SOCIEDAD › LO CONDENAN A 25 AÑOS DE PRISION POR EL CRIMEN DE MARCOS SCHENONE, EN 2003
Conzi no es un loco sino un homicida
El tribunal desestimó la estrategia de la defensa, que pedía la inimputabilidad del empresario. Y lo condenó además por cuatro tentativas de homicidio. También deberá indemnizar a la familia con 655 mil pesos. Aunque la fiscal había solicitado 36 años de prisión, los Schenone se manifestaron satisfechos con la sentencia.
Por Carlos Rodríguez
Entre las caracterizaciones que se hicieron sobre su personalidad, se dijo que es narcisista y que se considera a sí mismo como “un ser superior”. Tal vez por esa razón, el empresario gastronómico Horacio Conzi decidió ayer quedarse en su celda de la cárcel de Campana para amortiguar mejor el impacto de un traspié previsible: lo condenaron a 25 años de prisión por el crimen del joven Marcos Schenone y cuatro tentativas de homicidio. La fiscalía había pedido 36 años de cárcel por entender que Conzi había cometido cinco delitos distintos –el homicidio y las cuatro tentativas–, pero los jueces consideraron que fue un solo hecho con múltiples consecuencias. Fue el premio consuelo del imputado, porque el Tribunal Oral 4 de San Isidro desestimó el pedido de inimputabilidad presentado por la defensa y recordó que nueve de los 11 peritos consultados concluyeron que el acusado “tuvo capacidad para dirigir sus acciones” cuando descargó 14 balazos sobre el remís en el que iban Schenone y otras cuatro personas, tres de las cuales salieron heridas. La condena fue recibida con aplausos, aunque la familia de la víctima opinó igual que lo ocurrido “no se repara ni con mil años de prisión” (ver aparte).
Para completar su día negro, Conzi fue condenado a pagar a la familia Schenone, como indemnización, la suma de 655.420, más intereses y costas (ver aparte), y el tribunal ordenó que se le abra una causa penal a la perito psicóloga de la defensa, María Gabriela Di Tomassi, quien será investigada porque todo indica que no está debidamente matriculada. Podría ser sancionada por “ejercicio ilegal de la profesión”. En el mismo fallo, los jueces Federico Ecke, Osvaldo Rossi y Carlos Vales Garbo decidieron que se saquen copias de los testimonios de Leonardo Carabetta –hermano de Gisella Carabetta, una de las jóvenes heridas por Conzi–, Sergio Colasante, Raúl Medina y Héctor Feser para que se los investigue por el presunto delito de falso testimonio. Los cuatro eran empleados de Conzi y su declaración en la audiencia dejó serias dudas, porque se piensa que mintieron para aliviar la situación procesal de su patrón.
Los jueces consideraron probado que Horacio Conzi fue la persona que, al volante de una Cherokee cuatro por cuatro, en la madrugada del 16 de enero de 2003, persiguió durante varias cuadras al remís en el que iban Schenone, Gisella Carabetta, Paula Alonso, Gustavo Pacheco y el conductor Rodolfo Fernández. También dieron por cierto que fue Conzi el que, sin dejar de conducir su vehículo con la mano izquierda, bajó la ventanilla del lado derecho y disparó con la otra mano, 14 veces, su pistola Pietro Beretta 9 milímetros. Los jueces, en la sentencia, recordaron que Gisella Carabetta declaró en el juicio que los disparos “eran como fuegos artificiales”, mientras que el remisero fue un tanto más crudo: “Nos están cagando a tiros”, fue la expresión que usó en medio de la balacera.
La violenta reacción de Conzi fue adjudicada a los celos que sintió cuando Schenone le dio un beso en la boca a Paula Alonso, la chica de la que estaba prendado el dueño del boliche Dallas, quien se sintió “herido en su narcisismo” y la emprendió a los tiros. Varios empleados del boliche confirmaron que Conzi ordenó: “Sáquenlos de acá”, apenas vio la escena del beso. Luego salió disparado con su Cherokee, a la caza de los jóvenes.
Al recrear la escena de los disparos, con la camioneta en marcha, los jueces dijeron que el acusado demostró “cierta destreza” para hacer los disparos sin largar el volante, dato que confirma que “era dueño de sus actos” al momento de cometer el crimen. Resaltaron, además, que cuatro de las balas halladas dentro del remís eran de las conocidas como KRD, de fabricación artesanal y uso prohibido, porque tienen un “culote ahuecado” que las convierte en más agresivas que las balas comunes. “Por eso en la jerga policial se las llama ‘perfora chalecos’ (en alusión a los chalecos antibalas)”, dejaron sentado los jueces en el fallo. Como único atenuante, el Tribunal admitió que Conzi no tenía condenas previas, aunque ya tuvo una causa por homicidio de la que salió absuelto. En ese juicio también actuó la fiscal Gabriela Baigún, quien había pedido penas para el imputado, que en esa ocasión salió libre. Ahora, en cambio, las pruebas contra Conzi fueron concluyentes. Paula Alonso lo identificó en la cuatro por cuatro, antes de los disparos: “Ahí viene el dueño de Dallas”, dijo. El propio Schenone, según relataron los sobrevivientes, también lo reconoció y propuso detener el remís para dialogar con Conzi. Los otros cuatro ocupantes del remís desecharon la idea. Una instancia previa podría haberle salvado la vida del joven: él y sus tres amigos habían llegado a Dallas cerca de las dos de la mañana y al principio les negaron el ingreso, porque era muy tarde.
Los defensores de Conzi, Ricardo Montemurro y Gonzalo Díaz Cantón, habían pedido su absolución por el beneficio de la duda, pero los jueces corroboraron que el arma usada en el crimen era la hallada en el cajón de la cómoda que estaba en el dormitorio de Horacio Conzi, en su casa de Acassuso. Los jueces rechazaron el pedido de la defensa para que se lo declare a Conzi “psicótico inimputable”. En el fallo, el Tribunal resaltó que en su alegato final el imputado brindó “un sugestivo relato” en el que en ningún momento hizo referencia alguna “a sus investigaciones religiosas sobre la Biblia” ni a la teoría según la cual “Jesús está vivo”, no sólo en las creencias de los que tienen fe. Tampoco aludió “a las palomas ni a Galileo Galilei”, es decir a todas las referencias esotéricas que hicieron creer que sufría “un delirio místico”.
En el fallo se dijo, citando a los peritos, que Conzi “no tiene ruptura alguna con la realidad”, que en todo caso demostró ser “un estudioso de la religión y no un delirante”. Se lo definió como “un ser solitario que no quiere relacionarse con los demás” y que tiene “una personalidad en extremo peligrosa, incluso para su hermano (Hugo), que lo protege y lo quiere como a un hijo”, aunque tenían peleas permanentes, como confesaron algunos amigos mutuos. En el fallo se dijo que, en muchos momentos de la audiencia, se mostró “vehemente y altanero”. En suma, consideraron que durante los hechos juzgados “actuó con plena capacidad de comprensión y en forma voluntaria”. Por eso, lo condenaron a 25 años de cárcel.