que les responden es que ‘ya pasó todo’ y que ‘tienen que dejar de usar lo que pasó como una excusa para no estudiar’. Nosotros les estamos reclamando al Ministerio de Educación de la provincia que los psicólogos hagan un trabajo grupal en la escuela, porque es la única forma de enfrentar el problema. El trabajo tiene que incluir a los alumnos y a los padres. Nadie se quiere hacer cargo, porque piensan que lo que hay que hacer es olvidar todo y seguir.”
La escuela de la tragedia fue pintada totalmente hace un mes. Lo único que está igual es el aula de 1º B, donde ocurrió la tragedia y que ha sido clausurada. Sólo cerraron los agujeros que dejaron las balas disparadas por Junior, pero permanecen las pintadas que hicieron los chicos en las paredes. Una de ellas denuncia al profesor que estaba al frente de la clase, ese día, y que “en lugar de tratar de calmar a Junior, salió corriendo y se puso a salvo él”, aseguran algunos padres.
Para este diario fue imposible tomar contacto con Gerardo Bari, uno de los responsables del hospital local, a cargo del grupo de psicólogos que, según los padres, “ya se desentendieron del problema porque nos recomendaron que cada uno contrate a su propio profesional”. Los padres aseguran que este año “una chica de la misma escuela se suicidó y nunca quedó en claro por qué lo hizo”. Todos creen que el trauma por la tragedia es generalizado. Los chicos de Patagones, incluyendo a los afectados en forma directa, sólo responden con monosílabos cuando se los consulta sobre el caso o contestan a través de sus padres. “A ellos les cuesta hablar, incluso con nosotros”, insiste Daniel Leonardi.
En la escuela María Auxiliadora, en mayo, aparecieron pintadas reivindicando a Junior, de quien se decía que “es lo más”. La hermana María Cristina Carrizo cree que sólo fue “la broma de alguna personita”. Los chicos que estaban en clase el día del desastre parecen no estar para bromas. “Todos necesitamos protección y nadie nos la brinda”, insisten Rosa y Roberto Casasola, padres de otra de las víctimas de un episodio que sigue conmocionando a Patagones.