Jueves, 22 de marzo de 2007 | Hoy
La testigo debía ratificar la versión del viudo y su cuñado, pero dijo otra cosa. Después recordó su versión original, pero el tribunal no aceptó un pedido para que se la procese por falso testimonio. Otros dos testigos desmintieron la coartada de Carrascosa.
Por Horacio Cecchi
Si los testigos de un caso repitieran mecánicamente ante un tribunal oral lo que dijeron durante la instrucción escrita, el sistema oral sería previsible y automático. Pero siempre hay sorpresas. Ayer, en el juicio a Carlos Carrascosa, le tocó darla y sufrirla a la testigo Delfina Figueroa, de 24 años. Durante una hora y media, absolutamente creíble, con espontaneidad y lujo de detalles, dijo todo lo contrario de lo que había declarado en 2003. La firmeza de su declaración de ayer mantuvo en vilo la coartada de Guillermo Bártoli y a Bártoli mismo (in absentia), que apenas venía de recuperarse de la extracción de sangre. Después, por obra de magia, de la duda, o del refresco de sus declaraciones anteriores, la joven vagamente recordó que “ah, sí, entonces debe ser como dije en 2003”. Respiró la defensa y seguramente Bártoli in absentia. La fiscalía pidió que Figueroa fuera procesada por falso testimonio. Pero los jueces resolvieron que no, que una confusión la tiene cualquiera. De todos modos, no fue un día zen para la defensa. La mucama de los Bártoli ratificó que ese día nadie miraba la tevé en casa de Bártoli a la hora en que se supone que sí lo hacían, y la concesionaria del bar confirmó que Carrascosa estuvo tomando un café y un lemoncello, y conversando con ella, a la hora en que se supone que no debía estar allí sino en aquel sillón.
En un caso de tanta maraña de obviedades que se sostienen entre sí hasta conformar una estructura rígida, habrá que recordar quién es Delfina Figueroa. Novia de Diego Piazza, de 24 años actuales, estuvo con su pareja el domingo 27 de octubre de 2002, viendo el partido River-Boca en casa de los Bártoli. En su declaración testimonial de 2003 declaró eso y que después del partido el propio Bártoli les ofreció llevarlos en su auto, cuestión que aceptaron por lo de la lluvia y todo eso.
Pero ayer, Delfina no ratificó ni rectificó su versión anterior. Simplemente dijo otra. Fue tan clara, detallada y espontánea que hace difícil suponer que haya sido una declaración armada; sin embargo, más tarde se desdijo y ratificó la de 2003. Toda la estructura rígida mostró su esqueleto de obviedades y cimbró durante hora y media. ¿Qué fue lo que dijo y por qué sería tan importante? Dijo que llegó a lo de los Bártoli en el Gol gris claro de su novio, que terminó el partido y que después de nuevo volvió con Diego en el mismo auto. O sea, Bártoli no los había llevado como dijo haberlo hecho (lo que no quiere decir que no hubiera salido). Con lo que también se imposibilitaba que Bártoli, de vuelta, se cruzara con MM y la saludara con un chiste a través de la ventanilla, según había declarado el dueño de casa y anfitrión televisivo.
Delfina fue con más detalles: sostuvo que nadie les ofreció llevarlos porque tenían su propio auto y que sólo Carrascosa ofreció a MM llevarla por la lluvia y que ésta no aceptó. Agregó que cuando ellos se fueron, tanto Bártoli como Carrascosa se quedaron.
La defensa y la querella que no querella rápidamente comprendieron la contradicción. Tanto que la propia abogada querellante Zulema Rivera pidió que se contrasten las declaraciones para ratificar una de las dos. Entonces, después de una hora y media de sostener sus dichos, Delfina se desdijo y recordó que “ah, sí, entonces debe ser como dije en 2003”. Y la defensa respiró.
El fiscal Diego Molina Pico pidió al reanudar la audiencia que se procesara por falso testimonio a DF, teniendo en cuenta la gravedad de sus cambios de dichos. Los jueces, tras debatir entre sí, rechazaron el pedido, asumiendo que no existe el testigo perfecto y que los testigos pueden tener olvidos o confusiones, como señalaron Rivera y el defensor Ferrari. Es cierto.
Pero no es una confusión cualquiera. No es fácil de entender cómo Delfina estaba tan segura de haber ido en el auto de su novio a lo de Bártoli; más difícil es entender cómo confundió el auto gris claro de su novio con el azul oscuro del cuñado de MM; pero lo que se resiste a ser entendido es cómo llegó a confundir a su novio con Bártoli. No es una confusión cualquiera porque los pasos de Bártoli y por ende de Carrascosa se sostienen en la construcción del encuentro por el partido, en cómo se llega hasta ese encuentro (el almuerzo en lo de los Binello) y cómo se sale de él. El almuerzo ya había sido jaqueado el lunes –cuando dos empleados de los Binello dijeron que Bártoli no participó del almuerzo– y ahora alguien de la propia tropa daba vuelta la tortilla.
Lo cierto es que Delfina zafó y la defensa reacomodó el nudo de sus corbatas.
Por poco tiempo, llegó después Catalina Vargas, la mucama que trabajaba en lo de los Bártoli para los fines de semana. Vargas estuvo sólo el fin de semana trágico y el siguiente. No la llamaron más. La mujer sostuvo a rajatabla lo que había declarado antes: que a las seis de la tarde, cuando levantó las tazas del living, no había nadie mirando ningún partido y la tevé estaba apagada. Vargas resistió más que Delfina los paseos de los defensores. Y Alba Benítez, la concesionaria del bar del Club House de Carmel, ratificó que Carrascosa estuvo tomando un café y un lemoncello, conversando con ella y fumando un cigarrillo ofrecido por el mozo Gerardo Obendorfer entre las 18 y las 19 de ese domingo, hora en que debía estar en lo de Bártoli, Carrascosa dixit.
Ayer el caso llevaba grabados 210 casetes de 60 minutos cada uno, pero grabados de un solo lado (30 minutos) a pedido del tribunal. Y habían pasado apenas doce de los más de 200 testigos esperados. De seguro, se cruzarán muchas sorpresas en el difícil recorrido hacia el estado zen.
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