EL PAíS › LAVAGNA LE BAJO EL TONO A LA DISPUTA Y RECHAZO RUMORES SOBRE SU ALEJAMIENTO

No era pelea, sólo “expectativas exageradas”

En el mismo foro empresario al que Kirchner le había apuntado para cuestionar la actitud de las cadenas comerciales frente a los precios, Lavagna buscó cerrar las heridas planteando una postura más en línea con la del Presidente en materia de inflación. Y rechazó las especulaciones sobre su eventual alejamiento del Gobierno.

 Por Cledis Candelaresi
Desde Mar del Plata

Roberto Lavagna empezó su larga exposición ante una multitudinaria platea empresaria hablando de “expectativas exageradas”. Pero no se refería a las que habían generado su presencia en el Coloquio de IDEA, en esta ciudad, ni a las especulaciones acerca de si concurriría o no. Y cómo debía interpretarse su eventual presencia, si como un desafío a la autoridad del Presidente de la Nación, que acababa de retar públicamente a uno de los popes de este encuentro, o si lo que buscaba viniendo a Mar del Plata era un gesto de “tomar distancia” del resto del gabinete. Especulaciones que, en definitiva, sobrevolaban como la versión de su eventual despedida del Gobierno. No, nada de eso. Las “expectativas exageradas” a las que aludió Lavagna no eran otras que las existentes en materia de inflación que, junto con “ciertos métodos de la puja distributiva” constituyen, a su criterio, los principales riesgos que enfrenta la economía. Una forma elegante y mesurada para salir del atolladero y volver a su lugar de técnico participante de un equipo de gobierno. Así fue el tono de sus casi dos horas de exposición frente al micrófono, como si nada de lo que políticamente se leyó en la semana como cortocircuitos en el Gobierno hubiera sucedido.
Aunque de un modo muy elíptico, con la primera frase referida a la inflación el ministro de Economía se mostró cerca de la preocupación demostrada por el presidente Néstor Kirchner en las últimas horas, que reaccionó virulentamente ante el supuesto de algunos empresarios de que el índice de precios al consumidor de 2006 tendría un piso del 12 por ciento. Con la alusión a la pugna por los ingresos, y de modo igualmente diplomático, cuestionó la combatividad sindical, halagando los oídos de sus anfitriones, cada vez más seducidos por el responsable del Palacio de Hacienda. Tanto, que lo interrumpieron con un entusiasta aplauso cuando dijo que el Gobierno consideraba prioritario atacar “la distorsión” de la pobreza juvenil, antes que la del impuesto al cheque.
Cómodo y suelto de cuerpo, el ministro consiguió así relajar un clima tensado en los últimos días por los dichos propios en otro ámbito empresario (la convención de la Cámara Argentina de la Construcción) que lo evidenciaron “invadiendo” áreas correspondientes al ministro de Planificación, Julio De Vido, y hasta lo expusieron a cierta contradicción pública con el presidente Néstor Kirchner. No por nada, desde diversos ámbitos –incluso públicos– se alentó la expectativa de su inminente renuncia.
“¿Vamos a tener Lavagna por mucho tiempo?”, le preguntó el periodista Joaquín Morales Solá, el moderador elegido para acercarle al ministro las preguntas que vinieron después del discurso. “Las personas son accesorias. Pero eso depende del Presidente de la Nación, que tiene derecho a elegir sus colaboradores y de cada ministro, que puede decidir si continuar o no”, fue la elusiva respuesta. Pero, para entonces, el ánimo del auditorio patronal poco tenía que ver con el disgusto que el jueves habían generado las críticas del Presidente a los hombres de empresa que, informalmente, arriesgaron un pronóstico sobre la evolución de los precios.
La sola presencia del ministro, considerado el plato fuerte del evento, resultó tranquilizadora. En particular después que otros funcionarios declinaran aceptar el convite de los organizadores: el ministro de Educación, Daniel Filmus; el secretario de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, y, fundamentalmente, el gobernador Felipe Solá, quien este año se autoexcluyó como orador para solidarizarse expresamente con las críticas que Néstor Kirchner formuló desde Buenos Aires a los empresarios reunidos aquí. El titular de Economía comenzó justificando las futuras subas de precios, que fundaron la proyección oficial en el Presupuesto para el año próximo de “entre el 8 y el 10 por ciento”. Según argumentó, aún está pendiente un reacomodamiento de precios relativos, que se estaría produciendo de un modo más lento que tras otras devaluaciones. Pero a renglón seguido aludió a los riesgos de que aquel reacomodamiento devenga en un eventual desborde. Fue aquí cuando se refirió al daño que podrían producir expectativas –más altas de lo conveniente–, en buen romance, que estén por encima de aquella pauta oficial.
“Yo no me he peleado con ninguno. Sólo trato de explicar el porqué de algunas medidas que toma el Gobierno y que no a todos les gusta”, aclaró el ministro cuando le preguntaron si tenía previsto confrontar con algún otro sector empresario. La respuesta tuvo un párrafo ambiguo que, en el medio de conjeturas sobre su eventual reemplazo al frente de Hacienda, se podría haber interpretado de distintas formas. “Yo me hago cargo de lo que dije, no de los manejos periodísticos o de otro tipo. De esa mezcla de cuestiones periodísticas con otras batallas y miserias que siempre existen.” Fue el único dicho del funcionario subido de tono. Sin embargo, sólo lo usó como preámbulo para referirse a medidas oficiales que pueden contrariar a ciertos sectores empresarios.
¿Usted piensa que los supermercados están cartelizados, tal como dice Kirchner?, fue la inquietud de uno de los asistentes al coloquio. “No corresponde a un ministro comentar lo que dijo el presidente de la Nación”, esquivó, prudente, aunque acotando que el Gobierno sabe que existen actividades muy concentradas y por eso está dispuesto a usar las herramientas que le deja a mano la Ley de Defensa de la Competencia. Para respaldar su argumento, recordó las desinversiones exigidas a Bimbo tras la compra de Fargo, a Petrobras para que resigne operar en el transporte de energía o la multa aplicadas a las cementeras por concertar precios.
La entrevista pública fue casi al final de lo que Enrique Pescarmona, presidente de IDEA en estos dos años, definió irónicamente como “tres días excitantes y divertidos”. Con habilidad de político, como si no hiciera ningún esfuerzo, Lavagna terminó poniendo paños fríos con un discurso que lejos de profundizar las diferencias con el Presidente, intentó remarcar los puntos en común.

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Roberto Lavagna, ayer en Mar del Plata. El ministro habló en el Coloquio de IDEA ante una multitud de empresarios que lo aclamó.
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