Jueves, 15 de febrero de 2007 | Hoy
Germán Medina tenía 16 años. Por ser adicto, un juez lo mandó al Rocca, un instituto para adolescentes que delinquen. Allí fue golpeado. Y apareció ahorcado en una celda de castigo.
Por Pedro Lipcovich
El cuerpo de Germán Medina, de 16 años, apareció ahorcado en su celda del Instituto Rocca, destinado a “menores en conflicto con la ley penal”, donde estaba alojado por decisión “tutelar” de un juzgado federal. Un año antes, cuando tenía 15, la policía le había encontrado dos cigarrillos de marihuana. Abierta la causa federal, el chico quedó obligado a hacer una terapia ambulatoria y la madre debía presentarse periódicamente en el juzgado. Tenía otros siete hijos y el marido estaba sin trabajo. Germán incumplió la obligación de hacer terapia y lo encontraron consumiendo pegamento: los padres pidieron que lo internaran en un establecimiento terapéutico cerrado, pero no había vacantes. El juzgado, en octubre del año pasado, lo envió por primera vez al Rocca. Allí fue golpeado y presuntamente violado. A los 35 días lo sacaron y lo pusieron en un establecimiento terapéutico de puertas abiertas en San Vicente. Cuatro días después escapó y se fue a su casa. Lo volvieron a llevar a San Vicente. El 24 de diciembre volvió a escaparse para volver con su familia. El 28 de diciembre lo encerraron de nuevo en el Rocca, esta vez en una celda de aislamiento. El 11 de enero, apareció ahorcado en su celda; se ignora si fue suicidio o crimen.
El año pasado Germán dejó de ir al colegio. Su padre, José Medina, admite que “las condiciones de mi casa no son las mejores: tengo ocho hijos, estuve mucho tiempo sin trabajo, había que mandar a los chicos al comedor, les faltaban útiles”. El 2005 no había sido bueno para Germán: un camión cisterna lo había atropellado cuando iba en bicicleta. “La rodilla no le quedó muy bien”, cuenta el padre. Y lo de los dos porros, que le había requisado el policía de custodia en el predio del INTA, cerca del barrio de San Alberto, Hurlingham, donde vive la familia. Le iniciaron una causa en el juzgado federal Nº 9 de Morón, a cargo de Germán Castelli. “Mi señora tenía que ir cada mes o cada dos meses para ver la evolución de Germán. A él lo mandaron a hacer terapia en Hurlingham.”
Pero el joven “no asistió al tratamiento que tenía que hacer”, reconoce el padre. Entonces, en el juzgado exigieron que los padres hicieran un tratamiento psicológico, que efectivamente iniciaron en Morón, pero no continuaron. Fue entonces cuando “mi señora y yo decidimos gestionar una internación” para ese hijo. “Germán había empezado a consumir Poxirrán.” Pidieron que el tratamiento fuese “a puertas cerradas porque si volvía a casa iba a reincidir”, recuerda el padre.
Pero no había vacantes en establecimientos cerrados. En las citaciones mensuales que la madre debía cumplir en el juzgado, “ella les decía que lo veía mal a Germán”. En octubre de 2006, en el juzgado les dijeron que “iba a estar 15 días alojado en un instituto, para una evaluación”. Resultó ser el Rocca. “Cuando lo fuimos a visitar y lo vimos ahí, se nos cayó la moral abajo. Somos humildes pero no delincuentes.” A principios de noviembre, en la visita del domingo, lo encontraron golpeado: “Tenía hematomas en los ojos, chichones en la cabeza, en la espalda, lo habían golpeado con un palo de escoba”. Germán no quiso hablar sobre las circunstancias en que había sido golpeado. Los padres denunciaron el caso ante el juez Castelli. Se planteó la posibilidad de un abuso sexual. Germán pasó todavía 20 días más en el Rocca.
Entonces, lo trasladaron a la Comunidad Villa San Vicente, de puertas abiertas. Cuatro días después, volvió a la casa de su familia. Por disposición del juzgado, dos patrulleros fueron a retirarlo. “Germán se entregó lo más bien, sin problemas; el comisario le dijo a mi señora que le parecía un pibe educado.” Ya se acercaba el fin de año. Lo volvieron a mandar a San Vicente. El 24 de diciembre, volvió a irse. “Ese día cumplía años la novia. No le hacían fiesta, es una chica humilde. Ella pedía ir a verlo o que Germán viniera a verla. Pasó el 24 con ella, todo bien”, recuerda el padre. El 27 de diciembre, volvió a ser apresado por disposición del juzgado federal Nº 1, secretaría 3, de Morón, y lo mandaron por segunda vez al Rocca.
Allí, supuestamente para evitar que volvieran a atacarlo, fue encerrado en una celda de aislamiento. La madre lo vio por última vez en la visita del 10 de enero. A las 6.50 del 11 de enero, apareció ahorcado. Según el expediente labrado en el Juzgado de Instrucción Nº 9 de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo de Eliseo Otero, se encontró “el cuerpo del menor en su habitación de alojamiento colgado del lado interno de la puerta de acceso, de una sábana cuyo extremo estaba anudado a los barrotes superiores y el otro sostenía el cuello de la víctima, que estaba apoyado contra la puerta de la celda del lado interno”.
Según María del Carmen Verdú, abogada de la familia Medina, “no sabemos todavía si se ahorcó o lo ahorcaron. Lo que podemos afirmar rotundamente es que a este chico lo mató el Estado nacional: lo encerraron en una celda solitaria, un buzón, donde terminó muriendo sin haber cometido ningún delito”.
El juez Otero decidió derivar la causa por la muerte de Germán a la Justicia federal, ya que “el luctuoso suceso ocurrió en el interior del Instituto Manuel Rocca, dependiente del Consejo Nacional de la Niñez, la Adolescencia y la Familia”, pero la jueza federal María Romilda Servini de Cubría rechazó “por prematura” la derivación.
En la visita del 10 de enero, Germán Medina entregó a su madre dos cartas, una para el padre y otra para ella: “Sé que me tuve que hacer cargo de todo, pero lo importante es que me comprendas. Sé que estuve muy mal de mi parte pero me hago cargo de todo. Siempre estuvimos juntos en todo momento. Con todo mi amor. Yo. Tu hijo. El más caprichoso”.
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