Miércoles, 17 de mayo de 2006 | Hoy
Un sargento de la Bonaerense lo acusó por un “interés sentimental”. Fue detenido y, cinco años después, absuelto en juicio oral. En el medio perdió a su padre, un hermano y su casa.
Por Carlos Rodríguez
El de Martín Mariano Amadeo, de 30 años, fue un regreso con gloria, pero en el camino quedaron pérdidas irreparables. El drama comenzó en noviembre de 2000, cuando lo acusaron de haber participado en un robo, con intento de homicidio de por medio, ocurrido en el Hipódromo de La Plata. En el juicio oral, después de “cinco años y casi tres meses de cárcel”, quedó demostrado que Amadeo siempre dijo la verdad: “Estoy recontento porque regresé con mi familia y por la manera que regresé. Todo el tiempo me declaré inocente y la Justicia lo confirmó”. En diálogo con Página/12, con su madre, su esposa, sus tres hijos y sus amigos celebrando alrededor, Amadeo culpó por el calvario vivido al sargento de la Policía Bonaerense Carlos Pérez. “Me acusó en falso y amenazó al principal testigo para que declarara en mi contra.” En el juicio absolutorio, el fallo dejó sentado que al policía lo guió “un interés sentimental”, no correspondido, por la mujer de Amadeo. En el largo camino hacia la libertad, Amadeo perdió al padre, un hermano y la casa en la que vivía con su familia.
En el juicio, que finalizó el lunes, el testigo Walter Aguilar admitió, luego de incurrir en una serie interminable de contradicciones, que el sargento Pérez le había ofrecido cien pesos –una suma irrisoria que nunca pagó– para que dijera que Amadeo había sido uno de los tres ladrones que, en la noche del 28 de noviembre de 2000, asaltaron la ventanilla 503 y dispararon sobre el empleado Daniel Osvaldo Suriano, que estaba haciendo el recuento de la recaudación en el sector Paddock del hipódromo platense. Suriano, que no reconoció a Amadeo como su agresor, recordó que fue herido en la zona abdominal “lo que le causó múltiples perforaciones en el intestino delgado y abundante hemorragia con el consiguiente shock hipovolémico que puso en peligro su vida”, dijeron los jueces.
El testigo Aguilar declaró que el sargento Pérez “lo amenazó de muerte a él y a su familia para que incriminara a Amadeo y con ese fin lo llevó por la fuerza a la comisaría”, según dejaron constancia en el fallo los miembros del Tribunal Oral en lo Criminal I de La Plata, Patricia de la Serna, Guillermo Labombarda y Samuel Saraví Paz. Los jueces hicieron un duro cuestionamiento a la etapa de instrucción. En su voto, apoyado por sus colegas, Labombarda lamentó “no haber tenido la oportunidad de escuchar al policía Pérez, quien fue desistido por la defensa y no fue convocado por la fiscalía de juicio a los fines de aclarar las situaciones expuestas por los testigos y el imputado”.
La fiscal del juicio, Patricia Raninqueo, había pedido para Amadeo una pena de 11 años de prisión. En cambio, el tribunal dictó la absolución del imputado y ordenó iniciar una investigación contra el sargento Carlos Pérez, a la vez que abrió acción penal por falso testimonio contra varias de las personas que declararon en el juicio oral. Amadeo, que pasó por varios penales, estaba el 16 de octubre de 2005 en el pabellón 15 de la cárcel de Magdalena, al lado del pabellón 16 que se incendió ese día. El siniestro provocó la muerte de 33 internos.
“Con otros presos estuvimos sacando a algunos compañeros del pabellón 16. A uno de ellos le hice respiración boca a boca y masajes en el pecho para rehabilitarlo. Salió vivo del lugar, pero después nunca supe si se pudo salvar”, le contó Amadeo a este diario. “Fue muy duro lo que tuve que vivir, porque no sólo yo estuve preso. Yo estaba siete días por semana, pero mi familia pasaba tres días por semana en la prisión. Perdí muchas cosas: mientras estuve preso se murió mi papá sin poder verme de nuevo en libertad, a mi hermano lo metieron preso el mismo día que a mí, sin pruebas, y se murió en la cárcel porque tenía VIH.”
Amadeo, que tenía un puesto de bijouterie en la puerta del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, era el único sostén de su familia. “Cuando me metieron preso, mi mujer tuvo que malvender la casita que teníamos. Son cosas que pasan, pero ojalá que no le pasen nunca a nadie”, afirmó Amadeo, quien tuvo palabras de reconocimiento para la psicóloga Maite Heras, de la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense. “Ella me visitó en la cárcel desde el día del incendio y me acompañó durante todo el juicio.” En diálogo con este diario, Heras recordó que Amadeo “siempre juró que era inocente y antes del juicio me pidió que le llevara zapatos, porque estaba seguro de que se iba a ir caminando, en libertad, a la casa de su madre”.
Luego de su última noche en prisión, Amadeo regresó ayer a su hogar, justo para celebrar el séptimo cumpleaños de su hija. También es padre de dos varones, uno de 10 años y el otro de ocho meses. “El papá lo estuvo esperando cinco años y se murió antes de verlo salir. El hermano se murió en la cárcel. ¿Quién le paga todo lo que pasó? ¿Quién nos paga todo lo que nos pasó?” Carolina, la esposa de Amadeo, dejó en el aire un par de preguntas sin respuesta.
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